El cáncer de la intolerancia/Salvador Jara Guerrero
Aunque se dice que vivimos en la era del conocimiento, que contamos con más información que nunca, que el desarrollo de los pueblos está íntimamente relacionado con su avance educativo, científico y tecnológico, que el reconocimiento de la educación obligatoria y gratuita es porque se aprecia como la mejor herramienta en la formación de seres humanos; a pesar de todo eso, los dogmas y fanatismos que modelan la intolerancia nos han rodeado y parecen carcomer nuestras entrañas.
La paradoja actual es que, a pesar del desarrollo de la educación, de la ciencia y de la tecnología, hoy proliferan las pseudociencias, sectas y charlatanerías, y aún más, hoy surgen puritanismos escondidos tras supuestos principios ideológicos o religiosos que sólo dan lugar a fanatismos, dogmas e intolerancia, y con ellos al odio y a la violencia.
La intolerancia ha sido quizá la fuente más importante de violencia en la historia de la humanidad, la intolerancia como otras culturas, con otras religiones o con otras ideologías, no sólo las grandes guerras mundiales sino también los desacuerdos entre comunidades y hasta entre pequeños grupos de personas tienen su origen en la falta de respeto a quein piensa de manera diferente.
La lucha de siglos por construir una civilización, es decir una comunidad civil capaz de solucionar sus diferendos a través del diálogo y la concertación y no a través de la violencia, la práctica de la civilidad que permite librar las diferencias humanas sin llevarlas necesariamente al enfrentamiento para la aniquilación del contrincante ha costado a la humanidad no sólo muchos años sino muchos tropiezos y muchas vidas.
Melchor Ocampo, hace más de siglo y medio hacía notar los peligros de la intolerancia que ya entonces transitaba de la religión a la política. Ocampo era un apasionado de las ciencias naturales y un defensor de la educación científica, sin dogmas religiosos o políticos, una educación laica.
Los actos destinados a causar la muerte o lesiones a personas civiles para intimidarles u obligarlas a realizar un acto o abstenerse, se califican como terrorismo, que son justamente los tipos de acciones que llevan a cabo los intolerantes en su afán por eliminar a quienes piensan distinto. Los recientes acontecimientos terroristas en El Paso Texas nos han mostrado nuevamente las consecuencias del fanatismo y del cáncer de la intolerancia. Los discursos de odio que estigmatizan a grupos de la población por su color de piel, por su preferencia sexual o por su forma de pensar relativa a la religión o a la política son producto de la intolerancia y el fanatismo y son detonadores del fanatismo y son detonadores de la violencia y del terrorismo.
Las diferencias humanas nos enriquecen siempre, nadie tiene nunca la certeza de la razón, todos nos equivocamos y todos en la historia de la humanidad de han equivocado alguna vez, todos en alguna ocasión han tenido la certeza de conocer la verdad y se han equivocado. El contar con ideas alternas es una garantía de que supervivencia, si todos pensáramos igual, si todos realizáramos las mismas acciones, todos eventualmente nos equivocaríamos al mismo tiempo con consecuencias desastrosas.
La garantía de diversidad, de tolerancia e inclusión corresponde al Estado. El Estado debe otorgar esos derechos y predicar con el ejemplo. Un Estado laico, tolerante e incluyente, sabedor que un país somos todos, todos diferentes, pero todos ciudadanos y todos con la posibilidad de tener la razón, la verdad no tiene dueño.
Sin un Estado laico no hay libertad de conciencia, se impondrían a otros las creencias propias. Todos somos libres de profesar en lo individual cualquier creencia política y religiosa, cualquier credo siempre y cuando no se perjudique el derecho de los demás. El gobernante como tal debe gobernar para todos sin distingo ni político ni religioso, se debe como gobernante a toda la nación, y su deber es preservar la riqueza de la diversidad.
Absurdo es que los blancos supremacistas en los Estados Unidos pretendan desalojar a los migrantes, en ese caso ellos debieran abandonar el país, son migrantes, no sabemos quiénes hayan sido los habitantes originarios, quizá los más antiguos migrantes hayan sido los navajos y los apaches.