Biden mete presión a México/Óscar Sánchez Márquez
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Una primera lectura de los acontecimientos de las últimas horas en Culiacán, Sinaloa, que derivó en la detención de Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, podría ser que el gobierno de la 4T, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, quiso quedar bien con Joe Biden quien estará en México a partir del lunes en el marco de la X Reunión de Líderes de América del Norte.
Otra lectura, más sería, más profunda, apunta a que el presidente de Estados Unidos, el demócrata Joe Biden, comienza a cobrarle las cuentas a López Obrador, quien siempre ha mostrado un desdén hacia su administración, por más protocolo y un lenguaje diplomático cuidadoso con el que se ha querido cubrir esa falta de empatía presidencial.
En este espacio se ha apuntado en diversas ocasiones que el punto de quiebre de la 4T y del propio presidente López Obrador, no está en su estilo rijoso de gobierno, tampoco en la división nacional que provoca, mucho menos su política del garrote en contra de opositores, grupos, instituciones y personas que discrepan de su estilo y de su forma de gobierno.
Su némesis ha sido, es y será el Gobierno de Estados Unidos. Ante el Tío Sam se doblega, se repliega, se subyuga. Como buen conocedor de la historia de México, el presidente López Obrador, sabe que no hay forma de ganar una partida en contra del gobierno de las barras y las estrellas, por eso es y será obsecuente.
Hay varios datos públicos que resaltan hoy para entender el gran gesto que en esta ocasión se ha montado en el ámbito de la seguridad pública y la seguridad nacional, para proyectar ante los ojos del presidente de Estados Unidos que aquí en México todo está bajo control, que hay ejercicio de la ley y que ningún cártel está por encima o en connivencia con el estado.
Seguramente la cancillería mexicana tenía conocimiento de las exigencias que trae el gobierno norteamericano para exponerlos en la X Reunión Cumbre de Líderes de América del Norte (Canadá, Estados Unidos y México), que inicia el lunes en la ciudad de México.
No hay que especular para llegar a la conclusión de que la administración de Joe Biden no está del todo conforme con la forma en que México ha dado la lucha en contra del narcotráfico y del crimen organizado que es inherente a esos grupos delictivos de alto impacto.
La fallida captura del hijo de “El Chapo” Guzmán, en el 2019 que exhibió al gobierno de México y sobre todo a las fuerzas armadas que tuvieron que obedecer órdenes para liberar al hijo del campo, sembró dudas en la administración Biden. Dudas que con el paso del tiempo fueron alimentando versiones en el sentido de que desde la 4T había una especie de manto protector al grupo del Chapo.
Otro asunto, aún más complejo, lo constituye la inconformidad manifiesta de EU respecto al papel que juega México en el tráfico de fentanilo hacia territorio norteamericano, tráfico que está provocando la mayor pandemia de consumo de ese opiáceo sintético, que es 50 veces más poderoso y adictivo que la heroína.
Reportes extraoficiales indican que en los últimos cinco años se registra un incremento superior al 2000 por ciento en el tráfico de esa droga sintética de México hacia territorio norteamericano. Un tema, dicen los especialistas, insostenible para la administración Biden.
Un tercer puto tiene que ver con la esencia histórica en la relación México Estados Unidos. López Obrador sabe que es imposible ganar una batalla, la que sea, a EU porque esta nación concibe su relación con nuestro país en intereses y no en empatías. EU cuida sus intereses dentro y fuera de su territorio y México no ha sido ni será la excepción.
DE esta forma, ya sea que el gobierno de López Obrador actúo de mutuo propio para darle como regalo de Día de Reyes la cabeza de Ovidio Guzmán en charola de plata en el marco de la X Cumbre de Líderes de América o que haya sido la propia administración Biden l a que haya apretado las tuercas por la forma en que López Obrador concibe y opera el tema de la seguridad nacional, lo cierto es que no pueda pasarse por alto la coincidencia entre lo ocurrido en Sinaloa y la visita, el lunes próximo, del presidente de EU en México.
Cuando Joe Biden ganó la elección en Estados Unidos y logró derrotar al populista Donald Trump, el presiente mexicano, Andrés Manuel López Obrador retrasó lo más que pudo su mensaje de reconocimiento y felicitación al nuevo mandatario. Ese tiempo, eterno en términos diplomáticos, selló la relación Biden-Obrador.
Hoy Biden viene a México a leer la cartilla en muchos temas de la agenda nacional a su homologo, el mismo que desdeñó su triunfo y el miso al que buscará someter más de lo que ya lo ha hecho. En política el tiempo es el mejor aliado.