Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
Camino desbrozado para el nuevo régimen de un sólo partido
No han pasado ni dos semanas del triunfo aplastante de Morena en todo el país y empieza a surgir una gran preocupación por los sesgos de autoritarismo que por sí solo traerá este nuevo régimen político en México.
La mayoría abrumadora empieza a convertirse en un cierre de espacios que afectará no sólo a partidos, sino a la sociedad en general, con una serie de cambios que aterran sobre todo a los que gozaron hasta el momento de los beneficios de la corrupción.
El voto del hartazgo y la venganza se convirtió en un cheque en blanco. Empezamos a dar pasos al revés. No habrá Fiscal Autónomo pero sí Mando Único Policiaco; Congreso de Mayoría absoluta, mayoría de gobernadores de un sólo partido que rendirán pleitesía a un sólo hombre.
Y así, uno de los primeros sesgos preocupantes es el mensaje velado tras el anuncio de la desaparición de delegaciones federales. Los supercoordinaciones en cada estado serán, obviamente, leales a Morena.
Si añadimos a esto el hecho de que Morena controlará cerca de 18 Congresos estatales y por tanto el nuevo Presidente tendrá, de facto, la posibilidad de modificar la Constitución cuando le dé la gana, pues estamos fritos.
Y como colofón, a partir de la próxima legislatura, los diputados y senadores podrán reelegirse. Esto pinta un panorama que quizá puede ser legal, pero está muy lejos de ser un sistema democrático. Es, nuevamente, un grupo de poder que controla la voluntad nacional.
Es un esquema propicio para enquistarse durante 30 o 40 años, si no es que más. Y no es porque estemos en contra de medidas necesarias que se han anunciado, como la reducción de sueldos a altos funcionarios, la disminución de la burocracia o la descentralización administrativa.
No, lo que preocupa es el uso abusivo que esta nueva arquitectura política de México le puede dar al poder. López Obrador puede tener buena voluntad para erradicar los pecados del pasado, pero ni él mismo puede garantizar la sujeción al estado de derecho de sus subalternos.
Con esa estructura para qué quiere el nuevo régimen al CISEN, si tendrá un aparato más amplio y extendido en todo el territorio nacional que responderán a un sólo partido y que cooptará voluntades tan sólo con la simple presencia de esa maquinaria apabullante.
Todo esto, les guste o no a los simpatizantes de MORENA, tiene tufo totalitario. La buena fue que pueda mostrar López Obrador siempre estará amenazada por la avaricia y las ambiciones de su corte de funcionarios que desde hoy ya piensan en el futuro.
Era saludable deshacerse del PRI. Pero no nos deshicimos de su escuela del reparto del poder. La primera señal la tuvimos en la Ciudad de México, con un partido mayoritario, el PRD, que hizo y deshizo sin oposición enfrente. Hoy vemos, por ejemplo, el desastre inmobiliario que ha dejado.
Toda una pirámide de corrupción en los contratos de obra, en el uso de suelo, de cooptación clientelar de grupos precaristas expertos en el chantaje. Luego vino el PAN, que en dos sexenios prohijó a esos mismos grupos corruptos que han saqueado al país.
El SNTE y el Sindicato de Petroleros fueron intocables y se convirtieron en aliados silenciosos de Fox y de Calderón. La misma escuela, la misma operación. Vamos a ver ahora qué pasa con esta "cuarta transformación"
Por lo pronto, es un hecho que el proceso de Descentralización Administrativa anunciado por AMLO se encontrará con la resistencia de los grandes sindicatos, si es que se busca ir hasta el fondo del asunto. Sí sólo se trata de una reubicación administrativa, entonces no los tocará.
La propuesta de Andrés Manuel López Obrador implica -dicen- mover 6 mil 113 plazas que conforman el aparato de primer nivel en la estructura burocrática del Gobierno Federal sobre las cuales recaerá el programa de austeridad. Nótese: no se trata de sindicalizados.
Estas plazas de burócratas representan un gasto de 10 mil 362 millones 848 mil pesos al año. Hasta el momento, la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE) no ha fijado una posición al respecto, pero pronto lo tendrá que hacer.
Con este plan de austeridad se busca eliminar un 70 por ciento los puestos de confianza. Sin embargo, insistimos, esta política parece no toca los privilegios sindicales, que en todo el país se convirtieron durante generaciones en verdaderos diques de corrupción.
El diario REFORMA publicó la semana pasada que la dirigencia del sindicato petrolero, que encabeza Carlos Romero Deschamps, recibe mensualmente de Pemex 7 millones 865 mil pesos para gastos de sus oficinas y transporte de sus líderes.
El gremio ha promovido amparos para impedir que se conozcan sueldos de dirigentes y canonjías que reciben de Pemex.
Actualmente, el Gobierno paga 311 pesos diarios a petroleros para su combustible y les paga la luz de las oficinas sindicales. El SNTE, otro privilegiado por el Gobierno, recibió de la SEP 650 millones de pesos para "difundir la reforma educativa", pero no rinde cuentas del gasto.
Ese es otro nicho de corrupción que López Obrador tiene que tocar. Si no lo hace y nos salen ahora con el mismo cuento de la autonomía sindical, estaremos viviendo entonces la entronización de la escuela demagógica donde todo se acomoda para el vencedor, pero el vencido sigue siendo el pueblo.