De Tlacaélel a Trump
A Maísa y Vasco, mis hermanes, por su cumpleaños.
En el siglo XIII de nuestra época, los Aztecas no eran los Aztecas; para el siglo XIV, los Aztecas ya eran Aztecas, pero aún no eran “Los Aztecas”; es hasta que, entre 1427 y 1430, los fundadores y habitantes de México-Tenochtitlan vencen al pueblo de Azcapotzalco y forman la Excan Tlatoloyan -Triple Alianza- con el pueblo de Texcoco y el de Tlacopan, que podemos empezar a hablar del esplendor Mexica.
Esplendor y gloria que no duró ni 100 años. En 1521 caía la Gran Tenochtitlan en manos de los españoles, obviamente ayudados por otros pueblos habitantes de Mesoamérica, enemigos de los Aztecas, o de su yugo para ser más precisos, también antepasados nuestros.
Dice la historia, obviamente no sin sus correspondientes detractores, que en la guerra contra Azcapotzalco y en la formación de la Triple Alianza, fue fundamental un noble Azteca llamado Tlacaélel, nacido en el año 10 del Conejo -1398-, hijo Huitzilihuitl (Tlatoani 1391-1415) y hermano de Chimalpopoca (Tlatoani1415-1426) y de Moctezuma Ilhuicamina (Tlatoani 1440-1468).
Desde esa época y hasta su fallecimiento en 1475, Tlacaélel fue consejero (Cihuacóatl) de 3 Tlatoanis: Itzcóatl (1427-1440), Moctezuma Ilhuicamina (1440-1468) y Axayácatl (1469-1481). Se puede argumentar, sin demerito de dichos Tlatoanis, que su continuidad tras el trono y por ende las de sus ideas y directriz místico-guerrera, fue lo que permitió a un pueblo joven, sin mayor historia, consolidarse hegemónicamente en un lapso bastante breve, en parámetros históricos, en el área central de Mesoamérica.
Lo anterior me lleva a la reflexión de que la continuidad de ideas, rumbo o directriz, siendo idóneas, es lo que permite consolidar el desarrollo de una nación; esta teoría es la que ha hecho que infinidad de estadistas a lo largo de la historia, busquen su permanencia en el poder para evitar el cambio de viraje que impida la consolidación de su proyecto. Obviamente que la permanencia del autor garantiza la continuidad; sin embargo, como la historia nos ha enseñado, el progreso bajo esta receta, atenta contra la democracia y las libertades básicas.
Luego entonces, el objetivo de todo estado democrático debe ser el de consolidar el rumbo y convencer a la inmensa mayoría de las y los involucrados, de que las formas y las personas pueden cambiar, pero no la estrategia central.
Lo que me lleva ahora a nuestro vecino del norte, los Estados Unidos, quienes en un plazo breve (menos de dos siglos) y sin grandes antecedentes históricos, como los Aztecas, se volvieron un Hegemón y no solo de su continente, sino del mundo entero.
¿A que lo podemos atribuir? Simple, siguiendo nuestra tesis inicial, sería a la continuidad de su doctrina y visión, que, a pesar de las épocas y sus cambios de gobierno constantes entre republicanos y demócratas, continúan inmutables en esencia. Si bien hay diferencias sustanciales entre unos y otros, en temas fiscales y de libertades individuales, entre otros, parece muy acertado un viejo chiste gringo que refiere que la principal diferencia entre estos dos partidos es el color de su papelería, roja la de los republicanos y azul la de los demócratas.
Y así fue todo el siglo XIX y XX, sin embargo, en el siglo XXI, un personaje peculiar irrumpió en la escena política, Donald Trump, poniendo en riesgo la hegemonía de ese país a nivel mundial y hasta su democracia, aunque esto ultimo pueda sonar exagerado, lo cierto es que la erosionó.
Lo que el “trumpismo” cuestionó, fue el proyecto democrático y la figura paternal de Estanos Unidos sobre el resto del mundo; pretendiendo cambiar la teleología que ha seguido ese país desde que se sintió afianzado como nación independiente. Esta irrupción política es, a mi juicio, el comienzo del final de ese imperio; mientras tanto los chinos con su letal arma suave conocida como “TikTok”, hacen fila para recoger la estafeta de Hegemón.
Dejando la geopolítica de lado, podemos decir que el reto de México como nación, es establecer una ruta de viaje en la que estemos comprometidos los más, luego la sigamos por al menos unas 3 décadas, con cambios constantes de timoneles; y entonces, sí la estrategia fue correcta, habremos cambiado el rostro social y económico de este país, el cual hoy día es inequitativo y crispado políticamente hablando.
Labor nada sencilla, para lo cual necesitamos muchos émulos de Tlacaélel y ninguno de Trump.
Otrosí: Sobre Tlacaélel en el Códice Ramírez: “…no siendo rey, hacía más que si lo fuera… porque no se hacía en todo el reino más que lo que él mandaba.”