Diálogos de vida/Santiago Heyser, Sr. y Santiago Heyser, Jr.
“Pensar VI: Inteligencia Intelectual”
La inteligencia intelectual está basada en nuestra capacidad de razonamiento, en lo cognitivo, en nuestro pensamiento lógico y en la capacidad de simbolizar, nos sirve para controlar y medir el mundo.
La inteligencia intelectual es la que la mayoría de nosotros conocemos simplemente como “inteligencia”, en términos generales la percibimos como nuestra habilidad de pensar… pero, aunque es una de nuestras más valiosas capacidades, no necesariamente es una habilidad que dominemos, entendamos, tengamos claro sus capacidades, alcances y limitaciones, ni mucho menos que nos esté llevando a una buena vida.
La mayoría creemos ser muy inteligentes, ¡qué otra cosa podría decir nuestro ego!, pero tener la capacidad de razonar no significa que la usemos, que la usemos bien o que desarrollemos todo su potencial. Nuestra capacidad de pensar funciona la mayor parte del tiempo en modo automático; al igual que la respiración, podemos tener un control consciente, pero si no lo hacemos seguirá funcionando sola, de hecho, miles de procesos corporales suceden gracias a nuestra mente sin nuestro control y sin que nos demos cuenta de ello; visto desde otra perspectiva, ¿cuantas veces hacemos algo o decimos cosas sin darnos cuenta?,… la clave para usar nuestro potencial intelectual está en pensar de manera consciente, en tener un control real y permanente de nuestro razonamiento.
Hay que considerar que nuestro cerebro procesa datos a partir de la información que tiene. Parecido a una computadora, nuestro cerebro solo puede hacer funciones a partir de los “programas o datos que le cargamos”, lo que pensamos surge a partir de la información que hemos recibido, incluidas todas las experiencias que hemos tenido a lo largo de nuestra vida, por este motivo tendemos a tener una forma de pensar que en general concuerda culturalmente con nuestra familia, educación, religión, país, época, cultura, nivel socioeconómico, estudios, etc., digamos que estos son los “programas” que hemos cargado a nuestra computadora cerebral en el proceso de vivir, y generamos ideas y pensamientos a partir de ellos; creemos cosas a partir de la información que de forma azarosa recibimos. La expresión: “El que es martillo cree que todo es un clavo”, evidencia con ironía que nuestra forma de ver el mundo, y de pensar, termina por estar condicionada y limitada por la información que recibimos, sin siquiera tener la oportunidad sobre todo cuando somos pequeños, de evaluar, filtrar y en su caso rechazar información que no contribuye a mejorar nuestra vida… nuestra personalidad se definió sin que nos demos cuenta; y esto seguirá sucediendo en automático a menos que comencemos un proceso consciente de evaluación, filtro y “actualización” de nuestros “programas”, ideas, creencias y formas de pensar; lo cual nos puede llevar a dejar de creer en lo que nos dijeron que creamos, a dejar de pensar como nos dijeron que pensemos y en consecuencia, a dejar de actuar como actuamos cuando lo hacemos sin pensar. Viene a mi mente la reflexión que escuché decir al papá de una amiga: “Te eduqué lo suficientemente bien, como para que ahora siendo adulta corrijas tú sola lo que te eduqué mal”.
La inteligencia no sólo tiene que ver con el Coeficiente Intelectual (C.I.), con sacar buenas calificaciones, con nuestro desempeño en el trabajo, con hacer un posgrado o con “alcanzar el éxito”. Quizás, solo quizás, deberíamos de medir la inteligencia por la capacidad de ser felices, y a partir de ahí el uso de la inteligencia debiera verse reflejado en áreas como en la calidad de vida que tenemos, la forma en la que interactuamos con el mundo y la educación de nuestros hijos: reflexionando, evaluando y corrigiendo de forma constante nuestro actuar. Ser inteligentes significa hacer cosas beneficiosas para nuestra vida, corregir malos hábitos y cuidar nuestra salud… quienes dicen: “así soy”, justificándose, no son inteligentes. Ser inteligentes y pensar, nos conduce a llevar una vida más racional, lo que nos permite evaluar nuestras relaciones personales y la forma en la que contribuyen a nuestra vida.
Cuando usamos la inteligencia, nos damos cuenta que no podemos vivir de manera aislada sin considerar a las demás personas y a nuestro entorno, porque un entorno en deterioro social y ambiental termina afectando nuestra calidad de vida en mayor o menor grado. Si somos inteligentes, se hace evidente que vivir bajo un modelo de consumo al infinito terminará por acabar con los recursos de nuestro planeta condenando a la especie humana y otros seres vivos a la extinción, lo que ya sucede desde hace un par de décadas y podría definirnos como una especie irracional.
La inteligencia humana, nos ha llevado a crear máquinas impresionantes con un nivel de tecnología espectacular y nos ha permitido alcanzar niveles de comodidad nunca antes vistos en la historia, sin embargo, mientras no suceda que todas las personas cubran sus necesidades básicas y puedan ser felices, mientras no vivamos en armonía social todos, utilizando sistemas energéticos y de producción sustentables, protegiendo y respetando toda expresión de vida en el planeta,… podemos ser astutos, pero no somos la raza inteligente que creemos… ¡Así de sencillo!
(*) La Inteligencia Emocional. Daniel Goleman. Ed. Vergara. 2007.
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Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser, Sr. y Santiago Heyser, Jr.
Escritores y soñadores