Bordar en punto de cruz; así es esta tradición en Tingambato
MORELIA, Mich., 11 de abril de 2022.- El punto de cruz es una tradición milenaria, llegada a tierras americanas durante la época de la Conquista, con un gran arraigo entre la población, pero especialmente entre las mujeres del municipio indígena de Tingambato, cuyas creaciones han llegado a ser expuestas en museos de Alemania.
Como muchas mujeres del municipio, María de la Luz Hernández Figueroa, sus hermanas, nueras y ahora sus nietas y sobrinas, aprendió desde muy joven el arte del punto de cruz y ahora no solo es la matriarca que dirige a las mujeres de la casa, también un orgullo para los Hernández Figueroa por la calidad de sus productos, que han puesto muy en alto el nombre de su pueblo natal.
María de la Luz recuerda que el oficio lo aprendió de su madre, como el resto de sus hermanas, por necesidad, por ayudar a su familia y mejorar los ingresos.
“Comencé en el punto de cruz a los seis o siete años, es un aprendizaje que nos dejó nuestra madre, a las siete mujeres, todas aprendimos a hacerlo, algunas lo hacemos más frecuente, pero de alguna forma, todas tenemos esta herencia”, recuerda, mientras expone sus creaciones colocadas a lo largo de la mesa, colgando desde el techo en un gancho.
La aplicación del punto de cruz es variable, ha dejado de ser solo grecas en servilletas para uso ornamental, doméstico o religioso.
El punto de cruz “se puede adaptar a lo que uno quiera, huanengos, vestido de manta, servilletas, camisas, bolsas, carteras y hasta en zapatos”, añadió.
Además de lo considerado tradicional en su comunidad, las mujeres son capaces de hacer caprichosas combinaciones de colores en flores, paisajes y hasta fotografías, al convertir los gráficos a punto de cruz y de ahí lo copian a las telas.
Y, como parte del convenio que hay entre esa comunidad y el país de Alemania “en que hay un intercambio cultural, con nuestros músicos, una de mis servilletas fue llevada a su exposición y también se hizo popular en las redes sociales por la publicidad que le dio el Instituto del Artesano Michoacano”, agregó.
Hoy en torno a la mesa principal, ubicada en el patio de la casa principal, se reúnen las bordadoras, mujeres grandes y pequeñas, desde los cuatro años, y hebra con hebra tejen el devenir histórico familiar, la transforman, al decidir que las más pequeñas pueden ver y su iniciativa es bienvenida, pero “primero deben ir a la escuela, enfocarse en otras cosas, ya que están más grandes aprenderán”, la tradición familiar, decisión que da un viraje fundamental en el futuro del poder femenino.
Dato histórico…
De acuerdo a la historiadora española Pilar Gonzalbo, dentro del desarrollo de las mujeres, el saber tejer y bordar, tenía un mayor peso que la educación, porque “asistir a la escuela no significaba que esos conocimientos fueran obligatorios (…). Las labores "mujeriles" solían limitarse a trabajos de costura y bordado”.