Ayuno y sangre
El ayuno empieza. El espíritu de lucha resucita. Los días previos entrelazan nuevamente al miedo con la combatividad. Muchos siempre habían creído que las huelgas de hambre no sirven para nada; que la abstinencia es propia de los jodidos y de los católicos. Algunos recordaban la frase de aquel estudiante campesino, en l956 ante la idea de una huelga de hambre :
—Y que chiste tiene, nosotros, en el campo, tenemos toda la vida así... Eso antes. Ahora vamos nosotros. Los acontecimientos se precipitan. Don Lázaro Cárdenas acaba de solicitar nuestra libertad y la de todos los presos políticos. Su pronunciamiento crea gran revuelo y una situación propicia. La noche del nueve de diciembre en todas las comunas hay fiesta. Es el banquete de la última cena. Los de la ocho nos dimos vuelo. Mario H. Hernández, Gilberto Rincón Gallardo, el buen Piricho, Félix Goded, Eduardo de la Vega, Eduardo Montes y Nateras. Aún paladeo el sabor excitante de la carne enchilada oaxaqueña que alguien nos llevó. Masoquismo de reincidentes. Cenar como vikingos en la víspera de una huelga de hambre es un contra sentido propio de esa generación. Desde el 10 de diciembre hasta el 20 de enero, ochenta presos políticos desafiantes desconcertaron al gobierno. No hicieron truco. Simplemente bebían agua de limón o té con un poco de azúcar. Nada más estaba permitido. Los espías del gobierno buscan, por todos lados, sin suerte, los tres pies del gato. Entre debilidades, flaquezas y titubeos la honestidad colectiva prevalece. Son esas ganas de renacimiento de la democracia mexicana que agigantan el alma. Muchas ocasiones las circunstancias hacen del tímido valiente y del cobarde audaz. Es un sacrificio y una lucha. El primer día a eso de las seis de la tarde el dolor de cabeza es insoportable, la costumbre de comer parece que nos derrotará. La náusea hace estragos. —¡arrepiéntanse cabrones....! El gemido parece ahora más divertido y una especie de clarín de guerra. Todo es nuevo y desconocido. —¿Qué pasará si fumo? —¿Oye y la visita conyugal no nos liquidará? —¿Qué apoyo recibiremos? —¿Cómo reaccionará el gobierno? Poco a poco se establece una rutina nueva. El gobierno prefiere la indiferencia. —Chinguen a su madre. No les hagan caso. Divulguen noticias desacreditando la acción. Difundan que están comiendo. Los días pasan como a mil por hora. La insurrección mundial de las masas no se produce. Los muchachos afuera hacen cuanto pueden, que es poco. La prensa apenas si refleja la acción colectiva. La navidad se acerca presurosa. Los anuncios en la televisión con los pavos y todos los manjares son motivo de jaloneos colectivos; de gritos y exclamaciones. Uno sueña con pavito al horno, romeritos con camarón, borrego en barbacoa, pollos rostizados, tortilla española, molito con esas corundas maravillosas que hace doña Celia. Las deserciones son mínimas. Llegó la navidad. Nadie lo cree. Catorce jornadas en huelga de hambre. El día del banquete tradicional nos sorprende ayunando. Muchos ya están acostumbrados. Los fumadores fuman y nada pasa; Félix se cura de la úlcera; los mayores; Mario H. Hernández y don Fernando Granados Cortés resisten como los mejores; Unzueta es muy solidario con los compañeros; Danzós luce sus pijamas recién planchaditas los domingos por la mañana. Pepe Revueltas escribe y escribe. De Gortari suspendió pero sigue apoyando. La solidaridad y el compañerismo crecen entre los casi ochenta huelguistas. En la C las tres sectas tienen mejores relaciones. Hacer el amor con un hambre de ese tamaño es privilegio de gladiadores y un placer indescriptible. Los senos adicionan nuevos atractivos. La dulzura de su piel es ahora infinita... Muchos lo hicieron. No sé si les gustó o no. Para mí es un recuerdo maravilloso. Me sentía fuerte. María de la Luz y Arturo idean nuevas variantes. Raúl Moreno obtuvo y envió el librito rojo, aunque algunas posiciones ya resultan viejas. La visita conyugal no fue suspendida. Todo parece seguir igual y extenderse hasta el infinito. Los compañeros agrupados en torno al ingeniero Heberto Castillo no se incorporan a la huelga, por el contrario fueron poco solidarios y a ratos hostiles. En la noche buena hicieron alarde burlón. Justamente, sus familiares les llevaron todos esos manjares de costumbre. Los Carranclanes sacaron sus mesas al patio de la M. El banquete para conmemorar el 1970 aniversario del nacimiento de Cristo será afuera, en el redondel interno. Era un desafío y una burla al ayuno de los compañeros de prisión. Acomodaron los platillos, las ensaladas y los postres; los caldos. El banquete será lujurioso. Y la burla fenomenal. Amor con amor se paga. Los pinches conspiradores del Poli aliados a Chicali tienen un ingenio lópezvelardiano. Parece que estoy viendo a Zeferino con sus manitas medio encogidas. —Carranclanes miserables. Hijos de puta... Al chasquido de los dedos se le prende el foco —Ya sé. Ya sé qué vamos a hacer. Taquechi corre y trae un garrafón grande. Yépez y todos vamos a mearnos en él. Llénenlo de orín. Chicali contribuyó con su medio litro...A espiarlos... Pacientes, con toda la paciencia del mundo y con la malicia de quien urde una travesura en represalia se estuvieron allí. La oportunidad la pintan calva... —¡Ahora, Ahora! Hágase de cuenta que rocía de vinagre y aceite de oliva la mesa divina. De aquí para allá y de acá para aquí. El aderezo se terminó sin que los sorprendieran. Ellos cenaron muy a gusto, se burlaron de los huelguistas y creo que todavía siguen sin identificar la razón de aquel saborcito presente en todos los platillos. los presuntos burlados lavaron la afrenta con agua de riñón y por adelantado... La dirección del penal se puso espléndida. Las raciones de romeritos con tortas de camarón eran abundantes. Heberto es un mexicano digno de respeto y admiración por su espíritu de lucha y sus méritos técnicos. En ocasiones inspira actos como los de Lecumberri por su intolerancia y falta de tacto. La faena se la repitieron cuando escribió aquel célebre artículo contra Mario Menéndez. El periodista está detenido. Nadie de aquellos da un cacahuate por quien no descansa enlodando comunistas siempre a sueldo del Caribe. Las mismas calamidades se pasaron una noche completa llenando, con mieces, una lata alcoholera. Esperan tranquilos. En la madrugada vacían el fétido contenido en el patio de la celda. El ingeniero sale de mañana a hacer ejercicio y los pillos se ríen de los traspiés hasta más no poder. La cárcel también es eso: la degradación paulatina de la calidad humana. En medio de angustias y esperanzas la huelga de hambre continúa. La solidaridad internacional es un soporte. El fervor navideño no humanizó al régimen. El tiempo acerca la hora final del año. Las esperanzas disminuyen. De ahora en adelante todo mundo se mete en un ambiente de fiestas y compras y a nadie le importa nada. Mucho menos el sacrificio real o ficticio de unos pinches presos que se sienten el ombligo del mundo. Las discusiones se empiezan a calentar. Las dudas reaparecen. —¿Tiene sentido seguir? La gran mayoría sostenemos que sería un error suspender la huelga en esas condiciones. —Es preferible continuar. Todos estamos bien y con ánimo de lucha. La perseverancia multiplicará los efectos de la acción colectiva. De todas maneras ya no se piensa tanto en la probabilidad de salir. Los pinches lacras de la C idean el modo de convertir en alberca el baño de vapor. Fidel Valdovinos tiene una velocidad de manos que le permite cazar ratas y ratones con rapidez inaudita. —ay, ay, ay, ay, ay, ay...Arrepiéntanse cabrones. Es como un himno nocturno. Pero allí están firmes y gallardos todos. No hay esperanza y la esperanza es más grande que nunca. Es el amor a la vida y al país de estos jóvenes ilusos. Son el corazón y el alma mexicanos que se niegan a perecer. Los directivos del penal se pusieron generosos. Los días último y primero del año la visita durará desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde. —¡Excelente! Nosotros ya no usamos uniforme completo. El pantalón azul marino rompe la monotonía con alguna chamarra. Arturo conserva una verde de gamuza que le envió César. Al atardecer los familiares empezaron el éxodo. Ese día me dio un carcelazo brutal. Estuvimos platicando un rato con Raúl y Félix pegados a la reja. De buenas a primeras empezó un desmadre que pudo ser interminable. Los de la M llegaron exaltadísimos. Rompiendo los candados con fierros, conseguidos sabe donde, gritan frenéticos.
—¡Están deteniendo a nuestros familiares, los están deteniendo...!
—¡No los dejan salir! ¡No los dejan salir!
—¡También a los niños.
¡También a los niños...!
Los de la crujía C los seguimos como corderitos. Una dinámica espontánea nos envolvió. La provocación removía con odio en la llaga de la familia. Salimos. Teníamos 21 días en huelga de hambre y las energías brotan sepa Dios de dónde. Corremos de un lado para otro sin saber ni qué deseamos ni a quién buscamos. En el redondel, a la altura de la crujía D encontramos al director del penal que viene escoltado de monos y reos comunes.
—General, general, están deteniendo a nuestros familiares...
—¡Chinguen a su madre cabrones!
La exclamación fue seguida de un disparo al aire. La señal de ataque.
—Qué feo es sentirse acosado e impotente. De todos lados empezaron a salir presos comunes. Les habían ofrecido reducciones de sentencias e incluso la libertad y derecho libre de saqueo.
—Quien sangre quería sangre podía. Corrimos sorprendidos. Los primeros se metieron a la crujía M. La mayoría siguió a la C. Los muchachos resistieron heroicamente. Las botellas de refresco y los cascos vacíos mantuvieron alejados a los asaltantes hasta que los monos empezaron a disparar sus carabinas desde el torreón. Uno cayó herido. La Chancha recibió un balazo en sedal. Pablo Gómez una cortadura en el párpado. Don Fernando un madrazo tremendo. Al principio Arturo se refugió en la M. Junto con Fausto Trejo y Taquechi nos escondimos quietecitos como ratoncitos aterrorizados. Calladitos, a oscuras, silencitos. Los agresores intentan abrir la celda pero algo los distrajo. La luz había sido cortada. La vorágine inicial pasó. Salí no recuerdo ni cómo. Llegué a la C. En eso empezó el asalto final.
—Tamaño pendejazo. Me hubiera quedado allá.
—¡Corran todos!
—¡Apándense! ¡Apándense!
Cada uno se metió donde pudo. Rafael Jacobo en un acto de heroísmo suicidada cruzó una solera entre los barrotes. Gracias a él casi todos llegaron a una celda. Las bestias lo tasajeaban por todos lados y él resistían sabe Dios cómo hasta que ya no pudo más. Le removieron una solera en el hígado, le picaron los dedos. Todavía pudo reducir a uno de los más viles. Cayó en el patio. Los agresores abren celda por celda. El sentimiento de impotencia y el miedo agigantado paralizan a todo mundo. Es el fin. Van a acabar con nosotros. Gracias a Dios pudo más la codicia que la crueldad. Hubo un primero y a él le debemos la vida. El, nada tonto, prefirió robarse un televisor que continuar aquella orgía sangrienta. Por ti bandido seguimos en el mundo del amor. El saqueo desenfrenado se generalizó. El botín era muy codiciado. No dejaron nada. Se salieron del libreto. La consigna era acabarnos y nos dejan vivos. Rafael Jacobo fue conducido a la enfermería. Es necesaria una intervención quirúrgica y él se niega a romper la huelga de hambre. Alguien le llevó la autorización de aceptar el suero. El culto a la disciplina de un hombre como él. Los reos más reos son muy buenos con nosotros. Los reincidentes están indignados por la felonía de la agresión. En la misma noche empezaron a rescatar objetos y a madrear a los agresores mercenarios del verdugo por un pinche plato de lentejas. También en el hampa hay ética y los perros estaban comiendo perro.
—¡Qué noche más larga Dios mío! Éramos, ahora sí, como hermanitos pequeños y en desgracia. Nos concentramos en dos celdas. El silencio es total. Cada uno reza a quien Dios le da a entender. La antesala del shock. El estrés de la muerte. Una voz ingenua y oportuna rompe el silencio. No podía faltar. Después de profundas cavilaciones la conclusión tiene que decirse en voz alta para que la compartan los compañeros:
—Y sin embargo los tenemos a la defensiva.
—¡Genial! —¡Genial! ¡Qué maravillosa es la condición humana! ¡Que preciosa es la subjetividad! La carcajada fue unánime y debió escucharse hasta en los Pinos. Esos pinches locos no tienen remedio. La noche del primero de enero de l970 es la más larga que hemos vivido juntos. Después de la tempestad viene la calma y la calma llegó. Los heridos fueron atendidos en la enfermería. Algunos tuvieron que suspender la huelga de hambre. Los demás hicimos un intercambio rápido. La lucha sigue. Lo peor que podemos hacer es acobardarnos y suspender la huelga. Debemos intercambiar opiniones con los de la M pero nosotros somos de la idea de proseguir. Chicali está en la C y comparte el criterio. Los demás también. La huelga continuará. Realmente teníamos un mucho de locos y de aventureros. ¿O será que los traemos a la defensiva? No hay mal que dure cien años ni pendejo que lo aguante. La noche terminó. Amanece y con el sol brilla la esperanza. Nunca antes recibimos con tanto júbilo a un visitante.
El primero en cruzar la reja fue Enrique Marcué Pardiñas. Lo amo, lo quiero como si fuera mi propio padre. Le platicamos lo ocurrido, mentó madres, nos reconfortó y consoló. Le dimos recados, lo agobiamos. Después llegaron todos los demás. La pesadilla había terminado. El gobierno habló de intento de fuga colectiva, de motín y con él su coro en los medios. Después volvimos a debatir. Necesitamos entender que es una jornada más de lucha. Con nosotros no empieza ni termina el mundo argumentan algunos. Otros exigen seguir hasta el final. Las pugnas internas se agudizaron. Otra vez el pregrupo contra los Pescados. De nuevo la acusación de traidores a compañeros que se fajaban como los mejores. La autofagia no sólo ataca al organismo propio. Empezamos a devorarnos entre nosotros. Las deserciones aumentan. La incertidumbre crece. Todos estamos cansados. Entre mentadas de madre y amenazas de denuncia ante el tribunal supremo de la pureza radical la conclusión era obvia y la razón prevaleció. A regañadientes pero unidos levantamos la huelga de hambre. Mucho fue lo expuesto y mucho lo obtenido. La carta de José Revueltas a Arthur Miller en su calidad de presidente del Pen Club desnudó más a un régimen que luce los cueros de la impudicia. De todas maneras seguíamos bien presos. Aquellos luchadores por la democracia todavía pudieron resistir en su lucha hasta el día cuarenta de ayuno.
HUELGA DE HAMBRE DE 1000 HORAS (10 DE DICIEMBRE DE 1969 AL 20 DE ENERO DE 1970) DE LOS PRESOS POLÍTICOS DEL 68 EN LAS CÁRCELES DE LECUMBERRI Y DE MUJERES
- Adán Nieto Castillo
- Adrián Campos Díaz
- Agustín Montiel Montiel
- Alfonso Barrios Román
- Amada Velasco Torres
- Américo Saldívar Valdez
- Ángel J. Heredia Espinoza
- Antonio Morales Romero
- Antonio Pérez Sánchez
- Antulio Fernández Maldonado
- Arturo Martínez Nateras
- Arturo Ortiz Marbán
- Arturo Zama Escalante
- Bernard Phillips Ames
- Carlos Andrade Ruiz
- Carlos Cabagne Mendoza
- Carlos Martín del Campo Ponce de León
- Carlos Medina Sevilla
- Carlos Rolando Segura Medina
- Carlos Sevilla González
- Daniel Álvarez Lorenzo
- Eduardo de la Vega y de Ávila
- Eduardo Montes Manzano
- Eduardo Valle Espinosa
- Ernesto Olvera Sotres
- Fausto Trejo Fuentes
- Federico Emery Ulloa
- Federico G. Rosas Barrera Responde
- Félix Goded Andreu
- Félix Hernández Gamundi
- Félix Sánchez Hernández
- Fernando Granados Cortés
- Fidel Valdovinos Vázquez
- Florencio López Osuna
- Gerardo Unzueta Lorenzana
- Germán Álvarez Díaz De León
- Germán Molina Monroy
- Gilberto Guevara Niebla
- Gilberto Rincón Gallardo
- Ignacio Alfonso Plata Díaz
- Isaías Rojas Delgado
- Javier Ramos Rodríguez
- Jesús González Guardado
- Joel Arriaga Navarro
- Jorge Ortega Rodríguez
- José León Pámanes González
- José Luis Becerra Guerrero
- José Luis Núñez Castillo
- José Luis Vázquez Bustamante
- José Manuel Irénn Téllez
- José Oviedo Garza
- José Piñeiro Guzmán
- José Refugio Mora Fol
- José Revueltas Sánchez
- Juan Robles Armenta
- Juan Sánchez Chávez
- Luis González de Alba
- Luis González Sánchez
- Luis Jorge Peña Martínez
- Manuel Marcué Pardiñas
- Manuel Rodríguez Navarro
- Mario Hernández Hernández
- Mario René Solórzano Aldana
- Mauro Rodríguez Sierra
- Miguel Bejarano Garcés
- Nicolás López Martínez
- Pablo Alvarado Barrera
- Pablo Gómez Álvarez
- Pedro Castillo Salgado
- Pedro Estrada Vega
- Prisciliano Pérez Anguiano
- Prisciliano Torres Prieto
- Rafael Jacobo García
- Rafael Servín Aspuru
- Ramón Danzós Palomino
- Raúl Álvarez Garín
- Raymundo Padilla Salazar
- Rigoberto Valenzuela Yépiz
- Roberto Miñón Corro
- Roberto Vázquez Camarena
- Rodolfo Echeverría Martínez
- Rubén Valdespino García
- Salvador Martínez della Roca
- Salvador Zarco Flores
- Saúl Álvarez Mosqueda
- Servando Dávila Jiménez
- William Rosado Laporte
- Zeferino Chávez Alarcón