Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
¡Benditas redes sociales!
Es realmente supina la ceguera de algunos priistas. Emilio Gamboa, miembro del "selecto grupo" de Manlio Fabio Beltrones, ahora esparce la versión de que el principal error de su partido fue modificar los Estatutos para dar entrada a "ciudadanos" no militantes.
Con esto, descargan todo el peso de la culpa sobre José Antonio Meade tras la derrota descomunal que pone al viejo partido al borde de la desaparición. Su enorme soberbia no les deja comprender que Meade era lo más parecido a una honestidad que ese partido nunca podrá tener (bueno, ninguno de los demás tampoco, incluido MORENA).
De haber postulado a Osorio Chong o Aurelio Nuño, júrelo usted que los rescoldos de duda que concitó Meade se habrían desvanecido desde el primer minuto que empezó la contienda y entonces la derrota habría dejado al PRI en las mismas condiciones que el PRD: a punto de la desaparición.
No alcanzan a ver todavía que el tamaño de la derrota del PRI, PAN y PRD en las pasadas elecciones es inversamente proporcional al desprecio con el que esos partidos, principalmente el PRI en el gobierno federal trataron a grupos sociales, medios de comunicación y población en general.
La soberbia fue el signo distintivo no sólo de altos funcionarios, sino incluso de directores "de medio pelo", que volvieron a convertir el servicio público en una ventanilla inalcanzable donde no se podía resolver nada sin tener algún contacto, una "palanca" o alguna recomendación que allanara trámites y preocupaciones.
Los medios de comunicación, en especial los digitales, fueron brutalmente maltratados, vilipendiados y acusados de ser los principales promotores de las llamadas "Fake News" cuando en realidad estas salían desde las propias oficinas de diseño y comunicación de algunas Secretarías que orquestaron la guerra sucia a la que se prestaron algunos "respetables" diarios y revistas.
Para los medios digitales el acceso a la Secretaría de Gobernación, por ejemplo, quedó literalmente vedado con Roberto Femat. Incluso el trámite para el registro en el listado oficial se convirtió en un verdadero galimatías. Lo mismo ocurrió en la Secretaría de Hacienda, donde se exigían trámites especiales sin que existiera ninguna ventana específica donde se pudieran aclarar dudas.
En la Secretaría de Educación Pública había miembros del equipo de comunicación de Aurelio Nuño, que consideraban a los reporteros de redes sociales "portaleros" y menospreciaban su trabajo por no pertenecer a las "grandes casas editoriales".
Muchos ex periodistas tuvieron que deambular por un laberinto insoportable. Bajo el epítome despectivo de "portaleros" para todos sus años de dedicación, eran remitidos en todas las Secretarías de Estado a la Presidencia de la República donde generalmente se cerraba la última ventana.
Por obvias razones, era imposible entrar si no se contaba con la recomendación de algún padrino poderoso. Una élite del poder en Comunicación cerró las puertas, estigmatizó a las redes sociales, escogió a sus medios favoritos y siguió la estrategia seguida por Peña Nieto de colocar sus mensajes en Google y otras potentes redes que, además, dejaban a algunos millonadas a raudales.
Pensaron que a través de ese favoritismo y el "apapacho" a diarios "nacionales" y columnistas incondicionales, mantendrían el control mediático. Mientras, en las redes sociales se fue gestando toda una rebelión que fue minando, año tras año, esa pretensiosa estrategia, porque el resentimiento social se convirtió en septicemia para el aparato político.
Miguel Ángel Osorio Chong tenía a sus medios y columnistas favoritos, a quienes remitía "tarjetas informativas", información privilegiada y recomendaciones para ordenes de inserción. La Secretaría de Hacienda, desde los tiempos de José Antonio Meade, se convirtió en el cedazo, donde simplemente no podría penetrar nadie que no perteneciera a los grandes medios.
En el mundo subterráneo, la frustración y la indignación de periodistas desplazados se fueron amalgamando con el hartazgo de una sociedad que veía como se enriquecía una élite política conformada no sólo por el PRI, sino también por el PAN y PRD, que perdonaban a los suyos todos los latrocinios y gritaban contra otros: "¡Al ladrón, al ladrón!"
Políticos y funcionarios emanados del PRI, PAN y PRD se enriquecían, perdonaban culpas y encumbraban a los que su dedo todo poderoso elegía. Fue una debacle causada no sólo por la corrupción, sino por el despotismo, soberbia y fatuidad. Nuño decía que quien no tiene un doctorado, no era nadie. ¿Hoy de qué le sirven todos es títulos y maestrías?
El hartazgo fue superior a toda reflexión. Fueron tantos los abusos cometidos por el PRI, PAN y PRD en su tiempo de gobernantes, que los mexicanos prefirieron poner todos los huevos en una sola y nueva canasta, para no volver a ver a estos tres (sin darse cuenta tampoco que esto fue una involución).
Millones de burócratas desahogaron ese voto de venganza. Decenas de periodistas prestaron su talento para empujar esa penetración terrestre y cibernética que culminó con la entronización de un nuevo partido en México. La debacle de los tres grandes partidos se dio por ahí. No por nada López Obrador las llamó "benditas redes sociales". ¡Alabado sea el señor. Ahí vamos de nuevo!