Acomodaticios/Luisa María Calderón
Acomodaticios
Buscaba una frase sobre ciudadanía que quiero usar para hacer un análisis somero de la posibilidad de participación ciudadana en el seguimiento a sus gobernantes, pero encontré ésta, brutal, del mismo autor, así que copio y pego:
"Yo creo que una cultura sin política se queda en la disertación, en la elucubración, quizá hasta en el regocijo intelectual, contemplativo de ideas bien pensadas y mejor formuladas; también creo que una política sin cultura es una mera disputa casi zoológica del poder”: Carlos Castillo Peraza.
La cultura es una manifestación de la dignidad de cada individuo. Y en estas semanas de transición nos encontramos en medio de una disputa entre lo que viene y lo que está. Quienes han tomado ya el poder que les otorgó la mayoría, hacen declaraciones en ningún sentido. Los demás, en una despedida casi silente, deseando parabienes a los que vienen, tal vez en el acuerdo de que “los políticos famosos no irán a la cárcel”, “que no quede ni una coma de la reforma educativa”, que si se viene una crisis a México no será su culpa —del presidente electo—, sino de otros asuntos, o por culpa del Banco de México.
O que Rosario Robles es un chivo expiatorio de la mafia del poder, como si ella no fuera secretaria de Estado y en su muy subordinado encargo se viera obligada a saquear las arcas públicas. Que la nota de la semana fue el reto tupperweare, que un día el electo dice que el país está en bancarrota, y hace unas semanas dijo que recibía al país con buenas finanzas.
Los defensores del presidente electo se escudan en que la oposición critica nomás por ardor, y nadie, o casi nadie hace un alto en el camino y sugiere un fundamento filosófico o ideológico hacia la ruta a seguir, ya sea en el diagnóstico, ya en las medidas a tomar en el camino a un México mejor. Un México dividido entre defensores y críticos, pero sin rumbo. En el mejor de los casos, el electo ha dicho que ofreció mucho y no podrá cumplir; pero que cumplirá lo que ofreció en campaña.
Entre todos perdimos la brújula, al son de decir que ya no importa la ideología; hemos ido naufragando entre líneas de acción que responden en mucho a lo que las encuestas señalan como importante, que en el fondo son necesidades sentidas o narrativas que suenan bien. Hemos dejado de lado la investigación, la reflexión, la orientación política, a cambio de amarrar acuerdos, para ganar votos, para mantener el control de una parcela.
Y, los pocos ciudadanos que se quieren ocupar de acompañar a sus gobiernos sin ser funcionarios, encuentran todas las acotaciones posibles. Un ejemplo reciente es el Observatorio Ciudadano del Poder Legislativo. Un órgano de coparticipación, de corresponsabilidad que debe someterse a las decisiones del órgano al que observa, tanto en la convocatoria, como en el acceso a la información para poder hacer su trabajo.
Ser ciudadano no es salir a votar y volver a casa esperando que el gobierno, sea quien fuere, resuelva todos los temas; la ciudadanía es una virtud que se ejerce, que se deriva de nuestra naturaleza social y corresponsable de la vida de nuestra comunidad. Eso dijo también Carlos Castillo.
¡Salgamos del zoológico!