Con 90 años, el señor Leonel sigue ofertando sus ates en La Providencia
MORELIA, Mich., 18 de julio de 2023.- Con 90 años y ocho meses, el señor Leonel Ramírez ya está cansado. Se da cuenta de que le es difícil seguir haciendo ates de manera tradicional, y está por tirar la toalla. Otros tiempos fueron mejores, cuando la gente llegaba directamente a La Providencia, en una casona de García Obeso, para llevarse un rico postre.
Porque además hay otro problema: la demora de lluvias también trajo el retraso de las frutas, y eso ha hecho que elabore pocos ates. Si no hubiera retrasos en la temporada de lluvias, todo el patio de esa casa de más de 400 años, estaría lleno de ates, expone a Quadratín.
A lo largo de sus 90 años primero fue herrero, después plomero y enseguida electricista, oficio donde duró más tiempo. Haciendo ates lleva la mitad de su vida. Cuenta que llegó al dulce oficio casi por casualidad, "me dijo mi suegra: 'oiga, mis hijas ya no pueden hacer los ates, ya están muy viejas, necesitan que alguien les ayude', 'No se preocupe, yo les ayudo", contó.
Así empezó, ayudando a la familia de su esposa, y con el tiempo se fueron muriendo poco a poco, las hermanas, los papás e incluso su esposa quien era la mayor de las hermanas. Al final se quedó él solo ahí, donde no es dueño de nada, asegura, solo del conocimiento para hacer ates.
"Me gusta trabajar y me gusta hacer los ates", dice, y más ganas le dan de seguir haciendo ates cuando los dulces le salen bien. Cuando no, prefiere no mostrarlos al público y los hace pedacitos, los pone en una bolsita mezclados de todos los sabores, y así salen.
El secreto básicamente se da al momento de comprar la fruta, explica Don Leonel, que no esté ni muy verde ni muy pasada, sino en su punto. Después hay que limpiar la fruta de manera muy pulcra, para posteriormente llevarla a cocer y servirla.
Pone como ejemplo la guayaba, fruto que al trabajarlo, no debe de irse ni una semilla o pellejito, nada, es la pura pulpa la que necesita, por eso al comprar guayaba se reduce mucho lo que él usa para hacer ate, y esto hace que se encarezca, "no lo vendo caro, lo vendo dejándome una mínima parte de lo que calculo es mi trabajo, más una parte que se invierte en el gas, en el tiempo de hacerlo y todo eso".
Una barra promedio que pesa un kilo, cuesta 180 pesos, las de medio kilo las vende a 100, y unas más grandes en 250 pesos.
Y ahí queda Don Leonel, en la espera de que aquellos viejos tiempos regresen, y que la gente sepa que si se busca un ate de calidad, hecho de manera artesanal, lo puede tener bajando por la calle de García Obeso, justo a unos metros de donde inicia la calle, por detrás de la Catedral metropolitana de la ciudad.