Contrafilo/José García Segura
Ni en 1940, cuando el general revolucionario Juan Andrew Almazán intentó ser Presidente de México hubo tanta división social como antes de que el abanderado de MORENA, Andrés Manuel López Obrador se alzara con una abrumadora victoria en los comicios del 1 de julio.
Andrew Almazán desafió, hace 78 años, a otro general, el Presidente Lázaro Cárdenas del Rio.
Desafió a Tata Lázaro al asumir la candidatura presidencial, respaldada por los partidos Laborista Mexicano (PLM), Acción Nacional (PAN) y por supuesto, el Partido Revolucionario de Unificación Nacional (PRUN).
Juan Andrew Almazán intentó derrotar al candidato del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) del cual surgió el PRI, Manuel Ávila Camacho, quien obtuvo el 93.89% de los votos.
Ni con Andrew Almazán en los años 40 del siglo pasado, ni con López Obrador hace apenas un mes hubo levantamientos armados o alzamiento social, aunque a decir verdad, la sombra de un eventual fraude estuvo presente.
Pasado mañana, miércoles 8 de agosto, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) validará la elección del 1 de julio y declarara al abanderado de Morena Presidente Electo de México.
Mientras eso sucede y de cara a la anhelada reconciliación, el viernes de la semana anterior hablaron, en privado, el virtual mandatario y el ex candidato del PRI, José Antonio Meade quien al parecer será Vice Gobernador del Banco de México a partir del 31 de diciembre.
Días antes, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, integrante de lo que el tabasqueño llama 'mafia del poder' había escrito: "Cada uno en su ámbito de responsabilidad habremos de apoyarlo porque si al presidente López Obrador le va bien, a México le irá bien".
"Bienvenida la reconciliación que permita la unidad de la República. Es por México. Siempre primero México", acotó el hombre que gobernó a México de 1988 a 1994.
Como dijera Meade, esta vez la ciudadanía tomó una decisión, favorable a López Obrador.
Avancemos con el nuevo Presidente hacia el desarrollo integral del Istmo de Tehuantepec, la construcción de universidades públicas y del Tren Maya; la modernización de refinerías y la mejora sustancial del salario mínimo general.