Educación: La Disputa Profunda/Horacio Erik Avilés Martínez
Educación: La Disputa Profunda
Horacio Erik Avilés Martínez
Mientras las campañas políticas en curso en nuestra nación no terminan de convencer ni a propios ni extraños, el sistema educativo sigue su marcha con enormes dificultades, siendo aún distante lograr alcanzar los resultados que la niñez y juventud merecen.
Es un hecho que ni el más obcecado simpatizante político puede afirmar que está plenamente convencido de que el candidato de su preferencia ha construido la visión transformadora para el ámbito educativo nacional, mucho menos que posee la solución a los atávicos problemas nacionales.
Menos aún nos hemos enterado los ciudadanos de que ya se hayan conformado y validado socialmente los planes sectoriales a implementarse pasando el día de las elecciones para poder formar integralmente a las próximas generaciones de mexicanos. No existen soluciones ni siquiera en el discurso ni mucho menos en el papel para los grandes retos educativos de nuestra nación. Los candidatos a presidente de la república, a senadores y a diputados federales aún no han acertado a elevar la calidad del contraste de visiones mediante la exhibición de mejores soluciones y de planes de desarrollo innovadores e incluyentes.
Por supuesto, ignorar el tema, vender miedo u odio, montarse en una continuidad inasequible, prometer lo incumplible, lo ilegal o contradecirse a sí mismo son puertas falsas para hacer campaña que deben cerrarse en aras de afrontar con dignidad y responsabilidad la complejísima situación educativa nacional.
La teleología de la educación nacional no es un asunto menor. ¿Qué será de los mexicanos nacidos durante el presente sexenio? ¿Contarán con la garantía de que lo consensuado durante el Pacto Nacional por la Primera Infancia suceda en sus existencias? ¿Concretarán trayectorias completas en el sistema educativo? Ante la falta de garantías plenas al respecto es preciso no cejar en la exigencia ciudadana para que al unísono se enteren el funcionariado y la clase política de que los derechos de los niños y jóvenes son primero.
Si no se prioriza el bien mayor, la discusión sobre lo educativo puede convertirse en un perverso juego de suma cero, en donde la distribución de recursos genere ganadores y perdedores en detrimento de los mexicanos. Sin embargo, a pesar de la insoslayable necesidad de involucramiento de todos para resolver los problemas que nos son comunes, hay todavía reaccionarios quienes se niegan a permitir que los ciudadanos opinen sobre los asuntos públicos, sin ir al fondo del asunto y tratando de ocultar que son amenazados por una ola ciudadana que puede desterrarlos de su posición de privilegio. ¿Se atreverán los actores políticos a conformar las bases de un punto de inflexión en la gobernanza nacional? ¿Se permitirán ser interpelados por ciudadanos y ser emplazados a obedecer los preceptos constitucionales como servidores públicos que son?
Es el momento de ser razonables, de asumir una actitud dialógica, abierta y receptiva, ser capaces de escuchar los argumentos de todos los debatientes, para al final ser capaces de ponernos de acuerdo para construir lo mejor para los hijos de México.
La problemática no es menor en el diálogo educativo nacional en el marco de las elecciones nacionales, pero si realmente hay voluntad de transformar la situación, si existe congruencia en las palabras de los políticos y se logra construir consensos, habrá viabilidad de alcanzar resultados construyendo sobre lo ya avanzado dificultosamente durante los últimos años. En caso contrario, viviremos el eterno retorno en el que fue declarado por André Bretón como el único país surrealista del orbe. En ello radica la disputa profunda que se da hoy en el terreno de lo educativo pero que permeará transversalmente en todos los ámbitos de nuestra nación.
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