De la nostalgia al nuevo ardor religioso/Felipe de J. Monroy
De la nostalgia al nuevo ardor religioso
Felipe de J. Monroy*
Desde el sur de España, el historiador Mario Sarmiento me comparte en video las majestuosas y masivas procesiones de la Semana Santa en aquellos lugares: grandes bandas de viento y percusiones que inundan pueblos enteros con las notas lastimeras de la Pasión, cientos y cientos de cofrades enfundados en solemnes hábitos y capuchas, millares de ceras escamadas encendidas, toneladas de flores, monumentales efigies de Cristo y la Virgen que, llevadas en andas, presiden en todo lo alto las masivas concentraciones públicas… de jóvenes.
Uno pensaría que estas cofradías y procesiones religiosas estarían sólo conformadas por ancianos y jubilados, pero no. Al parecer estos actos comienzan a atraer a más jóvenes cuyo sentido de la religión no es desde la nostalgia sino desde la cultura y el arte, del comunitarismo sensible.
Al mismo tiempo, leo un reportaje que afirma ha crecido el número de cofradías en España: 10 mil organizaciones de cofrades que en Semana Santa organizan sendas procesiones con Cristo y la Virgen. Al artículo lo ilustra la fotografía de un joven andaluz que no tendrá más de 25 años, cabello y barba en plan milenial, arete de plata con crucifijo y la mirada abierta, entregada al acto, absolutamente devota. El reporte es más esclarecedor: los nazarenos (los que cargan una pesada cruz de madera en procesiones públicas) han pasado de un millón a tres millones en la última década; sólo en Sevilla, de 100 mil miembros cofrades que había en 1998, hoy son más de 215 mil. El fenómeno llama la atención por las voces que afirman que la secularización es un proceso inevitable y que sólo va en una dirección.
De vuelta a México, es notorio que poco a poco se van afirmando (entre ciertos jóvenes) algunas tradiciones de religiosidad popular que parecían estar condenadas al olvido o al oscuro rincón del hogar de una anciana. El joven artista plástico Luis Alberto Rosales, por ejemplo, lleva una larga trayectoria diseñando y montando altares devocionales con un giro contemporáneo a los novohispanos. En su labor ha buscado rescatar el Altar de Dolores, una tradición nacida en México para “distraer a la Virgen del dolor”; los Monumentos Ornados del Jueves Santo; Ofrendas y Relicarios para Día de Muertos y Todos los Santos; Nacimientos llenos de simbolismos populares; etcétera. No es el único; decenas de diseñadores, grabadores, pintores, escultores e incluso orfebres y talladores trabajan en versionar clásicos de la plástica religiosa novohispana.
La plástica sobre temas religiosos comienza a pasar de la agresión a una nueva valoración del carácter cultural del costumbrismo y la fiesta. Hay interés por este arte-objeto devocional, a mitad de este año por ejemplo, el Antiguo Colegio de San Ildefonso en México recibirá 160 piezas de arte directamente de los Museos Vaticanos. Los objetos son artísticos y devocionales al mismo tiempo; por ejemplo, la réplica de la tumba de San Pedro es igual una pieza maestra del arte como un símbolo del incesante peregrinaje de católicos a la Basílica de San Pedro en Roma.
Y las procesiones religiosas también crecen en interés por parte de la comunidad juvenil en México. Es el caso de la Procesión del Viernes Santo de Puebla de los Ángeles, sus organizadores afirman que es la más numerosa del continente americano y en su equipo de coordinadores comienzan a verse más rostros jóvenes. Estas procesiones estuvieron prohibidas en México desde 1862 y fueron reanudadas en 1992, por lo que son tradiciones ‘recientes’ o quizá ‘recuperadas’ que crecen en participantes y en espectadores. El comité de esta procesión poblana, por ejemplo, planea una transmisión en vivo para los más de mil 500 usuarios que tienen interés en seguir vía internet esta singular tradición que convoca a más de 180 mil asistentes.
Sobre las representaciones del Viacrucis de la Pasión de Cristo el tema es casi inabarcable. Las autoridades de la Ciudad de México registran más de 180 representaciones simultáneas en la capital; las más populosas en Iztapalapa y San Pedro Cuajimalpa. Pero decenas de mayordomías preparan sus propias representaciones de Semana Santa con sendas efigies de Cristo, algunas con más de tres siglos de antigüedad.
Sin lugar a dudas, la secularización de una sociedad forjada en tradiciones religiosas se deja notar en la Semana Santa cuando millones de ciudadanos prefieren acudir a exóticos viajes de descanso a playas y resorts en lugar de participar de los actos conmemorativos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús; pero no cabe duda que la fibra devocional aún se manifiesta en estas fechas ‘de guardar’ y se actualiza con inquietudes artísticas y culturales contemporáneas.
*Periodista y analista en temas religiosos
@monroyfelipe