Don Ganso y sus mañaneras/Enrique Cervantes Ponce
Don Ganso y sus mañaneras/Enrique Cervantes Ponce
Bajo el argumento de que es un derecho de la población el recibir información, Andrés Manuel López Obrador pretende violar nuevamente la Constitución. Y es que tras el pronunciamiento del INE sobre la suspensión de la transmisión íntegra de las mañaneras, durante la próxima elección, el presidente y su partido se han expresado en contra de esta disposición, cuyo cumplimiento defendieron en sexenios atrás y que tiene como objetivo velar por la imparcialidad con la que los servidores públicos deben actuar. Porque en el 2006, se sentó un precedente en materia electoral cuando el hoy titular del Ejecutivo Nacional era por primera vez candidato presidencial y señaló ser víctima de actos y pronunciamientos que afectaban la equidad, encabezando una denuncia poco convencional con el famoso “ya cállate chachalaca” que le reviró al entonces presidente Vicente Fox en su intromisión en la jornada electoral.
Pero como ya es costumbre, aquello a lo que se oponían y defendían siendo oposición, hoy como gobierno lo buscan permitir y aplaudir sin ninguna objeción. Pues es falso que las mañaneras sean un ejercicio democrático y plural que se apega a la verdad como Mario Delgado, presidente de Morena, ha salido a explicar. Es falso que sean un espacio que genera información cuando, a través de mentiras y datos que no se pueden verificar, propician desinformación. Es falso que se rinden cuentas del estado que guarda la nación, sino que más bien se crean cuentos para distraer a la población. Además, López Obrador ha utilizado ese espacio para erigirse juez desde un púlpito inquisidor; se ha convertido en predicador de lecciones de moral, aunque es incapaz de poner el ejemplo en su actuar; y se ha vuelto un supuesto historiador para crear una narrativa falsa que pueda alimentar a su “transformación”. Cuando se trata de un aliado se apega a la presunción de inocencia, de lo contrario, condena. Cuando se le cuestiona sobre algo que le incomoda la respuesta se vuelve corta. Cuando no le gusta la pregunta dice que prefiere no contestar, pero cuando la pregunta se presta para desprestigiar agradece incluso que se le llegue a preguntar.
En una democracia, las reglas del juego son parte fundamental, pues son las que aseguran su continuidad, las que permiten garantizar su legalidad y dotan de confianza a las fuerzas políticas perdedoras para volver a participar. Así, se vuelve crucial velar por la neutralidad, imparcialidad y equidad que nivelan la cancha de juego para aquellos que buscan participar. Esto no implica, de ninguna forma, dejar de informar o rendirle cuentas a los ciudadanos, lo que además constituye una obligación crucial, sino simplemente limita a realizar comentarios que inclinen la balanza en contra o a favor de algún contendiente dentro de una elección.
Por ello, es necesario que salga a relucir ese talante democrático que el presidente dice tener y que hasta el día de hoy no ha dejado ver. Recordándole a Morena y a él que respetar lo que establece la Constitución no es un acto de censura, sino una obligación; y que no es que la libertad de expresión se pretenda minar, sino que lo que se busca es hacer respetar y cumplir con la legalidad. Es tiempo de que Andrés Manuel se comporte como jefe de estado y cuide la investidura que le han conferido los mexicanos, entendiendo de una vez por todas que gobierna para un país y no sólo para aquellos que le dicen a todo que sí.