Diálogos de vida/Santiago Heyser, Sr. y Santiago Heyser, Jr.
“Comunicación III: Las palabras significan”
Es sorprendente la cantidad de veces que usamos palabras imprecisas o equivocadas para comunicarnos, asumiendo que la otra persona entiende lo que queremos decir a pesar de nuestro error.
Es muy común encontrarse con la sorpresa de que lo que dijimos no fue comprendido (como lo pensamos) por nuestro interlocutor, como es común que la respuesta que recibimos resulta extraña o sin sentido por errores en la comunicación. Hay errores de interpretación que dan risa, pero los hay que generan situaciones desafortunadas y conflictos personales que, en situaciones extremas pueden generar la ruptura de la relación.
El origen o causa de los errores o problemas en las comunicaciones son diversos; desde diferencias culturales, pasando por interpretaciones disímiles de las palabras, hasta interpretaciones en conflicto respecto al tono o énfasis de los temas tratados; de hecho, podríamos hacer una larga lista de los errores que cometemos al comunicarnos con otras personas, de los que ni siquiera nos damos cuenta y que terminan jugando en nuestra contra respecto al objetivo que buscábamos al comunicarnos. La buena noticia es, que del universo de errores posibles que podemos cometer, existen algunos, la minoría, que representan la mayoría de los equívocos que cometemos constantemente, por lo que, al corregirlos, mejoraremos significativamente la eficacia de nuestra comunicación y consecuentemente nuestras relaciones.
Un amigo me dijo: “Las palabras significan, no se interpretan”. La contundencia de la sentencia es inapelable, a tal grado, que en términos de comunicación es de las primeras lecciones que deberíamos enseñar a los niños cuando comienzan a hablar. Reconozcamos, es sorprendente la cantidad de veces que usamos palabras imprecisas para comunicarnos, asumiendo que la otra persona entiende lo que queremos decir a pesar de nuestro mal léxico, sin darnos cuenta que, en muchas ocasiones las personas interpretan “literalmente” lo que decimos; después de todo, si decimos algo, por qué esperar que nuestro interlocutor entienda algo que no dijimos; por ejemplo, sobre este asunto podría decir: “todas las personas cometen este error”, lo cual es impreciso porque no son “todas” (dado que no tengo esa certeza), cuando digo “todas” lo que quiero decir es “la mayoría”… ¿te suena familiar? Entonces “todas” no significa lo mismo que “la mayoría”, ¿cierto?... las palabras significan, no se interpretan; interpretar que “todas” es lo mismo que “la mayoría”, es un error.
¿Cuántas veces nos han preguntado, ¿cómo estás?, y contestamos “bien”?, sabiendo de antemano que no es cierto. A pesar de eso, esperamos que la persona que nos preguntó entienda que en realidad “no estamos bien” y que esperamos nos consuele o nos pregunte “¿qué te pasa?”, porque nos parece obvio que, aunque dijimos que “estamos bien”, en realidad no lo estamos. La pregunta es: ¿por qué asumiría nuestro interlocutor que no estamos bien, después de decirle que “estamos bien”?… Lo que debería llevarnos a reflexionar, si no estamos “bien”, ¿por qué comunicamos otra cosa?, ¿por qué no contestamos verazmente: estoy triste, o, no ha sido mi mejor día, o, estoy de mal humor? En el ejemplo, parece que buscamos la comprensión de nuestro interlocutor a través de un doble mensaje, el verbal que dice “estoy bien” y el corporal que expresa que “no estoy bien”, cuando lo correcto es comunicar: no estoy bien, pero no quiero hablar de ello, o, no estoy bien pero no es tu asunto, o, no estoy bien, pero, ¿si te importo?, quiero que insistas porque necesito tu apoyo y comprensión sin mendigarlo; en otras palabras, pareciera que con una respuesta confusa o ambivalente buscamos matizar nuestro estado de ánimo o no mostrarnos vulnerables. El punto es que lo que decimos y el significado de las palabras que utilizamos no describe la verdad ni da claridad, aun así, asumimos que la otra persona entiende y tiene la obligación interpretar lo que le dijimos y la intención de lo que dijimos de manera precisa, lo que es improbable que suceda, por una sencilla razón, ¡no es lo que dijimos!
La realidad es que tenemos malos hábitos al comunicarnos y muchos errores en el conocimiento e interpretación de las palabras y, aunque para algunos esto pueda parecer exagerado, es un hecho que terminamos teniendo conflictos por asumir que otras personas nos entienden cuando en realidad nos estamos comunicando mal y no nos están entendiendo. Muy bien, dirás, estimado lector, pero: ¿cómo se soluciona una mala comunicación?, primero a través de la retroalimentación; algo así como preguntar: ¿Qué entendiste?, segundo, ¡leyendo!, la lectura aumenta nuestro vocabulario y conocimiento sobre el significado de las palabras, tercero, ¡estudiando!, agarrando el diccionario para conocer el significado correcto de las palabras, para aumentar nuestro vocabulario y usar las palabras correctas, al tiempo que asumimos un compromiso honesto de expresar con verdad lo que sentimos y pensamos, para comunicarnos correctamente… ¡Así de sencillo!
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Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser, Sr. y Santiago Heyser, Jr.
Escritores y soñadores