Diálogos de vida/Santiago Heyser
“A mis hijos y a los tuyos”
Tuve una niñez feliz, si bien mi padres se divorciaron cuando yo era pequeño, mi madre, manicurista y maestra de natación se preocupó de darnos, a mi hermano a mí, una buena educación y una buena vida.
En lo económico tuvimos limitaciones, pero no carencias. Yo no tenía dinero para comprarme unas papitas o un refresco en el recreo, pero, ayudando a los compañeros con sus tareas, ellos me invitaban, nunca sufrí por ello y me sentía importante y listo.
Tuve buena educación familiar y escolar, en escuela lasallista, también fui niño de la calle. Regresando de la escuela, después de comer y hacer la tarea, mi vida era en la calle con los amigos del barrio jugando canicas, cochecitos, trompo, balero y una que otra cascarita con cualquier tipo de pelota, con las niñas jugábamos a las escondidas, bebeleche y a las cebollitas… ¡Tuve una niñez feliz!
Para fines prácticos crecí sin papá; a los 35 años lo busqué y lo encontré; lo disfruté 12 años, viajamos y nos divertimos juntos. Mi padre fue un hombre trabajador, honesto y mujeriego, tuvo 5 matrimonios y muchos amigos leales que lo querían y respetaban, sus exmujeres no tanto.
Todo esto viene a cuento porque, en mi experiencia como padre, como director de un bachillerato y como adulto; me he encontrado múltiples problemas que impiden el desarrollo del individuo a partir de experiencias de su niñez, algunos conscientes, otros inconscientes.
La vida no es perfecta, unos nacemos pobres, otros nacen ricos, unos nacen en países donde la libertad prevalece, otros nacen en dictaduras, unos tienen oportunidades de estudio y desarrollo, otros no; y sobre todo, unos tienen padres nutritivos, otros tienen padres castrantes y muchos no tienen padres, ya sea porque estos murieron o solo porque están ausentes o son desobligados. En algunas familias los padres se unen y colaboran, en otras discuten y pelean convirtiendo a los hijos en terreno de guerra… Nadie decidimos, el azar o la suerte nos ponen en un entorno social o familiar, en una nación, con una religión o en una época histórica, así es la vida, así es la suerte, así es el destino; podemos quejarnos o podemos, por decisión propia y con nuestro esfuerzo, en nuestro tiempo de vida y con nuestra realidad alcanzar nuestra plenitud personal y tener una vida satisfactoria, sea cual sea nuestro origen y circunstancia, y así, en un descuido, ser felices o podemos pasarnos la vida quejándonos de nuestra mala suerte y echarle la culpa a los demás y jodernos solos… ¡Es nuestra decisión!, es nuestra vida.
No es poco común escuchar a personas que se quejan de sus suerte, o porque nacieron con limitaciones o en un entorno no favorable o dentro de una familia que más que ayudar frenaba… Todos tienen razón, repito, no hay vidas perfectas, es la realidad humana; conozco el caso de familias ricas, con todas las ventajas e hijos alcohólicos y/o buenos para nada, conozco personas de origen humilde, que nacieron con desventajas pero que con esfuerzo y dedicación lograron superar sus desventajas y ser exitosos. La diferencia está en cada uno de nosotros, no importa tu origen, tu cuna, tu color, tu religión o tu circunstancia, tu vida es tuya y tu destino también es tuyo; de lo que sí, tengo certeza de que quién se la pasa lamentándose de su mala suerte, de su mala cuna o de su destino, va a tener una mala vida y sus probabilidades de vivir bien son mínimas, desgraciadamente esto aplica a la mayoría de las personas, pocos son quienes, a pesar de circunstancias adversas, que todos tenemos, desarrollan un carácter que les permite luchar y que impulsa sus acciones para, con esfuerzo e inteligencia aprovechar las oportunidades, desarrollar sus habilidades y hacer lo que conviene para mejorar sus vidas y tener éxito; entendido el éxito, no como la acumulación de riqueza o de poder, sino como el alcanzar una vida plena y satisfactoria ¡De ti depende!... ¡Así de sencillo!
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador