Cosas de corcholatas
Cuando uno le pone una etiqueta a algo o a alguien, es muy difícil identificar de otra manera. Ese es quizá uno de los problemas que tenemos las personas, ponemos etiquetas con mucha facilidad y en ocasiones sin relación evidente. Es la forma en que nuestro cerebro clasifica las cosas, las ordena y las identifica. Es el clásico ejemplo del mataperros: así sea una única vez en la vida, en un accidente imprudencial, involuntario e indeseado, pero alguien mata un perro y le ponen el mataperros. Así funcionan los apodos, las referencias de la gente, las historias afortunadas y desafortunadas con las personas, las características buenas y malas que todos tenemos. Todo son etiquetas.
Ahora en la jerga política surgió el témino de “corcholatas”, utilizado para designar al antiguo “tapado” presidencial o aspirante a suceder al mismísimo presidente de la república, cuyo término se atribuye al caricaturista Abel Quezada. Eran tapados porque todo eran solamente suposiciones, rumores pero nada de declaraciones abiertas, entonces había que “esperar los tiempos” y con esa frase los aspirantes se convertían en tapados. Pero la supuesta transformación llegó y cambiaron hasta los términos. Una mañanera cualquiera el presidente López Obrador determinó llamarle “corcholatas” a los aspirantes, quesque porque ya están destapados. Por supuesto destapados por él, quien se ungió a sí mismo como el destapador.
Pero la metáfora de las corcholatas dice un poquito más que solamente la senil jocosidad del presidente. Una corcholata es una tapa, que cierra a presión y herméticamente, conservando de manera segura lo que los envases contienen. Son también desechables, no sirven para mucho después de destaparlos, si acaso para hacer las veces de rondana artesanal y desaparecer oxidada. No sirven para más. Protegen durante un corto tiempo, adornan un poco, aseguran que nada escape y después de destapadas se convierten en basura. Así son las corcholatas, las que con algo de pericia y barrio pueden salir disparadas con un chasquido de dedos, lejos para desaparecer en el olvido.
Hoy tenemos por obra y gracia del primer mandatario de México a seis relucientes corcholatas. Esa etiqueta les acompañará de aquí a que una de ellas se convierta en algo así como la rondana artesanal que sujete el proyecto de la cuarta transformación. El resto, más allá de las promesas que solamente se cumplen a voluntad de quien gobierne en 2024, pasarán a ser unas simples corcholatas.
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