Producen investigadores biofungicida contra hongo que daña el jitomate
CUAUTITLÁN, Edomex., 1 de septiembre.- El jitomate (Lycopersicon esculentum Mill) es una de las hortalizas que más se cultivan en México y en el mundo, por su importancia económica y por su calidad nutricional, ya que es fuente de antioxidantes, vitaminas A, B1, B2 y C y minerales, como el calcio, fósforo, potasio y sodio.
A través de un comunicado de prensa se informó que uno de los principales riesgos durante su producción es la marchitez provocada por el hongo fitopatógeno Fusarium, que es difícil de manejar porque habita en el suelo.
Enfocados en crear una solución a esta problemática, el biólogo Marcos Espadas Reséndiz, responsable del Laboratorio de Fitopatología de la FES Cuautitlán, y el ingeniero Jonathan Alfredo Fernández Mendiola, jefe de la Sección de Agroecosistemas y Sanidad Vegetal, desarrollan un biofungicida para combatir esta enfermedad, conocida como damping off o secadera de plántulas.
Un biofungicida es un compuesto de microorganismos benéficos (hongos o bacterias) que afecta el crecimiento de la planta, erradica enfermedades, estimula naturalmente las defensas de los cultivos y reduce la resistencia de hongos fitopatógenos. Además, es un producto amigable con el ambiente y ecológico, por lo cual inofensivo para polinizadores y fauna benéfica.
Control biológico, una alternativa sustentable para un agroecosistema
Los hongos son la principal causa de pérdida de cultivos en todo el mundo, ya que son los principales agentes causales de las enfermedades de las plantas. Sin embargo, existen grupos antagonistas que sirven para controlar a los fitopatógenos del suelo, entre estos destaca Trichoderma spp.
Este género fúngico posee propiedades micoparasítarias y antibióticas, por lo que algunas especies son catalogadas como excelentes agentes de control biológico de hongos causantes de enfermedades en diferentes plantas. Trichoderma tiene múltiples mecanismos de acción: competencia por nutrientes y espacio, micoparasitismo, antibiosis, promoción del crecimiento vegetal e inducción de respuestas de defensa vegetal.
Tomando en cuenta esto, en 2016 el ingeniero Fernández trabajó con cepas nativas de Coatepec Harinas, municipio que ocupa el quinto lugar de superficie sembrada de jitomate en el Estado de México. De este sitio, logró aislar siete cepas del hongo antagonista, de las cuales destacaron tres: T. atroviride, T. koningii y T. harzianum, que fueron usadas en pruebas duales o in vitro contra el fitopatógeno Fusarium oxysporum y la que presentó mejores resultados fue T. harzianum.
A partir de esta cepa, los académicos desarrollaron el prototipo de biofungicida y lo estudiaron a nivel almácigo (en semilleros). Durante las primeras etapas fenológicas de la planta, el producto mostró excelentes resultados contra Damping off, Trichoderma controló la enfermedad y generó mayor crecimiento radicular, propiciando una planta más sana, con mayor área foliar y menor susceptibilidad a plagas y enfermedades.
En la actualidad, el equipo de trabajo realiza pruebas en la producción de jitomate en el invernadero. “Hacemos aumento del inóculo de Trichoderma en arroz, utilizamos tierra de diatomeas como vehículo del ingrediente activo, aplicamos 17 millones de conidias por gramo, esto representa una concentración cercana a la de las producciones comerciales, incluso, superamos la de algunos productos que ya se encuentran en el mercado”, explicó el ingeniero Jonathan Fernández.
Elaborar este proceso es económico y no se lleva más de 25 días, una vez que el inóculo tiene la concentración necesaria, la mezcla se puede disolver en una mochila aspersora o en el sistema de riego presurizado por goteo (in drenche) para su aplicación.
“El micoparásito ya se encuentra en el ambiente, lo único que hacemos es aumentar la concentración y con esto su población, a esto se le llama control biológico por aumentación”, señaló el biólogo Marcos Espadas.
El control biológico por aumentación se basa en realizar una producción y liberación masiva del antagonista nativo que está presente en el área afectada. Su objetivo es realizar liberaciones periódicas de estos controladores que no se han podido establecer, para generar presión sobre el fitopatógeno y conseguir el establecimiento de la población.
Por lo regular, los productores optan por productos químicos para combatir plagas y enfermedades. No obstante, el uso excesivo de agroquímicos provoca la resistencia de éstas, por lo que son más difíciles de erradicar. De ahí la importancia de contar con la opción del control biológico, pues coadyuva a hacer más sustentable el agroecosistema, disminuye costos, no daña al medio ambiente ni causa problemas de salud y se obtienen productos agrícolas inocuos y de mayor calidad.
Trichoderma ya se encuentra en el mercado, algunas de las cepas que se comercializan son importadas y por la masificación del producto pierde sus propiedades. Por tanto, al identificar y aislar cepas nativas se logra un mejor control de los parásitos del suelo, ya que están adaptadas a las condiciones ambientales del país.
Luego de comprobar que el invernadero que se está tratando con esta tendencia agroecológica, tiene buenos resultados, mayor rendimiento en los espacios tratados con el hongo y la productividad por planta está a la par de la media nacional; el siguiente paso para este biofungicida es el llevar a cabo su registro y, para lograrlo, los investigadores fortalecen la identificación morfométrica y molecular a fin de ofrecer un producto fidedigno.
Por otra parte, en el Laboratorio de Fitopatología continúan desarrollando un cepario, hasta el momento han recolectado cepas nativas del sureste del país, Zacatecas, Guanajuato, Estado de México y Xochimilco. También incluye hongos fitopatógenos, hongos antagonistas controladores de fitopatógenos, algunos que matan malezas (micoherbicidas) y también hongos entomopatógenos. El cepario está disponible para proyectos de tesis, prácticas profesionales y servicio social.