Serenatas y los responsos fúnebres a las calaveras literarias
MORELIA, Mich., 25 de octubre de 2023.- Se acercan ya el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, difundidos e identificados coloquialmente entre el anónimo colectivo como el Día de los Angelitos y la Noche y el Día de Muertos, en torno a los que se han constituido al paso de los siglos en una serie de tradiciones que permanecen vivas entre nuestras culturas que tiene relación directa con el culto a los seres queridos que se nos adelantaron en el viaje a otras galaxias.
Es, por lo tanto, muy oportuno abordar esos temas, porque a nombre de la tradición se han dicho y hecho barbaridades que lejos de fortalecerlas las han desvirtuado, alterado y, lo peor, se han creado modelos ajenos a ellas.
Aunque ya dije que se trata de tradiciones vivas y, por lo tanto, en constante movimiento y transformación, cada una de ellas mantiene líneas características inalterables que deben ser respetadas y fortalecidas en base a conocimiento, ingenio y capacidad.
En la época de la colonia era común que en el nuevo día la gente se encontrara con libelos o panfletos que alguien escribía en complicidad con la oscuridad de la noche para denostar, descalificar, agredir, ridiculizar, recriminar o hacer mofa pública de aquellas personas a las que se les odiaba y/o despreciaba por abusivas, infieles, casquivanas o simplemente por recelo, resentimiento o coraje.
Obvio es que aquellos ardidos, adoloridos, embrutecidos y encanijados decían “linduras” con adjetivos que hablaban de prostitución, infidelidades, robos, violaciones, etcétera, no siempre ciertas, pero muchas veces cercanas a la verdad.
Con el paso del tiempo y la transformación de las culturas, los libelos y panfletos se convirtieron en publicaciones con crédito del autor, calificadas, firmadas y dirigidas a personajes públicos, principalmente políticos, en los que se hacía mofa y denuncia particularmente de los gobernantes.
Fue don Guillermo Prieto el primer escritor mexicano que tomó el asunto como tema, habida cuenta que el 28 de octubre de 1878 publicó su crónica “Muertos y panteones” en el periódico Siglo XIX, misma en la que dice en una de sus partes:
“Era muy frecuente que amantes desdeñados o matrimonios mal avenidos, cohechasen a monigotes y cantantes para que proclamaran en su responso el nombre del petimetre veleidoso o de la querida infiel y entonces, si el aludido o alguno de sus deudos era de brío y alentaba coraje, sacudía trancazos que era una gloria a los búhos, y aquellos gritos, y aquella zambra, y aquellas lágrimas calientes y genuinas, eran como quien dice el complemento y la gloria del día”.
Don Guillermo Prieto precisa en su crónica que por las noches cercanas a la del 1 y 2 de noviembre, los adoloridos, ardidos o belicosos despechados llevaban “serenatas fúnebres” y “responsos fúnebres” en contra de aquellas a las que se querían exhibir públicamente y a las que “mataban” a través de sus serenatas y responsos, mismos que hacia finales del siglo XIX desembocaron en calaveras literarias y calaveras gráficas que eran difundidas y vendidas en hojas volantes o periódicos de edición única,
Los mejores exponentes de finales del siglo XIX y principios del XX fueron el impresor Antonio Vanegas Arroyo y el grabador hidrocálido José Guadalupe Posada, quien no ha sido superado.
Después de Posada, como al más grande encontramos al maestro Leopoldo Méndez.
En Morelia hubo muy buenos calavereros como Efraín Vargas, quien publicaba su Coyote Cojo de las Nalgas Pintas, y para quien colaboraban muchos autores como José Baeza Campos, Tomás Rico Cano y Carlos Arenas García, entre muchos más.
Bien, pero hay que decir que, aunque hoy día la tradición de las calaveras gusta mucho entre profesores y estudiantes de todos los niveles, han sido ellos, precisamente, quienes más las han trastocado, desvirtuado, alterado y empobrecido.
CALAVERAS LITERARIAS
Las buenas calaveritas literarias con composiciones en versos libres o rimado), pero consistentes, es decir que no deben ser cojos ni de rima forzada con palabras metidas a cajón.
Las calaveritas deben tener buen manejo del lenguaje, ingenio, humor, caricatura, juicio y muerte. Es decir que no caben ahí la ingenuidad, la zalamería, la sumisión, ni el barberismo.
El ingenio se notará en la construcción de imágenes literarias, metáforas, tropos, símiles y figuras contundentes. Se les debe dotar de humor irónico, corrosivo, lapidario y, a la vez, fino, sustancioso y universal. La caricatura se hará a través de la exaltación de defectos físicos, intelectuales, idiosincrásicos, sociales, políticos y comunes del individuo calavereado.
El juicio es una condena que tendrá que expresarse como consecuencia de la manera de ser y de hacer del sujeto en cuestión. Y siempre tendrá que acabar en el panteón (literario) aquel de quien se escribe.
Por lo tanto, de lo que se trata es provocar risa, burlar y de matar literariamente al blanco de nuestras calaveras.
La extensión y el tema quedan siempre al libre albedrío del autor.
CALAVERAS PLÁSTICAS
Son dibujos, grabados o pinturas en las que se ridiculiza al personaje elegido con exaltación y exageración de los defectos, curiosidades, singularidades y/o barbaridades que le son propios.
Siempre deben tener figura esquelética, aunque sea gordo el calavereado. Y el rostro debe ser de calavera. Es decir, que el autor nos debe entregar una calaca en la que agrande aquello de lo que quiera burlarse.
Pueden llevar textos, diálogos o no. Y, si se quiere, se le podrá dotar de un título que ayude al espectador a identificar al sujeto.
Tiene que, obligadamente, “parecerse” al calavereado, aunque hay que tener presente que no se trata de un retrato. Además, tendrá que reunir todas las características de buen manejo del lenguaje plástico, humor, caricatura, juicio y muerte.
En suma, estamos en vísperas en que en todo el territorio nacional resurgen las calaveras literarias y las gráficas, por lo que tendremos infinidad de ocasiones para reí a costa d quienes serán blanco del ingenio de miles de autores de este país. Así sea.