Los panteones hoy están más vivos que nunca
MORELIA, Mich., 2 de noviembre de 2022.- Con música de tríos norteños, flores de mota y cempasúchil —y una que otra cerveza fría, no vamos a negarlo— cientos de personas acudieron a reunirse con sus muertos para celebrar la vida, su vida y la oportunidad que el 2 de noviembre les da: volver a estar juntos.
Entrar al panteón es como posarse bajo una gran cascada, que golpea con todos sus olores, dulces y agrios, producto de las flores frescas y de los tallos de aquellas que han muerto; del olor a cítricos de las frutas, mandarinas y guayabas.
Porque el panteón hoy está más vivo que nunca, abarrotado de gente y sus fiestas; los colores intensos están por todas partes, sobre las tumbas, entre los caminos y hasta en la basura que se amontona en las orillas, entre las papeleras.
Este histórico espacio es un monumento y un museo para el turismo negro, cuya curiosidad y hasta morbo este año fue retroalimentado con cuatro momias, muestras vivientes de las bondades del suelo y clima moreliano; también hay 300 tumbas consideradas monumentos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y entre las que se encuentran las de aquellos desdichados infantes migrantes españoles que murieron en estas tierras esperando reencontrarse con sus padres.
Entre el mar de gente que inunda este panteón civil hay uno especial, J. Jesús, que ya en su tercera edad, todavía tiene fuerza para acudir a ver a su hermana y a madre, como cada año.
“Estoy acompañando a mi hermana y mi mamá, a la familia… —dice con voz baja—. Le hemos arreglado su tumba y puesto algunas flores; mi madre murió hace 27 años y mi hermana hace ocho”, recuerda.
Con cubrebocas y la vista a punto de perder por las cataratas que le han invadido por completo el ojo derecho, tiene presente que debe guardar energía para poner sus ofrendas y la de otros parientes que todavía tiene que acompañar en casa.
“Voy a acompañarlos aquí un rato y luego a la casa, porque tengo familiares que están en casa, sus cenizas… varios”, relató a la cámara de Agencia Quadratín.
Como J. Jesús, Mercedes también acude a visitar a su madre año con año; como niños vuelven a su regazo, quizás, la paz que se encuentra al posarse en su seno, al fundirse en un abrazo.
“Estoy feliz de la vida, de reencontrarnos; le llevó flores de cempasúchil y pata de león; adornamos, estamos medio día con ella, le dejamos su veladora y una coquita que le gustaba a ella”, explicó.
Así como Mercedes, Alfonso acude con toda su familia a encontrarse con todos los suyos, porque como pocos, los huesos de sus padres están junto a los de su hermano y sus abuelos, ¡Aquí no hay soledad; todos juntos!
La tumba está en su familia desde mediados del siglo pasado cuando falleció su hermano; con el paso de los años, como en todas las familias del mundo, otros se adelantaron y fue necesario sacar los restos de su hermano, meterlos en el ataúd del que iba a ser enterrado y así continuaron.
“Tengo siete familiares, desde antes de los años 60, el primero fue mi hermano, pero también están mis abuelos y mis papás, tres generaciones de familia…”, dijo mirando fijamente la lápida, de la que se ayudó para recordar los nombres de todos y el orden en que partieron.
La tumba de los familiares de Alfonso se encuentra limpia y arreglada; este miércoles le dieron su manita de gato, una pintada a las letras para que no se pierdan, pero no todos gozan de esa suerte: hay miles que están en el abandono, pero que por bondad del panteonero, se les puso una humilde y solitaria flor de cempasúchil.