Contexto
La pandemia y la economía CLXIII...Las cotidianas agresiones presidenciales en las mañaneras. La crisis de Tamaulipas y el conflicto con Estados Unidos por el fentanilo y la inseguridad fronteriza.
Es tal el desgaste de las conferencias mañaneras donde han prevalecido las mentiras, los insultos, las calumnias, las burdas adulaciones y “los otros datos”, que por cierto no coinciden con la realidad, que la mayoría de los mexicanos están muy molestos con el presidente Andrés Manuel López Obrador que no se ha comportado como un estadista, sino más bien como dirigente de un partido político.
Apenas la semana pasada, cuando una reportera le preguntó sobre un asunto de espionaje por parte del equipo de inteligencia militar que intervino de manera ilegal los teléfonos del defensor de los derechos humanos de Tamaulipas, Raymundo Ramos, y de dos periodistas, y negarse a que asista a una mañanera el propio director de inteligencia militar, general Audomaro Martínez, para que explique si realiza trabajos de inteligencia o espionaje, López Obrador respondió tajante que los reporteros y sus adversarios no impondrán la agenda.
“Es un periodismo que representa al conservadurismo, a los corruptos, a lo que se sentían dueños de México y que ahora ya no tienen los privilegios que tenían antes, ese es el fondo” señaló el tabasqueño y agregó que antes estaban al servicio de una oligarquía y ahora en México hay una auténtica democracia y se gobierna en beneficio del pueblo, sobre todo para los más humildes; ya no se permite la corrupción y lo que se le entregaba a los comunicadores convencionales, a los periodistas famosos, bla, bla, bla…a lo que la reportera jamás le respondió porque ese no era el tema. Y López Obrador desvió el asunto para seguir agrediendo a otros periodistas diciendo que recibieron dinero de otros gobiernos ya sea por publicidad o por otras prebendas, pero no respondió el tema de fondo.
La reportera del portal Animal Político, dijo que la Sedena espió de manera ilegal, y ante las críticas presidenciales a su medio, ésta indicó: “Y, bueno, nada más, nuevamente para la gente que nos sigue en esta transmisión, sólo recordarle que R3D y Artículo 19, fueron las organizaciones que dieron a conocer en el sexenio de Peña el espionaje que hizo; que Animal Político publicó la Estafa maestra y las empresas fantasma de Duarte; que Proceso y también Aristegui han hecho diversas investigaciones en los sexenios anteriores. Y, bueno, nada más agradecerle el espacio, presidente, y, por supuesto, dejarle las pruebas de lo que publicamos.
Pero López Obrador es insensible a la crisis que generó en Tamaulipas --estado que gobierna Morena por primera vez-- el secuestro de cuatro ciudadanos estadounidenses, de los cuales dos fueron asesinados, por un grupo de sicarios del grupo de los “Escorpiones” del Cartel de Golfo. Previamente a esto, ocurrido en Matamoros, en Nuevo Laredo, la madrugada del domingo 26 de febrero, militares abrieron fuego contra un grupo de jóvenes que regresaba de divertirse. Cinco murieron y uno sobrevivió.
Casi de manera simultánea el exfiscal con Trump, William Barr, retomó en un artículo publicado en The Wall Street Journal una propuesta de los representantes Dan Crenshaw y Michael Waltz para utilizar el ejército estadounidense contra los cárteles en México. “Este es un paso necesario y pone el foco donde debe estar”, puntualizó Barr. A raíz de ello, ambos legisladores estadunidenses tomaron fuerza en medios y redes sociales:
Crenshaw publicó en Twitter: “Todo lo que queremos es enfrentarnos finalmente a los poderosos elementos criminales que aterrorizan al pueblo mexicano, sobornan y amenazan a los políticos mexicanos y envenenan a los estadounidenses. ¿Está en contra de eso, señor presidente? ¿A quién representa? ¿Los cárteles o el pueblo?”
Y sus palabras calaron y hondo en López Obrador quien de inmediato respondió:
“Ahora uno de los coordinadores del Partido Republicano planteó que van a presentar una iniciativa para que las fuerzas armadas de Estados Unidos intervengan en México para el combate al narcotráfico; en especial, para evitar, según él, que llegue de México el fentanilo a Estados Unidos. De una vez fijamos postura: nosotros no vamos a permitir que intervenga ningún gobierno extranjero y mucho menos que intervengan fuerzas armadas de un gobierno extranjero en nuestro territorio”.
Y luego de su postura patriotera, amenazó: “Y si no cambian su actitud y piensan que van a utilizar a México por sus propósitos propagandísticos, electoreros, politiqueros, nosotros vamos a llamar a que no se vote por ese partido, por intervencionista, inhumano, hipócrita y corrupto. Porque lo que dijo este senador no lo admitimos. A México se le respeta”. En tanto, El embajador del vecino país del norte, Ken Salazar, aseguró que EU no descansará hasta que se haga justicia por muerte de sus connacionales.
Y el pasado viernes siguió con sus irreflexivas agresiones: “¿Qué se creen estos mequetrefes, intervencionistas, prepotentes?”.
Pero lo grave del asunto, no es el conflicto con Estados Unidos. En Tamaulipas, el control de esa entidad federativa está en manos de criminales. Allá, nada se mueve sin que lo sepa el Cártel del Golfo, que tiene en Matamoros un santuario desde donde se dirige la guerra contra el Cártel del Noreste, que tiene su base en Nuevo Laredo, y con el que disputa el control en la zona llamada ribereña, que comprende Ciudad Gustavo Díaz Ordaz, Nueva Ciudad Guerrero y Miguel Alemán.
Coincido con Raymundo Rivapalacio en que desde 1985, cuando secuestraron en Guadalajara al agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, no se había visto una reacción pública y generalizada en Estados Unidos –gobierno, políticos y medios– tan encendida como ahora, con la privación de la libertad de cuatro ciudadanos estadounidenses en Matamoros, y que crecerá tras la ejecución de dos de ellos. El episodio, como sucedió hace 38 años, provocó una crisis en el gobierno mexicano. Hay un problema de Estado, y el gobierno mexicano quedó envuelto en sus propias contradicciones y mentiras.
El gabinete de seguridad federal y el gobierno tamaulipeco, que encabeza el morenista Américo Villarreal, se reunieron con el presidente Andrés Manuel López Obrador, y conocían al detalle desde hace meses las operaciones criminales en Matamoros, una plaza totalmente controlada por el Cártel del Golfo. No había acciones contra esa organización criminal en la ciudad, que ha sido su bastión por años, porque no estaba bajo disputa. En sus calles operaba, de manera impune, el grupo armado del cártel, llamado Escorpión, responsable directo del secuestro y asesinato de los estadounidenses.
Matamoros es una de las 13 ciudades hermanas en la frontera con Estados Unidos, vecina de Brownsville, que, a falta de acceso al mar de la ciudad tamaulipeca, depende del cercano puerto de Brownsville para las exportaciones marítimas. En esa ciudad, centro de control de todas las actividades del Cártel del Golfo en Tamaulipas y en San Luis Potosí, donde también tienen fuerte presencia, se da una febril actividad criminal, como el tráfico humano, el contrabando de todo tipo de mercancías, incluidos los combustibles, y el control de la aduana, que actualmente está administrada por la Marina.
Llamó la atención, sin embargo, que el Cartel del Golfo entregó a la fiscalía general de Justicia del estado de Tamaulipas a cinco personas relacionadas con el secuestro y el asesinato de ciudadanos estadounidenses en el municipio de Matamoros; además de que hayan revelado el lugar en dónde tenían secuestrados a los otros dos, donde la policía arrestó a otro delincuente más y que produjo el show de la conferencia mañanera.
Como parte de la carpeta de investigación, la fiscalía los consignó por el asesinato de una mujer mexicana, por el asesinato de dos estadounidenses y por el secuestro de cuatro ciudadanos norteamericanos. El secuestro y la ejecución de los estadounidenses dejó expuesto al gobierno mexicano. Por un lado, la rapidez con la que las autoridades encontraran a los estadounidenses explica la celeridad con la que los criminales se deshicieron de una bomba que les estalló en sus manos, no una eficiente investigación, lo que confirma que Tamaulipas es controlado por criminales, a los que, por cierto, a López Obrador le gusta abrazar.
El otro tema que incendió la relación entre México y Estados Unidos y cambió la actitud del gobierno del presidente Joe Biden con el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene que ver con la producción de fentanilo. En la culminación de un mes de mensajes directos desde el Capitolio de legisladores y funcionarios, esta semana Washington dejó caer en la ciudad de México toda la presión de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono, para hablar con el presidente y con su gabinete de seguridad, y volver a su país con el compromiso de que el combate a los cárteles de la droga y frenar el tráfico de fentanilo va a ser tomado en serio por Palacio Nacional.
Lo que más caló a los estadounidenses, son las mentiras de López Obrador quien dijo en una de las mañaneras que “no producimos fentanilo”. Cuando hace tres semanas, la Secretaría de la Defensa Nacional publicó un comunicado de prensa sobre el hallazgo en Sinaloa, de un laboratorio clandestino, “el de mayor capacidad de producción de droga sintética que se tenga registrado históricamente y durante la presente administración”, donde se procesaba fentanilo.
El 14 de febrero, informó que “personal del Ejército Mexicano llevó a cabo el aseguramiento de un centro de manufactura de pastillas de fentanilo” en las inmediaciones de Pueblos Unidos (municipio de Culiacán). Según el reporte, “se trataba del laboratorio con mayor capacidad de producción de metanfetamina”, la sustancia que los delincuentes mezclan con el fentanilo.
Los militares detallaron que aseguraron 128 kilos tres gramos de fentanilo granulado, 629 mil 138 pastillas “de probable fentanilo con un peso aproximado de 68.576 kilogramos”, más otros 100 kilos de metanfetamina y 750 de ácido tartárico, entre otras sustancias con que se cocina la droga 50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más potente que la morfina.
Lo que más le preocupa al Pentágono, agregó Dalton, que estuvo en la capital mexicana hablando con los jefes militares, es la creciente violencia en este país y el “profundamente preocupante” flujo de fentanilo a Estados Unidos. En la misma audiencia, el general Glen VanHerck, jefe del Comando Norte, agregó que los cárteles de la droga mexicanos son una de sus principales preocupaciones, y destacó que están utilizando dispositivos explosivos y pequeños drones para atacar a las fuerzas de seguridad.
El problema para Estados Unidos es de salud y policial, pero, sobre todo, de seguridad nacional. Mal está haciendo López Obrador si la única respuesta que da a la marejada que está llegando desde Washington es la narrativa nacionalista y declaraciones huecas, porque no las acompaña ningún soporte político y diplomático. Tiene que entender que se encuentra en una situación muy delicada en la relación bilateral y que la maquinaria política, diplomática, militar y de inteligencia del presidente Biden está alineada contra México. Las bravatas desde Palacio Nacional no tienen ningún efecto práctico.
Amagar con pedir a la comunidad mexicana en Estados Unidos que vote en contra el próximo año de los republicanos es una declaración sin trascendencia, porque López Obrador no tiene credibilidad entre las organizaciones mexicanas de allá. Su retórica le ayuda para la cohesión interna al envolverse en la bandera nacional, pero no ataja ni neutraliza la animadversión antimexicana que está creciendo en la clase política en Estados Unidos. Y faltan las sanciones económicas que puede recibir México por violar los acuerdos del Acuerdo de Libre Comercio y que tienen muy molestos a los gobiernos de Estados Unidos y de Canadá, en los rubos energéticos y de alimentos. En fin. Y los chairos todavía lo defienden. Un buen acuerdo sería desmantelar en ambos países a las bandas delictivas y sus respectivas cadenas de distribución de drogas, así como la venta de armas y el flujo del dinero sucio, pero eso no está en la agenda. Lamentable.