Ajustes del cierre del ciclo de gobierno
Los ciclos de gobierno son inevitables. De la esperanza arrolladora que lleva a pensar como si el sexenio fuera eterno, se transita a la exasperación por el apremio del tiempo para un buen cierre; tampoco el dinero alcanza, pero eso se resuelve a partir de las prioridades que privilegian ciertos rubros, mientras otros pasan a la draconiana marginalidad presupuestal.
La discrecionalidad en la asignación de los dineros es lo deseable para quien concluye. Acapulco bien vale una misa. Indispensable lectura el texto reciente “Cartucho encendido” de Carlos Urzúa, en Nexos. Se diseñó el presupuesto de cierre con el objetivo de ganar la elección. No importó que no cuadraran egresos e ingresos. Se rompió con el compromiso de no generar deuda, y se hereda una situación financiera insostenible para el nuevo gobierno.
El obligado equilibrio será costoso e impopular. Se recauda poco, se gasta mal y, con la actual estructura de los ingresos, se dejan compromisos financieros insostenibles. Las obras emblemáticas del sexenio acentuaron los desequilibrios de la inversión pública. Mientras se abandona el mantenimiento carretero, de la infraestructura inmobiliaria, de escuelas, centros de salud y otros, el Tren Maya incrementa en 175% su costo; se estimó en poco menos de 187 mil millones de pesos y por lo pronto va en 514 mil.
En la refinaría Dos Bocas se optó porque el mismo gobierno hiciera la obra para reducir costo y tiempos en operación que habían estimado particulares concursantes; la operación se ha pospuesto una y otra vez y la inversión pasó de 190 mil millones a 308 mil. La responsable del fiasco, Rocío Nahle es flamante candidata a gobernadora de Veracruz.
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