Las plantas requieren ser escuchadas ante la falta de agua
CIUDAD DE MÉXICO, 31 de marzo de 2024.- A fin de ejecutar el acto de mayor crueldad imaginable, el protagonista del relato Tantalia –del argentino Macedonio Fernández– decide martirizar a un pequeño trébol privándolo de agua, provocándole sed y prometiéndole lluvias que jamás llegarán, todo ello sólo para regodearse con cómo el brote sufre en silencio, lo cual es una verdad a medias, pues como demostró un estudio de la Universidad de Tel Aviv, al irse secando las plantas emiten sonidos, pero en frecuencias tan altas (entre los 40 y los 80 kiloherzios) que apenas pocos animales, como los ratones, los murciélagos o algunos insectos, pueden escuchar.https://www.youtube.com/embed/yoczmQOMoFw?feature=oembed
De acuerdo con la información publicada en el portal UNAM Global refiere: Y es que al igual que la fauna, las plantas sienten estrés y lo expresan, sólo que de formas que recién empezamos a entender, explica el profesor Ulises Rosas, del Instituto de Biología de la UNAM. “Así como nosotros tiritamos cuando hace frío o gritamos de dolor, ellas responden a aquello que les hace daño como la desecación, las plagas o a si les cortamos con tijeras de jardinero el tallo o una rama”.
Tiene poco que comenzamos a aceptar que el reino vegetal posee una forma de percibir el mundo mucho más compleja de lo que nos habían dicho de niños en la escuela y, para ello, ha sido necesario deshacernos de demasiadas ideas heredadas, como la de que estos organismos son inertes o mudos, y ello gracias a personas que se han atrevido a preguntarse: ¿y si ello no fuese así, sino de otra manera?
Justo eso hizo un equipo de biólogos de la Universidad de Tel Aviv, quienes para esclarecer si hacen ruido o no, tomaron decenas de tomateras (Solanum lycopersicum) y plantas de tabaco (Nicotiana tabacum), las colocaron en una cámara insonorizada, les pusieron micrófonos a 10 centímetros de distancia y, como en el cuento de Macedonio Fernández, las privaron de agua por casi dos semanas.
Al principio, los aparatos registraron poco más que un largo silencio, pero con el correr de los días los ejemplares comenzaron a emitir sonidos parecidos al de palomitas de maíz al reventar, de inicio pocos y espaciados y, después, con una frecuencia que se intensificaba a medida que sus hojas se deshidrataban y pasaban del verde al amarillo.
“Nuestro planteamiento inicial era que, si las plantas producen sonidos, debían hacerlo en frecuencias ultrasónicas (entre los 20 y 250 kiloherzios), las cuales son inaudibles para el humano (el adulto promedio suele escuchar hasta los 16)”, planteó la profesora Lilach Hadany, líder de este estudio, en una entrevista difundida por su universidad.
Para complementar su experimento, los científicos israelís hicieron incisiones en algunos tallos y la respuesta fue similar: al percibir daño las tomateras y plantas de tabaco comenzaron a emitir ultrasonidos a un volumen similar al de la voz humana, hecho que dio pie a que aparecieran en revistas y periódicos titulares del estilo: “los tomates ‘gritan’ si los cortas”, frase no muy rigurosa en lo científico, pero sí cargada de cierta inventiva literaria parecida a la empleada por el escritor Macedonio Fernández cuando, en 1930, describía al hipotético ruido de su trébol martirizado como un “gritito abismante de dolor vegetal”.
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