Abanico
Oídos sordos.
Me encantan los adagios populares. Son la sabiduría del mundo dispersa para todos. Y uno que dice ”no hay peor sordo que el que no quiere oir”, logra identificar la actuación del actual presidente mexicano.
Enfocado en sus obras emblemáticas, continuamente presenta reajustes en tiempos y presupuestos mientras crece la sensación de que se planifica la construcción de manera improvisada, carente del rigorismo y expertise de un gremio como el de los ingenieros mexicanos.
Así, a 70 años de su Fundación, la Unión Mexicana de Asociaciones de Ingenieros, UMAI, claman al jefe del ejecutivo que escuche a la ingeniería nacional “en todas sus especialidades, en la construcción de sus grandes obras…”.
El Presidente de la UMAI , Alfonso Domínguez Gil, menciona que es para ”mejorar y demostrar que se pueden reducir los presupuestos, que se puede bajar el programa de obras y mejorar algunos puntos no considerados, como los estudios previos de planeación, o los estudios de impacto ambiental”.
En términos coloquiales esto equivale a una súplica por dejar a los expertos trabajar y no ahondar más en criterios personales, subjetivos y carentes de conocimiento, en obras que escandalizan y que se estructuran a voluntades y caprichos, a tal grado que no cumplen funcionalidades ni representan atractivos imanes para generar inversiones y cuya opacidad trata de desestimar los “ajustes” en rutas y escalada presupuestal.
¿Logrará visibilizarse un prestigioso gremio en este sexenio o pesarán más las acciones asimétricas e intuitivas?
El llamado de la UMAI en realidad es un grito para parar el desorden y la monstruosidad en la construcción. No es sólo un llamado para ajustarse a los cánones y parámetros rigoristas del gremio: también es una responsabilidad ética para preservar vidas.
La catástrofe en la línea 12 del metro, la línea Dorada, nos permitió como sociedad observar los alcances de malas decisiones y opacidad en lugar del profesionalismo que deber imperar en la construcción y en cada sector productivo.
Más allá de esto, es evidente que los errores no desaparecerán ante la obcecación de hacer todo a modo, aunque con la paradoja de no tener idea de cómo hacerlo.
Si: no hay peor sordo que el que no quiere oir. Y en este caso, el clamor de un gremio que se mantuvo con una alta reputación a lo largo de siete décadas, ahora observa cómo el Presidente de México lo desdeña.
Así la experiencia de 400 mil kilómetros de carreteras, la construcción de 25,000 hoteles, 70 aeropuertos, 1,500 aeródromos y 545 helipuertos queda en el olvido…