Cristina Barriga, la bordadora de historias de Santa Cruz Tzintzuntzan
PÁTZCUARO, Mich., 2 de noviembre de 2022.- Son 28 historias las que tiene registrada la marca colectiva Bordados de Santa Cruz Tzintzuntzan, entre las cuales se incluye la vida de campo, las danzas y las actividades religiosas de la comunidad. Es un orgullo hacer este trabajo, señala Cristina Barriga, artesana de Santa Cruz e integrante de la marca colectiva.
La artesana muestra a Quadratín una tela con forma de rectángulo, mientras dice que se tarda en hacerlo de cinco a seis días, solamente el bordado, y le invierte de cuatro a seis horas diarias, porque debe hacer otras cosas. "Sí, es muy laborioso", dice.
Después enseña una prenda más grande, lo hace orgullosa diciendo que la práctica hace al maestro. Muestra primero el dibujo y va explicando las formas. Después habla sobre el bordado, el cual relata distintos momentos de la vida en el campo.
"Este es una vida en el rancho... aquí va la señora con el niño cargado, haciendo tortillas; el señor cortando la leña para que cocine aquí en los nopales; allá donde vivíamos antes, íbamos a un pozo al agua con los cántaros; está el niño en el columpio; la milpa; las carretas que antes sí se ocupaban; y es la historia que uno cuenta", señala la artesana mientras va recorriendo la prenda.
Asegura que dentro de la marca colectiva Bordados de Santa Cruz Tzintzuntzan, han registrado 28 historias para bordar. Las principales, dice, son las cotidianas, lo que significa vida de rancho, la vida en el campo, el lago, y las otras son las danzas que son típicas de Michoacán, como la danza del pescado, de los viejitos, del torito y del cantarito.
Pero dentro de esta cotidianidad que reflejan en las prendas bordadas, también se plasma lo religioso, como las actividades de Semana Santa, las bodas de rancho, la Navidad e incluso todas las tradiciones de Noche de Muertos.
Por lo regular no se da cuenta del trabajo que realiza hasta que, al mostrar sus prendas, alguien le dice lo bonitas que están, ahí es cuando siente orgullo por hacer lo que hace. "Ahí es cuando uno siente que vale la pena hacer estas piezas, es un orgullo", externa.
A diferencia de otras artesanas, Cristina vive directamente de su trabajo. Dice que lo hace porque no está casada y tampoco tiene hijos, y eso es algo bueno porque le permite ahorrar dinero.