Dos años perdidos/Enrique Cervantes Ponce
Las mujeres mienten cuando denuncian ser víctimas de violencia. Hay que seguirse abrazando, a pesar de la pandemia. Es una prioridad, para el Gobierno Federal, la rifa del avión presidencial. Trump es amigo, no importan los insultos que en el pasado llegó a pronunciar. Cometer un delito electoral no es corrupción, sino una aportación dentro de la “Cuarta Transformación”. No me quiero mojar, no vaya a ser que me llegue a enfermar. Así se resume un año en el que además de las y los mexicanos enfrentarse a un distanciamiento social con estragos en la economía familiar y la pérdida de seres queridos que no volverán, tuvieron que convivir con la insensibilidad y ocurrencia del Ejecutivo Federal.
Y es que en este año a millones de ciudadanos les quedó claro que el enemigo más letal no es el coronavirus, sino aquél que despacha desde Palacio Nacional. Aquél que se niega a aceptar la realidad y sus datos llega a falsear; aquél que ante la imposibilidad e incapacidad de resultados entregar, se ha vuelto especialista en distractores generar; aquél que viendo el sufrimiento y la necesidad ha mostrado nula solidaridad. Porque es falso que la “honestidad valiente” se iba a instaurar, pues al arropar y proteger a Bartlett, Guevara y Pío López Obrador se pudo confirmar. Fue mentira cuando dijo que sería la “esperanza de México” y con sus actos sólo acabó por minar la confianza que con su voto el pueblo de México le quiso entregar. Era una simulación aquello que llamó “transformación” y que sólo se ha traducido en la destrucción de lo que durante años con mucho esfuerzo se construyó. Engañó al decir que con su llegada la “República amorosa” se implantaba, para posteriormente gobernar desde el odio, el rencor, el recelo, sus complejos y su frustración.
México, a dos años de su llegada al poder, sigue siendo el país de la violencia incontrolable, la corrupción imperante, la impunidad galopante, el sistema de salud deplorable, el crecimiento económico deficiente y la posibilidad de cambio real inexistente. Sin embargo, el día de mañana veremos, nuevamente, cómo el Presidente celebrará cuántos recursos ha entregado, cuántos programas ha inaugurado y a cuántas personas, según él, ha beneficiado. Con dádivas, pretende convencer que lo ha hecho bien; con programas que no dan resultados, quiere que le aplaudan de pie; con cifras que no se pueden comprobar, pide que le sigan siendo fiel.
Un año más se va y aún las promesas de campaña no se han podido materializar. El tiempo se le escapa de las manos a López Obrador y la incertidumbre y preocupación nubla un posible panorama alentador. Es momento de que el presidente se dé cuenta de que con buenas intenciones no se gobierna; que la presidencia implica gobernar para quienes votaron por su movimiento, pero también para quienes sabían lo que les esperaría de hacerlo. Necesario retirarle ese cheque en blanco que muchos ciudadanos le entregaron, para exigirle los resultados que durante 18 años incansablemente estuvo alardeando. Por ello, la invitación es a dejar de ser ciudadanos complacientes que dejen de aplaudir para volverse ciudadanos exigentes que comiencen a debatir. México necesita de una transformación real y no precisamente la que encabeza quien gobierna, austeramente, desde Palacio Nacional. Dos años perdidos que no regresarán y que obligan a recapacitar. Es urgente.