La simulación de la encuesta en Morena
Uno de los principales retos del movimiento lopezobradorista fue sentar las bases de la democracia interna desde que se formó como partido político. Esa, se supone, es la esencia que dio vida orgánica, y una de las razones más poderosas para que- hoy en día- la alternancia fuese una realidad. De hecho, en medio de ese proceso, la dirigencia del partido ha tomado decisiones importantes, sin embargo, la mayoría de ellas, en relación con la designación de puesto de elección popular, han sido cuestionadas porque no ha existido transparencia en una encuesta que, bajo los estatutos de Morena, son un mecanismo para elegir candidatos.
El problema de ello es que, por sus antecedentes, la encuesta de Morena es un instrumento que, además de generar confrontación, ocasiona desconfianza por influir de manera sesgada a quienes, en su momento, no ganaron el reconocimiento social. Algunos de ellos, incluso, nunca generaron expectativas positivas como para avalar un hecho de esa naturaleza. O sea, la encuesta solo ha ocasionado detrimento, retroceso democrático y, lo peor de todo, ha exhibido el anacronismo de los que se prestan para manipular la voluntad del pueblo.
En ese sentido, Morena no ha sido capaz de transparentar ese ejercicio de participación social. Es más, tal parece que no hay voluntad. Dicho en otras palabras, la encuesta ha sido rehén de aquellos a quienes la sociedad les confía esa toma de decisiones. De hecho, tres de los cuatro aspirantes presidenciales refutan esa idea, pues saben que el instrumento que aplica la Comisión Nacional de Encuestas, es una simulación. En todo caso, si el presidente Obrador quiere legitimar al candidato, tiene que recurrir a una metodología que predique con el ejemplo en transparencia y confianza.
Morena, o mejor dicho la dirigencia nacional, ha mostrado su incapacidad para organizar un proceso interno. Sabemos que, en ese sentido, han quedado a deber y, a la luz de todo el mundo, han perpetrado fraudes internos a puestos de elección popular. Lo hicieron, ni más ni menos, hace más de cuatro años, cuando se jugaba la candidatura a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en 2017. Ahí, por ejemplo, Ricardo Monreal ganó casi treinta estudios demoscópicos preliminares que, con un margen holgado, daban una lectura clara y un virtual triunfo al ahora coordinador de los senadores de Morena.
Se llevó a cabo, a todas luces, un fraude monumental y una grave falta a la esencia del partido. Con esa premisa, el propio secretario de Gobierno, Adán Augusto, recordó ese hecho. Habló en una mesa de análisis y denunció, entre líneas, que la Comisión Nacional de Encuestas le hizo fraude a Monreal. Es decir, el zacatecano ganó; nadie auguraba otro escenario que no fuese ese. Todo pintaba para que Ricardo, en aquella fase, se convirtiera en abanderado de Morena, como lo fundamentaban casi treinta estudios demoscópicos a priori.
Valiente la decisión del titular de Gobernación cuando mencionó ese hecho. Eso habla de coherencia y, lo más importante de ello, ratifica la maquinación que sufrió Ricardo Monreal en carne propia. Ahora, con mayor razón, crece la presión al interior de Morena, pues no solamente fue el zacatecano quien alzó la voz, sino el canciller, y el encargado de la política interna del país. Todos ellos, en este momento, han manifestado su desconfianza por la encuesta que realiza el partido, incluso, eso terminó por darle la razón al zacatecano quien, durante meses, encabezó una rebeldía legítima que fue ganando apoyo popular.
Y, dada la presión que se ha generado hacia adentro del partido, y para no sortear la turbulencia que genera una disputa de esta naturaleza, el presidente puede verse obligado a realizar cambios a la estrategia presidencial. Como prioridad, puede apuntalar el consenso, pues la encuesta es, en este momento, un punto de discordia que tiene vicios de origen.
Por ello, con las condiciones óptimas para que salga un candidato de unidad, Ricardo Monreal puede aprovechar sus virtudes de conciliador y, con sagacidad, lograría sin ningún problema convencer a Marcelo y Adán Augusto, para cerrar filas con él.
La clave de ello estará, sin lugar a dudas, qué quienes estén en contra de la encuesta interna de Morena unifiquen esa consigna para empujar el otro método propuesto por los estatutos: el consenso. En ese sentido, es claro que Ricardo Monreal es el mejor negociador; ese que ha sabido aplicar el oficio político en los momentos coyunturales más idóneos. Por tal motivo, las posibilidades de que Ricardo Monreal se convierta en el próximo candidato de Morena, están latentes porque ha venido luchando pese a la adversidad. Aun así, continúa de pie y aspirando a ser, como lo ha mencionado una y otra vez, el sucesor del presidente López Obrador.
El presidente López Obrador lo tiene contemplado entre los cuatro aspirantes presidenciales y, en política, todo puede suceder cuando la sagacidad de un hombre como Ricardo Monreal se pone en práctica para sobresalir entre los competidores. Lo hizo en 1997 en Zacatecas y, esta ocasión que se avecina, esa hazaña se lograría repetir.
Ricardo Monreal, presidente de constitucional del México para el periodo 2024-2030. Si, todo eso es posible cuando un perfil como el de Monreal juega sus cartas.