Dos años de piso disparejo
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La sucesión presidencial, si nos ponemos a reflexionar seriamente, ha estado marcada por dos factores: la exclusión y el favoritismo. De hecho, quienes están en el flujo de la inequidad han sorteado todo tipo de contratiempos y un peregrinar que, a lo largo de dos años, ha sido el pan de cada día. Incluso, todos pensábamos que, con mecanismos claros de participación interna, la contienda sería más equilibrada al interior de Morena, especialmente porque hay acuerdos firmados ante el Consejo Político Nacional que ofreció una garantía de competencia.
Sin embargo, han transcurrido más de cinco semanas de recorridos territoriales y, el común denominador del ejercicio interno, sigue siendo la cancha dispareja, pese a que hay razones justificadas para que no hubiese nada que nublara el clima de información. O sea, las cosas siguen igual que cuando se abrió el proceso sucesorio presidencial con mucha antelación, donde había no solo una exclusión, sino también una guerra sucia que protagonizaron personajes afines a las corcholatas. Incluso, el último personaje que maquinó una narrativa amorfa, fue la gobernadora de Campeche, recuerdan.
Y tras la publicación de una carta, que obviamente salió de Palacio Nacional con la instrucción de incluir a Sheinbaum, Ebrard, Adán Augusto y Ricardo Monreal, la situación se calmó en cierto sentido. Hablo de la confrontación frontal, sin embargo, sigue predominando la estrategia de exclusión que, a la postre, ha influido en la percepción ciudadana. Encontramos, por ejemplo, casos donde funcionarios públicos que simpatizan con alguna corcholata han tratado de persuadir a la población civil y, de paso, intentan desactivar las audiencias públicas.
Quien sigue viviendo en carne propia esa situación, es el propio Ricardo Monreal. De hecho, el zacatecano ha levantado la voz y ha señalado que, en muchas entidades federativas, funcionarios públicos que pertenecen al servicio administrativo local, han aprovechado su función y, con la retrospectiva de las viejas prácticas de la política, tratan de convencer a la población civil para que no asiste a los mítines que él encabeza. Sí, se trata de un tema que no podemos omitir y reprobamos porque, se supone, debe haber libertad de manifestación.
Aun así, Ricardo Monreal ha demostrado temple y resistencia. Muchos dirán que “no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”. De hecho, Monreal lleva más de dos años consecutivos manteniendo la misma postura y, pese a la desigualdad, ha cerrado filas con AMLO. Y lo ha hecho, incluso, ante la calumnia y la guerra sucia, que son, en política y elecciones, elementos que muy a menudo predominan. Pese a eso, sigue recorriendo el país con firmeza, siendo que, en la cancha, el juego ha vivido profundas desigualdades que, si no se corrigen, el partido guinda puede sufrir severas grietas.
Son, ni más ni menos, los daños colaterales de haber anunciado con mucho tiempo el arranque del proceso presidencial. A muchos les ganó la ansiedad dejando, como hemos atestiguado, muchas situaciones que manchan el proceso democrático al interior de Morena.
Sin embargo, pase lo que pase, Ricardo Monreal ha decidido seguir en la causa lopezobradorista y eso, indudablemente, honra la palabra de un personaje clave de la política de nuestro país como Monreal, que, para el redactor de esta columna, y para un porcentaje importante de simpatizantes de Morena y población en general, es el perfil idóneo para tomar la vacante que deje el presidente Obrador en 2024.
Y como el presidente será el gran elector del proceso sucesorio, puede perfectamente decidirse por Ricardo Monreal, especialmente porque ha vivido el rigor y las más duras estrategias de exclusión y guerra sucia y, con resistencia, se ha mantenido firme. No cualquiera aguanta la hostilidad, lo cual, hasta ahora, es digno de reconocerle al zacatecano que, en 46 años de trayectoria, ha sorteado todo tipo de adversidad y siempre sale avante.