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Liderazgo femenino
Por Ivette Estrada
¿Hora de echar las campanas al vuelo? Más mujeres asumen el liderazgo de empresas como GM, IBM, Lockheed Martin e instituciones globales como el FMI, Banco Mundial, Banco Central Europeo y otros. Asimismo, 37 de las compañías en la lista Fortune 500 actualmente tienen mujeres CEOs y más mujeres también fueron electas para altos cargos en todo el mundo. Desde 1946, en 64 países tuvieron una mujer jefa de Estado o de gobierno y en mayo de 2020, 19 países fueron dirigidos por una mujer.
Es verdad que se soslaya la importancia de las mujeres en el mundo laboral aún y que incluso la importancia de la igualdad de género disminuye en las juntas directivas a nivel mundial, sin embargo, cada vez las mujeres están más conscientes del valor de sus aportaciones en el ámbito personal y profesional. Se gana autopercepción y estima.
Una revisión a la historia muestra que el trabajo femenino se restringió a labores no vinculadas a la toma de decisiones. Antes de la década de los 90 se asumía que quienes deseaban avanzar a los puestos directivos debían volver masculinas las formas de hablar y comportar. Pulularon cursos de “cómo adoptar el lenguaje masculino” y el consejo general para las aspirantes a directoras era interactuar con los colegas masculinos “como un chico más”. Se impuso el traje para ir a trabajar. Las características andróginas se extendieron durante décadas.
Después el férreo control que caracterizo las eras previas al conocimiento, dio paso a un liderazgo que pretendía impulsar la innovación y creación de nuevos productos y líneas de negocio. Se tomó conciencia del poder de las ideas y comenzaron diversas tendencias de liderazgo humanista.
En este punto comenzaron áreas de oportunidad de ascenso laboral de las mujeres. Ya no era necesario copiar metáforas deportivas y dureza “masculina”. Se aceptaron como parte ineludible de la riqueza las competencias blandas y comenzó a hablarse, incluso, de diferentes tipos de inteligencia, como la emocional. Al mismo tiempo, habilidades como el networking, negociación, empatía, comunicación y otros se posicionaron en el mercado de trabajo.
Y aquí estamos: ante infinitas posibilidades profesionales en las que no tendremos que renunciar a nuestra esencia y sentido de la vida. Lo que cambió a lo largo de los años es la percepción de lo que podemos aportar y del valor intrínseco que poseemos. El trabajo por emprender ahora es analizar el porqué de nuestra propia desvalorización.
Diferentes estudios como los generados en la Universidad de Harvard muestran la proclividad femenina a la modestia arraigada para reconocer avances, logres y aportaciones. Culturalmente se asume que esto “no es bien visto”. Sin embargo, vale recordar que lo más importante es el auto concepto y que “nadie da lo que no tiene”. Así que vale actualizar las propias competencias y tener al día los propios logros.
El liderazgo, finalmente, no es algo que pueda imponerse o adquirirse en una tienda. Es un reflejo de lo que somos y de nuestra capacidad de dar a los demás-