Diálogos de vida /Santiago Heyser, Sr. y Santiago Heyser, Jr.
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“El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar al otro para que sea quien es”. Jorge Bucay.
La reflexión de Bucay me hace pensar en el amor que se suele tener hacia los hijos, cuando de forma natural buscamos llenarlos de ternura, satisfacer sus necesidades, orientarlos y transmitirles el conocimiento que consideramos pueda serles de mayor utilidad para que tengan una buena vida. Aunque parece ser que el mensaje es mucho más trascendente, ya que se relaciona directamente con lo que parece ser: el sentido de la vida.
Comencemos por diferenciar el sustantivo del verbo, amor que se refiere al sentimiento y amar que implica acción. Entonces, independientemente del amor que sentimos, cuando amamos a alguien ¿cuál es la acción que corresponde?; es probable que encontremos un sin número de respuestas, las que dependerán de la experiencia personal, del tipo de cultura y época en la que cada quién ha vivido y quizás haya tantas respuestas como personas. Lo mismo sucede cuando preguntamos: ¿cuál es el sentido de la vida?; si partimos del hecho de que los seres humanos somos seres espirituales viviendo una experiencia terrenal y no seres terrenales viviendo una experiencia espiritual, es sencillo que le quitemos todo valor a la cultura como marco referente para encontrar respuestas acerca de la vida, ya que al ser subjetiva y cambiante, la cultura pierde universalidad; a pesar de que el sentido común dicta que, al ser la raza humana una sola especie, las respuestas deberían ser las mismas para todos. Respecto al sentido de la vida, el maestro Faustino Castro (mentor y amigo <qpd>), llegó a la conclusión de que: “Vivimos para crecer y desarrollar nuestro propio e individual potencial humano durante el espacio de tiempo que llamamos vida; y que esto se logra amando”. Así, de la misma manera que una semilla de trigo tiene el potencial de convertirse en espiga, el ser humano, que nace “semilla”, tiene la oportunidad, a través de la vida y sus acciones de desarrollar su potencial y alcanzar su plenitud personal; ahora bien, la diferencia entre una persona y la semilla del trigo, es que ésta depende de la tierra, del clima y el agua, en cambio las personas dependemos de nuestras acciones y decisiones, es decir, ¡de nuestra voluntad¡ Por otro lado, al margen de nuestra naturaleza social y por más acompañados que estemos, la vida es una experiencia individual; siendo así y además siendo únicos, desde una perspectiva profunda la conclusión lógica es que quien nos ama debería de contribuir a que desarrollemos nuestro potencial individual y que a quién amamos deberíamos corresponderle de igual manera.
Cuando el psicólogo Edoardo Giusti, autor del libro El arte de separarse, expresa: “El amor no es solamente una experiencia espontánea, es también un ejercicio de inteligencia y voluntad. El amor se reduce a menudo a su lado romántico, instintivo y espontáneo, como si por tratarse de emociones, todo tuviera que venir por sí mismo”; no solo nos recuerda que amar implica una acción, sino que además pone en evidencia el mal hábito que tenemos al reducir el amor al sentimiento, lo que nos lleva a equivocarnos a la hora de amar, ya que nuestras acciones terminan siendo una respuesta automática e inconsciente que surge de lo que sentimos, lo cual es egoísta y no acciones en función de lo que necesita la persona amada para poder crecer y desarrollarse. APor ello, concluimos que amar debiera ser el acto consciente y razonado de dar y no de recibir.
En este orden de ideas, amar implica el respeto y la aceptación de la persona amada, ¡como es!, o sea que, si queremos cambiar a la otra persona, además de que no tenemos ese derecho, la intención en sí es un acto de desamor. Finalmente, amar lleva intrínseco el ejercicio de la libertad, el amor no florece bajo dominio, obligación, esclavitud o control, porque solo siendo libres, los humanos podemos ser, crecer y desarrollar nuestro potencial. Conclusión, parafraseando a Bucay: Amar…es ayudar, apoyar, impulsar y fortalecer al otro, para que sea quien es en libertad… Así de sencillo.
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Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser, Sr. y Santiago Heyser, Jr.
Escritores y soñadores