El desgaste de Claudia Sheinbaum
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El propio presidente López Obrador se encargó de meter a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México en el juego sucesorio presidencial, incluso por delante de muchos que lo merecen por su trayectoria histórica. De hecho, a varios nos cayó por sorpresa que, en un momento, recibiera tantos elogios; no me pareció lo más correcto, ni mucho menos lo más democrático porque lo más plural hubiera sido poner en el plano electoral a los cuatro aspirantes que son: Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Adán Augusto y Claudia Sheinbaum.
Eso significó una segregación para quienes también merecían ese impulso presidencial. Ésa fue la tónica durante un lapso antes de que Ricardo Monreal levantara justificadamente la mano para pedir condiciones equitativas. Tras haber generado una corriente de opinión positiva y refrendar su compromiso, el presidente no tuvo más remedio que nombrarlo ante la presión de reconocerlo como legítimo presidenciable de Morena.
Eso aceleró más la campaña anticipada de Claudia Sheinbaum que intensificó sus giras por el país, incluso, su equipo reforzó el esquema de publicidad sin importar o considerar los actos anticipados de campaña. No quisieron caer en excesos de confianza, sin embargo, eso poco a poco ha ido desgastando la imagen de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México porque, desde entonces, descuidó sus funciones como gobernadora y le dio más importancia al activismo por el territorio nacional al grado de olvidarse de su responsabilidad de gestión.
Primero, porque se muestra una ausencia muy notoria expresada en el malestar de la población civil. Ha caído en un exceso de confianza pensando que ella será- llegado el momento- la elegida del presidente Obrador. Sin embargo, estoy completamente seguro que- los propósitos y la visión del mandatario- ha dado un giro sustancial y, la jefa de gobierno, no estaría en esos planes para abanderar a Morena ya que ratificó- como pasó en 2021- que ni siquiera tiene el control político de la Ciudad de México.
De hecho, la marcha del domingo prendió las alarmas en Palacio Nacional.
Una de las razones- insisto- es el exceso de confianza y la forma en que subestiman a la oposición, lo mismo que la mala planeación y organización de las bases del partido, sin olvidar la segregación que han tenido con muchos cuadros importantes a los que siguen insistiendo en defenestrar.
No halló razón para realizar ello porque lo único que hacen es provocar un agujero interno por no admitir la participación plural y democrática. Una de esas razones es, por mucho, el temor a ser rebasada; esa puede ser la razón de llevar a cabo una estrategia ante la degradante actuación de Layda Sansores que es la bayoneta política.
Eso implica pérdida de credibilidad del partido de Morena. Por ello, el partido comienza a mostrar signos de polarización. Esa responsabilidad recaerá en Claudia Sheinbaum porque- se supone- es su propia ciudad. Suponemos que tiene el control político y las estructuras para realizarlo; pero no es así: esto demuestra que lo que pasó en 2021 cuando perdió la mitad de alcaldías no fue una conspiración desde adentro, sino la incapacidad y el pobre poder de convocatoria para mantener la fuerza que acumuló la izquierda en muchos años.
Llama mucho la atención porque la lectura de la población de la Ciudad de México habla- en términos políticos- que no está satisfecha de quienes están al frente dadas las manifestaciones que se vivieron el domingo pasado donde muestra que- Morena- ha reducido su poder en la capital del país lo que se traduce, a futuro, que muy probablemente pierdan uno de los bastiones históricos del lopezobradorismo sino mantienen la unidad. Eso sería dolorosísimo por el valor sentimental y sociopolítico que tiene esa entidad.
Fue una mala estrategia concentrarse demasiado en la sucesión presidencial porque el costo político de ello no tardó mucho en reflejarse. Ahí está el ejemplo del pasado domingo. Asimismo, los grupos radicales afines a Claudia tendrán que frenar la hostilidad hacía otros presidenciables porque eso, hasta hoy, está desgastado más a su corcholata al recurrir a los mecanismos anacrónicos ante la ansiedad de posicionarse.
Todo esto provocó encono; sino quieren creer, solo vean la multitud que salió a las calles el pasado fin de semana en la Ciudad de México. Más que una protesta, es la sociedad organizada que muestra su descontento por el gobierno capitalino, algo parecido al hartazgo que vivió la oposición en 2018 que capitalizó el presidente Obrador.
Finalmente, es un hecho que Claudia Sheinbaum, en este momento, vive un desgaste pues el declive que muestran las encuestas en la Ciudad de México sostiene lo que muchas veces anticipamos. Seguramente se justificarán con intrigas como lo han hecho siempre, sin embargo, llegamos a un punto en que- ni el propio presidente Obrador- les creerá cualquier argumento porque llevan meses descuidando la ciudad, y sobre todo al partido de Morena.
Por cierto, otra de los aspectos que identificamos ante el inminente desgaste es la intolerancia a los demás presidenciables. Ese narcisismo también daña y erosiona la imagen de un modo negativo por no aceptar la participación democrática, al menos eso se nota cuando usan erróneamente esa apariencia falaz de favoritismos.