Claroscuros/José Luis Ortega Vidal
CLAROSCUROS
Ensayo para una desolación I. La guerra del agua.
José Luis Ortega Vidal
(1)
El doctor Gonzalo Aguirre Beltrán fue médico de profesión egresado de la UNAM y antropólogo con estudios en la Northwestern University en Evanston, Illinois, bajo la dirección del africanista Melville Herskovits y del etno-psicoanalista Irving Halowell.
Nativo de Tlacotalpan, Veracruz, Aguirre Beltrán fundó el pensamiento científico-social sobre la tercera raíz de la identidad mexicana: la de los negros que llegaron a la Nueva España en calidad de esclavos y provenientes de Africa.
Antes de Aguirre Beltrán los mexicanos nos asumíamos sólo como herederos de dos culturas: la indígena –enriquecedoramente múltiple por sí misma- y la hispana.
El estudio que el médico y antropólogo veracruzano elaboró sobre el pueblo de Cuajinicuilapa, Guerrero, a la que denominó la capital de los negros en México en su libro Cuijla, es un clásico de la historiografía y particularmente de los estudios antropológicos sobre nuestro país.
Alguna vez conversé con un veterano trabajador del Instituto Nacional Indigenista (INI) en Acayucan. Ya jubilado, don Carlos Mayo –ex vigilante y chofer de la institución fundada por Gonzalo Aguirre Beltrán- me contó sobre la presencia sorpresiva, alguna noche, del célebre intelectual mexicano en las instalaciones del INI acayuqueño.
El director local durante aquella época lo estaba esperando y juntos partirían al día siguiente a la Sierra de Soteapan.
Amigo personal del pionero de la antropología mexicana, Manuel Gamio; Rector de la Universidad Veracruzana, Gonzalo Aguirre Beltrán robaría muchas páginas, estudios, análisis, investigaciones, reflexiones sobre su obra.
Muchos especialistas lo han hecho y se han realizado Encuentros al respecto como las Jornadas de Homenaje a Gonzalo Aguirre Beltrán que llevó a cabo el Instituto Veracruzano de Cultura cuando era dirigido por la doctora Ida Rodríguez Prampolini.
Aquí, deseo hacer alusión a una creación conceptual realizada por este monstruo intelectual orgullosamente jarocho: el de las Regiones de Refugio.
Comparto párrafos del texto:
¿Qué son las regiones interculturales y las regiones de refugio indígenas?
“A partir de la redefinición de la teoría y la prácticas Indigenistas del Estado mexicano posrevolucionario (fenómeno que tuvo lugar en la década de los 50 con la creación de los primeros Centros Coordinadores Indigenistas del INI), se dejó de ubicar a la comunidad como destinataria principal de los programas, y se consideró a la región intercultural y a las regiones de refugio indígenas como las áreas de la acción gubernamental integral. Aunque a veces se emplean ambas expresiones como equivalentes, los textos del indigenismo de formulación más rigurosa reservan la primera –la región intercultural- para designar al espacio geocultural en donde interactúan indígenas y mestizos (o ladinos) y que consta de un núcleo rector (una ciudad primada) y su hinderland (*) que abarca un número variable de comunidades indígenas, formando estas últimas la región de refugio propiamente dicha.”*
Cita distinta dentro del referido texto:
“En esas regiones marginadas quedan comprendidas las zonas de refugio habitadas por indígenas, de lengua y cultura diferentes a la nacional, que, como inevitable residuo de su desarrollo histórico, han permanecido sujetas a la explotación de los grupos de población culturalmente más avanzados, enclaustradas en sus regiones de refugio, viviendo una vida de mera subsistencia y manteniendo inconmovibles sus antiguos valores y patrones de conducta, a favor de un conservatismo tenaz que crea motivaciones y actitudes contrarias al cambio y a la transformación (Aguirre Beltrán, 1987: 243).”**
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En un contexto históricamente permeado por la búsqueda de solución a la necesidad de agua apta para el consumo humano entre los habitantes del corredor industrial del río Coatzacoalcos –ciudades de Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque- que devino la construcción de la presa Yuribia en 1986, la relación del municipio de Tatahuicapan –sede de la presa- y sus similares receptores de agua de la cuenca Texizapan-Huazuntlán -entre otros afluentes- ha sido y es de índole dialéctica.
Es decir, si atendemos al concepto de Gonzalo Aguirre Beltrán los habitantes de la sierra de Santa Martha y San Martín Pajapan, también llamada sierra de Soteapan, han padecido siglos de colonialismo y abandono del moderno Estado mexicano fundado por Juárez a mediados del siglo XIX; sobreviviendo –entre otras herramientas- por sus vínculos con cosmogonías y prácticas ancestrales que les otorgan una particular relación con la tierra y con el agua.
Mientras el corredor mestizo de Coatzacoalcos-Minatitlán y Cosoleacaque no se industrializó y por ende no creció al grado de enfrentar problemas demográficos, de abastecimiento de agua para beber, contaminación de sus propios afluentes –el río Coatzacoalcos es uno de los casos más salvajes de crimen en contra de la naturaleza en aras de un modelo de enriquecimiento material, por cierto socialmente injusto, del que se tenga registro en México- la presa Yuribia no existió y de los pueblos indígenas asentados en la sierra sureña sólo se acordó el INI hoy convertido en Coordinadora Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).
(3)
La relación dialéctica –choque de intereses producto de contradicciones históricas- entre el corredor industrial sumamente más poderoso en todos los sentidos: económico, legal, político, punitivo y los pueblos indígenas del sur veracruzano, ha llevado a lo largo de 30 años a diversos costos que los débiles pagan, los fuertes no quieren pagar y al final pagamos todos.
La sierra de Soteapan está deforestada y la presa Yuribia planeada para 20 años de uso y sobreexplotada durante más de 30 recibe cada día menos agua porque los afluentes que la alimentan cada día contienen menos agua.
“El organismo internacional World Water Watch detectó plaguicidas, bacterias E.coli y Coliformes fecales en afluentes de los ríos Texizapan y Sochiapan que abastecen la presa Yuribia, de la cual consumen agua las poblaciones Coatzacoalcos y Minatitlán”. (Jorge Cáceres, Reportaje Costa Veracruz) ****
Durante los sexenios de Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa se politizó la problemática aquí expuesta y se contaminó de corrupción la relación con y entre líderes y autoridades de Tatahuicapan.
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La madrugada del jueves 5 de enero pasado un grupo de ejidatarios de Tatahuicapan se posesionó de la presa Yuribia y cerró sus válvulas. El gobernador Miguel Angel Yunes Linares hizo público que durante los últimos meses del gobierno duartista se entregaron –mensualmente- 2.5 millones de pesos a ejidatarios y autoridades de Tatahuicapan. El dinero, se dijo, en buena parte paraba en cantinas de la localidad y salía ilegalmente del presupuesto público veracruzano.
Yunes Linares anunció el fin de esta práctica corrupta, acusó al partido MORENA de estar detrás de la toma de la presa y el 8 de enero acudió personalmente a “liberarla”.
Al día siguiente, 9 de enero, publiqué Claroscuros con el subtítulo “Yuribia, el teatro”.*****
Hubo acuerdos previos entre enviados del gobernador Miguel Angel Yunes Linares y líderes de Tatahuicapan. Por la parte oficial estuvo Roberto García Alonso, un personaje polémico por prepotente, saltimbanqui de la política y sin preparación para atender un tema grave y profundo como el del Yuribia.
La diputada Rocío Nahle llevó –como punto de acuerdo- el tema a la Cámara Baja del Congreso de la Unión y pidió pruebas e informes al gobernador veracruzano. No ha habido respuesta hasta el día de hoy.
La solución que Roberto García Alonso dio al conflicto no sirvió y se tensaron las condiciones políticas en Tatahuicapan y la sierra. Desde el 12 de enero elementos de la Gendarmería Nacional y de la Secretaría de Seguridad Pública estatal resguardan Yuribia.
Es evidente que se sobrepolitizó un tema históricamente delicado; se vinculó a lo electoral una problemática de índole social; se tomaron acciones demagógicas y de implantación de la fuerza pública bajo un presunto empleo de elementos jurídicos: “La Constitución afirma que el agua es de todos y no de unos cuantos”, han dicho una y otra vez políticos, autoridades y voceros a modo.
Estamos ante el ejemplo del elefante en la sala. Los argumentos jurídicos son discutibles desde el reconocimiento que da la propia Ley a la diversidad étnica mexicana. Cito:
“La Constitución de la República y los convenios internacionales concuerdan que todos los gobiernos deben respetar la importancia especial que para las culturas y valores espirituales de los pueblos indígenas reviste su relación con los territorios que ocupan, y en particular los aspectos colectivos de esa relación. Asimismo deben reconocer a los pueblos indígenas los derechos de propiedad y posesión sobre las tierras que tradicionalmente ocupan. Además de establecer una protección especial sobre los recursos naturales existentes en sus tierras, incluyendo el derecho a participar en la utilización, administración y conservación de dichos recursos.”******
El empleo de la fuerza pública es un exceso igual o peor que las prácticas corruptas impulsadas por Herrera Beltrán y Javier Duarte. Es una violación a los derechos políticos de los pueblos indígenas de la sierra de Soteapan, expuestos en el párrafo anterior.
El elefante está en la sala, todos pasamos y nadie lo ve o hacemos que no lo vemos: se llama depredación de nuestros recursos naturales; abusos de unos sobre otros; corrupción en la que todos estamos involucrados: falta de preparación y visión de nuestras autoridades, aculturación; demagogia y falta de respeto a las Leyes.
No, Miguel Angel, no es a fuerza. No, gobernador, así ni los zapatos entran. No, señor Yunes Linares, la razón no surge desde la imposición de la razón sino a partir de su construcción que incluye el diálogo como vía escencial. Eso se llama democracia, concepto que –por cierto- abarca muchos aspectos de nuestra vida social, no sólo los electorales.
*En inglés: Zona de influencia de un puerto o de una gran ciudad.
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