Acuden morelianos a panteones para recordar a sus seres queridos
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MORELIA, Mich., 1 de noviembre de 2023.- Es un ritual pagano y cristiano que un día fue íntimo y privado, cuidado con celo por los pueblos originarios, pero que hoy es una fiesta; es la suma de diversas cosmovisiones de la muerte, que reactiva la economía y que llena de vida, de olores y colores al panteón de Morelia.
Fundado hace casi 140 años, el Panteón Civil Municipal conserva una gran variedad de monumentos históricos, arqueología de la muerte, de los ricos, de los pobres y los de en medio, porque allí todos van a parar, desde la familia del emperador Agustín de Iturbide y el más humilde moreliano.
Es un espacio para recordar a los que se fueron, conocidos o no.
Este miércoles, entre los lotes, miles de personas preparan las tumbas de sus ancestros, abuelos, padres, hijos y parejas, a cuyas almas esperan para volver a reunirse, entre los olores de las flores de cempasúchil y la luz de candelas.
Muchos morelianos aprovechan para limpiar las tumbas, lavar la tierra que el paso del tiempo ha puesto sobre las lápidas.
Algunos parecen sumergidos en un soliloquio, pero se escuchan entre los murmullos que se trata de un diálogo con el que duerme bajo la lápida, ¡claro que no hay respuesta que se perciba al oído!, pero en esa conversación unidireccional hay melancolía, amor incondicional y muchos recuerdos.
La visita al panteón también es educativa, formativa y crea vínculos entre los pequeños y sus ancestros, enseña sobre la muerte y las tradiciones a los niños; el respeto a los que yacen en las tumbas.
Entre los visitantes de este miércoles está Nemesio, un adulto mayor, le preparó con cariño, "unas florecitas a mi madre, en su tumba, donde está ella y una tía; me gustan las flores de cempasúchil, porque así lo marca la tradición".
Así como Nemesio, María Elena acudió al panteón preparar la tumba de su madre y familiares, como desde hace 17 años.
"Vengo desde hace como 17 o 20 años, les traigo flores o alguna veladora", comentó la adulta mayor, quien se disponía a desayunar acompañada de sus hijas, quienes revelaron María Elena se divide en dos, un día se queda con su madre en el panteón de Morelia y otro en una comunidad rural, donde yacen los restos de su padre.
Pero sin importar las generaciones, las más jóvenes también tienen presente a sus familiares.
Diana, en sus treinta, se dispuso desde muy temprano a limpiar la tumba de doña Jovita, su abuela, fallecida años atrás y a quien visita año con año.
"Venimos a visitar a la tumba de mi abuelita y adornamos con flores de cempasúchil, pasamos un rato, luego llegan primos, tías y rezamos un rosario", comentó.
Coincidieron que además de colorear el mármol blanco con las flores de cempasúchil, también colocan altares en sus viviendas, con los alimentos, frutas, cigarros y hasta una que otra bebida espirituosa, para alegrar al que vuelve del más allá.
Si es que vuelven, como nuestros antepasados nos enseñaron, muchos regresaran a tumbas abandonadas, rotas, con mensajes enternecedores y llenos de amor, pero sin una sola flor, ¡quizás algunos ni siquiera logren volver, porque no hay cempasúchiles que les den el camino a casa!