Ávila y Morelia: tradiciones, artesanías…/Jesús Sanchidrián Gallego
Con esta entrega abundamos en la serie dedicada al hermanamiento de las ciudades de Ávila (Castilla y León, España) y Morelia (Michoacán, México), sobre lo cual ya tratamos en otras ocasiones, y respecto a lo que todavía quedan otros muchos aspectos por explorar entre los vínculos de unión de dichas ciudades y que dejamos para nuevas oportunidades.
En esta ocasión, englobamos dentro de lo que se conoce como tradición una amplia variedad de manifestaciones sociales y culturales que conforman el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad, lo que hoy se quiere compartir mediante el estrechamiento e intercambio de relaciones entre Ávila y Morelia.
Las tradiciones, integradas por los usos y costumbres, las creencias, el folclore, el arte, la cultura y las formas de vida de las gentes de un pueblo constituyen elementos característicos y determinantes de su identidad. Igual que lo son la pintura, la literatura y la música, sobre lo que ya tratamos en ediciones anteriores dedicadas a la causa que nos ocupa (Diario de Ávila, 9, 16, 23 y 30 de enero, y 13 de febrero de 2022). Así pues, en este contexto, el hermanamiento de las capitales abulense y michoacana tiene en sus tradiciones, en el más amplio sentido, una extraordinaria ligadura en la que afianzar y apoyar la fraternidad y la alianza acordada por sus representantes.
Ahora, entre las numerosas manifestaciones que se aglutinan en torno a la tradición histórica y cultural de Ávila y Morelia, nos detenemos de forma enunciativa y superficial en algunas de ellas, como son las relacionadas con el patrimonio, las fiestas, la artesanía, la tauromaquia, los mercados, la ganadería, la equitación, el folclore, los deportes populares, el cine, la comedia, y el transporte, por ejemplo. Sirviendo este relato de intercambio cultural e informativo entre ambas ciudades, como exposición de puntos de encuentro, sin ninguna otra pretensión.
La primera manifestación cultural que adivinamos entonces es la heredada de la tradición religiosa, la cual,cultivada durante siglos, mantiene una perdurable huella en edificios y monumentos, lo mismo que se conserva en cultos, creencias y celebraciones festivas, de las que existen infinidad de similitudes entre las comunidades de Ávila y Morelia por su coincidencia confesional cristiana. No en vano, Vasco de Quiroga, el obispo de Michoacán, es el paisano abulense de Madrigal de las Altas Torres que impuso una especial forma de evangelizar, poniendo en práctica la utopía de Tomás Moro y defendiendo los derechos humanos de la población indígena, lo que hizo cuatro siglos antes de la declarados universal de la ONU de 1948.
Lo valores artísticos del rico patrimonio procedente de las fundaciones eclesiásticas y conventuales, tanto en Ávila como en Morelia, trascienden al hecho religioso, como lo demuestra la declaración como Patrimonio Cultural Mundial de los cascos históricos de ambas ciudades por la UNESCO.
En el caso de Ávila, su patrimonio monumental medieval encabezado por la muralla, experimentó gran esplendor durante el siglo XVI, debido a las rentas que aportan a la ciudad las fundaciones de los conventos carmelitas de las monjas de la Encarnación y de los frailes del Carmen, de los monjes premonstratenses de San Norberto en Sancti Spíritus, y de los frailes dominicos del monasterio de Santo Tomás. Otros conventos surgidos entonces pertenecían a las órdenes religiosas de los benedictinos de Santa María de la Antigua; de las monjas dominicas de Santa Catalina; de las monjas cistercienses de Santa Ana (al que se unieron en tiempos los de San Clemente de Adaja, Santa Escolástica y San Millán); de las agustinas de Gracia; de los jesuitas de San Gil, donde antes estuvieron los Jerónimos; de las clarisas de las Gordillas; de los franciscanos del convento de San Francisco; y de las concepcionistas franciscanas de La Magdalena. En total, el patrimonio religioso contaba con la catedral, los templos románicos de San Vicente y San Pedro y otras iglesias extramuros, sumando 8 parroquias, 9 hospitales, 7 conventos masculinos y otros tantos femeninos, y 18 ermitas, entre las que estaban las de San Andrés, San Bartolomé, San Martín, San Segundo, San Lorenzo, San Julián, San Lázaro, que antes fue de la Virgen de la Caridad, San Isidoro y la Santa Cruz.
En Morelia, el patrimonio religioso novohispano destaca por las imponentes arquitecturas de la catedral de “San Salvador” (1660-1744); el antiguo templo y exconvento de la Compañía de Jesús (s. XVII), actual Biblioteca de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; el templo y el exconvento de de las Rosas (1743-1777), actual conservatorio de música; el templo y el exconvento Franciscano de San Buenaventura (1530-1610), actual casa de las artesanías; el templo y exconvento del Carmen (ss. XVI- XIX), actual centro cultural; el templo de San José (1760-1945); el Templo de la Santa Cruz (1680-1690); el templo y exconvento de las Capuchinas (1680-1737); el Templo de Santa Catalina de Siena o "Las Monjas" (1729-1737); el exconvento de San Diego (s. XVIII), actualmente Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UMSNH; y el santuario de Guadalupe (1708-1716) que fue conocido como templo de San Diego y exconvento de la Orden Franciscana.
Finalmente, la riqueza patrimonial de Ávila y Morelia se completa con el trazado urbano de su caserío histórico y con importantes monumentos palaciegos. Entre ellos, destacan en Ávila el Palacio de Blasco Núñez Vela (1541), actual Audiencia Provincial; el Palacio de los Almarza (s. XVI), actual convento de Siervas de María; el Palacio de Superunda (1580-1595), actual Museo Caprotti; el Palacio de los Mújica (Torreón de los Guzmanes), actual sede de la Diputación Provincial; el Palacio de los Dávila o del Marqués de las Navas (s. XIII); el Palacio de Valderrábanos (s. XV), actualmente hotel; el Palacio del Marqués de Velada, actualmente hotel; el antiguo Palacio Episcopal y Episcopio, actualmente oficina de correos y sala de exposiciones; el Palacio de los Águila (s. XVI), actualmente en rehabilitación para sede del Museo del Prado; el Palacio de los Verdugo (1500- 1530), actualmente Sede de Ciudades Patrimonio de la Humanidad, el Archivo Municipal y la Concejalía de Patrimonio y Turismo; el Palacio de Bracamonte (s. XVI), actualmente sede del Servicio Territorial de Cultura la Junta de Castilla y León; el Palacio de Juan Henao (s. XVI), actualmente Parador Nacional de Turismo; el Palacio de Polentinos (s. XVI), actualmente Archivo Militar del Ejército y Museo de Intendencia; la Casa de las Carnicerías (1590-1591), actualmente Oficina de Turismo; la Casa de la Misericordia o Casa del Caballo (s. XVI), actualmente casa de vecinos; Casa de los Deanes (s. XVI), actualmente sede del Museo de Ávila; el Palacio de los Serrano (1557), actualmente sede de la Fundación Ávila; y el Palacio Real de Santo Tomás (s. XVI), utilizado actualmente por la congregación dominica y como museo de arte oriental y ciencias naturales.
Volviendo la vista a Morelia, sobresalen entre sus construcciones palaciegas, muchas de ellas de origen conventual, el Palacio Municipal sede del Ayuntamiento (s. XVIII), que fue Oficina de la Renta del Tabaco; el Palacio de Justicia (s. XVIII), que fue antigua Casa de Moneda; el Palacio Clavijero (ss. XVII – XVIII), que fue antiguo Colegio Jesuita de San Francisco Javier; el Palacio de Gobierno (1760-1770), que antes fue seminario Tridentino de Valladolid; el Palacio Federal (s. XVIII), que fue Colegio de las monjas Catarinas; el Palacio legislativo (s. XVIII) que fue casa del primer intendente de la vieja Valladolid; y el edificio señorial del Colegio de San Nicolás de Hidalgo, construido en el siglo XVII y que siempre ha funcionado como centro de estudios.
Siguiendo nuestra ruta por los cascos históricos de Ávila y Morelia, llaman poderosamente la atención en sus arquitecturas monumentales la utilización de la piedra como material por excelencia. En Ávila sobresale el granito gris berroqueño, otro llamado rubio utilizado en los templos románicos abulenses, y la vistosa roca caleña, procedentes de las canteras de Ávila, Cardeñosa, La Colilla y Mingorría.
En cuanto a Morelia, ésta es conocida como “la ciudad de la cantera rosa” o “la dama de cantera rosa”, color que caracteriza la roca ignimbrita de origen volcánico con contenido pómez utilizada en sus monumentos, entendiendo aquí que la palabra cantera se refiere a la piedra y no al lugar de su extracción. Ello ha supuesto también que el oficio de cantero, durante siglos, haya sido también una de las actividades características del pueblo michoacano.
La tradición festiva de los pueblos son simbólicos guardianes de su identidad cultural colectiva. Y los ritos son los medios por los que el grupo social se reafirma periódicamente, ya no solo por lazos sangre, sino por intereses y tradiciones a través de los cuales se adquiere una unidad de conciencia moral, que diría Émile Durkheim. Con esta idea destacan en el calendario festivo moreliano, entre otros eventos, el Carnaval, el Viernes Santo y la procesión del Silencio, el Aniversario de la fundación de Valladolid/Morelia en 1541 (18 de mayo), el Grito de Independencia (16 de septiembre), el Aniversario del nacimiento de José María Morelos y Pavón (30 de septiembre), el Día de los Muertos (1 y 2 de noviembre), el Aniversario de la Revolución mexicana (20 de noviembre) y la Fiestas Guadalupanas en honor de la Virgen (12 de diciembre).
De la misma manera, Ávila capital celebra también el carnaval, el cual tiene especial arraigo la localidad abulense de Cebreros donde ha sido declarado de Interés Turístico Nacional; la Semana Santa, que en Ávila ha sido declarada de Interés Turístico Internacional; las Jornadas Medievales declaradas de Interés Turístico Regional (septiembre); y las fiestas patronales de Santa Teresa (15 de octubre). Aparte de las diferentes conmemoraciones, como ocurre en Morelia, que en Ávila pasan con desigual repercusión por Castilla y León, en la Fiesta de Villalar y el movimiento comunero (23 de abril), y por España, en el día de la Constitución (6 de diciembre). Y ni que decir tiene, que existen otras muchas celebraciones para las que ahora no tenemos espacio.
A las efemérides anteriores añadimos el “Festival Gastronómico Morelia en Boca”, donde se da fe de los méritos de gastronomía michoacana declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Al mismo tiempo, la capital abulense celebra desde 2021 el concurso de “Ávila en tapas”, así como degustaciones de las excelencias de la carne avileña, de las judías de El Barco de Ávila, y de los vinos de Cebreros, entre otras.
Finalmente, junto a las celebraciones festivas aflora la rica tradición folclórica de Morelia, también de Ávila, la cual se manifiesta en actuaciones de danzas y grupos musicales, de lo que ya dimos cuenta en un artículo anterior dedicado a la música (Diario de Ávila, 13/02/2022).
Acercándonos a la tradición artesanal, heredera en algunas de sus manifestaciones del intercambio social y cultural indígena y novohispano, la misma está profusamente asentada en Michoacán. Efectivamente, aquí «Vasco de Quiroga promovió las artes y los oficios entre los pueblos tarascos, tales como cortador y labrador de madera (de los que derivaron los carpinteros), hacedores de trojes (casas de madera), muebles caseros, canoas, carretas, bateas, barriles, cucharas, cuchillos, utensilios de cocina y laudería (guitarras, violines, contrabajos, vihuelas, etc.) También fomentó el corte y labranza de canteras, tezontle (grava volcánica), piedra, albañilería, textilería, tejido de fibras diversas, bordado, cobijas, gabanes, sobreros, morrales, cestería, imaginería o escultura de santos, orfebrería, alfarería en todas sus expresiones y herrería como la que ha universalizado el nombre de Santa Clara del Cobre».
Las expresiones y artesanías frutos de estos oficios, todavía vivos, se muestran en las localidades purépechas donde se fabrican, y también en el antiguo convento de San Francisco de Morelia convertido en casa de exposición y venta.
En Ávila ya no se ejercen muchos de los oficios tradicionales que siguen activos en Michoacán. No obstante, la práctica de algunos de ellos puede observarse entre los fondos del Museo de Ávila como ejemplos de arte popular, tales como los relacionados con la alfarería, la labranza, la ganadería, la molienda, la cantería, la carretería, la herrería, la elaboración de pequeños utensilios, la confección textil, etc.
A los oficios michoacanos sumamos también la tradición de elaborar máscaras talladas en madera con trazos prehispánicos y colores fuertes que se utilizan en diversos eventos como en la “danza de los viejitos. Otras máscaras también se lucen “El Día de los Muertos”, en Carnaval y en los más variados rituales. La riqueza de estos objetos de ocultación del rostro son el motivo del Museo de la Máscara de Morelia, donde se enseñan infinidad de ellas, igual que ocurre en otras ciudades mexicanas.
Ávila, por su parte, es depositaria en el Museo provincial de una interesante muestra de la tradición viva de las mascaradas, como son los Cucurrumachos del pueblo de Navalosa, los Harramachos de Navalacruz, los Machurreros de Pedro Bernardo, las Toras de El Fresno, los Zarramaches de Casavieja.
Cambiando de tercio, observamos que Ávila y Morelia tienen una larga tradición taurina, y su historia ha sido contada por Ramón Gregorio Navas Huete (“La fiesta de los toros en Ávila”, 2006), y por Luis Uriel Soto, Marco Antonio Ramírez y Salvador García (“El toreo en Morelia” 2014). Mientras que el Museo y la Biblioteca de Ávila custodian la impresionante colección de tauromaquia de Bernardino Melgar (1863-1942), marqués de San Juan de Piedras Albas y marqués de Benavites, lo que fue objeto de una interesante exposición retrospectiva en 2014.
En Morelia, el “Centro Cultural y de Convenciones Tres Marías” tiene una de las mejores bibliotecas de temas taurinos del mundo, a la que se une una colección de pintura, donde hay obras gráficas de Goya y Diego Rivera, y óleos de Zuloaga, entre otros. También en “Tres Marías” se guardan estampas y abundante bibliografía del torero Mazzantini, quien fue gobernador de Ávila y maestro del empresario de la plaza de toros moreliana Rafael López. Y no olvidamos la contribución de Tata Vasco en la celebración del tradicional festival del “Torito de Petate” promovida como divertimento alternativo a las corridas de toros.
Finalmente, apuntamos que el último torero mexicano que recaló y triunfó, tanto en Morelia en 2020, como en Ávila en 2021, fue Ernesto Javier Tapia “Calita”. Igualmente, el novillero natural de Morelia, Isaac Fonseca, triunfó en la localidad abulense de Hoyo de Pinares. Y a ello añadimos la actuación de Luis David Adame, triunfador también en las plazas abulenses de Hoyo de Pinares y las Navas del Marqués, y que salió a hombros de la Monumental de Morelia en la tradicional corrida del Día de los Muertos de 2021.
En cuanto a la antigua tradición comercial del mercadeo de Ávila y Morelia, ésta se exhibe con enorme atractivo popular en los mercados y tianguis. Ávila tiene en el nombre de sus plazas llamadas del Mercado Grande y del Mercado Chico el mejor testimonio histórico del modo de comerciar sus productos desde la Edad Media. Esta antigua costumbre se rememora en las Jornadas medievales “El Mercado de las Tres Culturas” que tiene lugar cada año en el mes de septiembre. En la actualidad, en la plaza del Mercado Chico se celebra todos los viernes el mercado de frutas y verduras, habiéndose trasladado el de textiles y otros artículos al extrarradio en el entorno de la plaza de toros.
Por su parte, en Morelia, también en el resto de Michoacán y de México, los mercadillos o tianguis son el mejor ejemplo de la tradición mercantil prehispánicas y de los bazares llegados a América desde España. El tianguis es conocido en algunos lugares como mercado sobre ruedas, también como “la pulga” “tiradero” o “yunques”. En los tianguis de Michoacán se puede adquirir mercancías de todo tipo (cosméticos, perfumería, línea blanca, telefonía, ropa, muebles, electrónica etc.), además de frutas, verduras, especias y otros alimentos de la temporada.
Pasando a otra de las ocupaciones tradicionales de las gentes del campo, nos detenemos en la actividad ganadera, lo que propició que la capital abulense contara con un moderno mercado de ganados. Y aunque éste dejó de utilizarse como tal hace décadas, se mantiene la feria de la Raza Avileña-Negra Ibérica que se celebra desde 1976, así como otras puntuales de razas como la Limusín y la Charolés. Ferias que también tienen lugar en otras localidades de la provincia como El Barco de Ávila, Piedrahíta, Navarredonda, Navarrevisca y Burgohondo. Al mismo tiempo, es llamativa en la provincia abulense la práctica ganadera de la trashumancia que alienta la asociación de la Raza-Avileña-Negra Ibérica combinando la defensa de la naturaleza y la cultura.
De la misma manera, la ganadería es una de las actividades económicas fundamentales en el Estado de Michoacán, tanto por su contribución al PIB estatal como por el número de productores que la tienen como actividad principal y el número de empleos que genera. En Morelia tiene su sede el Centro Estatal de Fomento Ganadero de Michoacán, y aquí trabaja la Asociación Ganadera Local del municipio comprometida con el sector. También Morelia suele ser uno de los escenarios de la “Expo Ganadera de Michoacán”, así como de “Tianguis Ganadero de Bovinos y Ovinos”, aparte de lucir su potencial en la “Expo-Feria Regional, Comercial y Ganadera” que se celebra cada año.
Por otro lado, conviene anotar que, en México, «la ganadería surgió en tiempos de la colonización española como un instrumento para privatizar las antiguas tierras indígenas, y en cuyo torno se fueron generando complejos mecanismos de articulación social, institucionales y de defensa de privilegios de grupos territoriales, lo cual tuvo devastadoras consecuencias ecológicas que implicaba su desarrollo», según el Centro de Estudios del estado de Michoacán.
Siguiendo con el trato de los animales, descubrimos que la tradición ecuestre mexicana por excelencia es la denominada “Charrería”, caracterizada por el hábil manejo del caballo y su destreza en la conducción del ganado. Hoy en día constituye un deporte espectáculo de gran popularidad que se exhibe en el Pabellón Don Vasco de Morelia, donde lucen sus triunfos los michoacanos “Morelia Oro”. “La Charrería” fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de Humanidad por la UNESCO en 2016 «como ejemplo de la diversidad de las expresiones culturales que están en el origen de México en el siglo XVI, cuando en las haciendas ganaderas ser reúnen los vaqueros para inventariar y marcar el ganado, manejándolo montados a caballo con habilidad en el uso de la silla de montar y la reata (lazo), convirtiendo las faenas de campo en motivo de coexistencia y articulación social, y origen de una escuela ecuestre mexicana».
En Ávila, la tradición ecuestre sólo tiene carácter deportivo y de entretenimiento, más que agropecuario, excepción hecha de algunas conducciones ganaderas. Su máximo exponente lo encontramos en el Concurso Hípico Nacional de Saltos de Obstáculos Ciudad de Ávila que se celebra desde 1962. Igualmente, desde 2002 tiene lugar la Feria del Caballo de Ávila y Concurso Morfológico, el cual también se celebra en la localidad de Piedrahíta desde 1987.
Finalmente, la Asociación Abulense de Amigos del Caballo organiza desde 2011 la “Ruta Ecuestre Muralla de Ávila”, lo mismo que lucen sus cabalgaduras en la festividad de San Antón. Aparte, en la provincia también son reseñables otras actividades protagonizadas por el caballo, como ocurre, por ejemplo, en la celebración del “Vítor” de San Esteban del Valle, “Las luminarias” de San Bartolomé de Pinares y la romería del Cristo de la Luz de Lanzahíta. Por último, añadimos que Morelia cuenta con los clubes hípicos denominados “Tarasca” y “Morelia”, lo mismo que en Ávila también se cuentan en diversas localidades que organizan rutas a caballo.
Mirando atrás, llama la atención la práctica de juegos y deportes autóctonos michoacanos, en cuya recuperación trabaja la Asociación Michoacana de Juegos y Deportes Autóctonos y Tradicionales. Entre ellos, aporta a la tradición deportiva especiales singularidades en el juego de pelota purépecha que se asemeja un poco al hockey, el cual tenía un gran simbolismo por su relación con el nacimiento del sol y el equilibrio del cosmos y la tierra en la cultura tarasca prehispánica.
También en los pueblos de Ávila era habitual la práctica del juego de pelota a mano sobre una pared o frontón, para lo que en ocasiones bien servían los paredones de las iglesias. En cuanto a los deportes generalistas, que también contribuyen a formación de una conciencia social de grupo, su tratamiento en este artículo excede del concepto de la práctica tradicional de la que ahora nos ocupamos.
Respecto a la tradición cinéfila moreliana, ésta se ha asentado en el prestigioso “Festival Internacional de Cine de Morelia” nacido en 2002. Mientras que, en la capital abulense, desde 2011, tiene lugar el “Festival Nacional de Cortometrajes Ciudad de Ávila” (Ávilacine), a lo que habría que añadir que en 1985 el Colectivo Cantueso ponía en marcha la “Semana de Cine Ecológico de Ávila” que llegó hasta las veinticinco ediciones.
Por lo que se refiere a la tradición cómica de Morelia, ésta se desarrolla en los teatros “Ocampo”, “Matamoros”, “Morelos”, “María Teresa Montoya”, “La Casona” y “Morelia”, entre otros espacios, aparte de los escenarios que ocupan grupos escolares y de aficionados. Y a esta actividad se suma el teatro de títeres que desde 2004 se exhibe en el Festival Internacional de Títeres de Morelia “Titeralia”.
Ávila también presume de sus comediantes en la “Muestra de Teatro Ciudad de Ávila”, y en certámenes del CEIP “Santa Teresa”, de Ávila, “Miguel Delibes”, de Mingorría, y “Lagasca”, de El Barco de Ávila. También son reseñables las representaciones de los grupos locales “Jufran”, “Nueva Escena” y “Escabel”, a los que añadimos las últimas funciones de “Hierbabuena Teatro”, “Tercera Frontera”, “Pinceladas Teatro” y la “Asociación Abulense de Amigos del Teatro”, así como las monodosis y “perfomances” de Pilar Rodríguez, directora y gran impulsora del teatro infantil y juvenil abulense.
Como colofón, y por su trascendencia en las comunicaciones y en la consolidación e intercambio de usos y costumbres, así como en las relaciones humanas, nos detenemos en uno de los aspectos cruciales que lo fue el ferrocarril para el desarrollo de los pueblos.
La relación con el ferrocarril de Morelia tiene su origen en 1880, cuando se proyectó la red nacional que llegó tres años después. La llegada del ferrocarril supuso un desarrollo económico sustancial, así como un avance a la modernidad y el progreso de la ciudad, incidiendo también en su trazado urbano-arquitectónico. Hoy, el tren que explota la empresa Kansas City Southern México divide Morelia por la mitad es un lastre para la movilidad, por lo que se reclama sacarlo de la ciudad. Al mismo tiempo, también se avanzan proyectos de cambio de ubicación del patio de maniobras, y un tren ligero de pasajeros.
En Ávila, la lucha por el ferrocarril fue una reivindicación que se hizo realidad con la inauguración de su puesta en marcha en 1864. Todo un logro político para la época, si bien todavía hoy se sigue luchando por mejorar sus expectativas a través La Mesa del Ferrocarril de Ávila, la cual canaliza las reclamaciones, movilizaciones y protestas vecinales ante el recorte de servicios, la ausencia de inversiones y la disminución de frecuencias, además de la marginación de la red de alta velocidad.
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
Marzo de 2021.