Salud y manipulación social/Arturo Alejandro Bribiesca Gil
SALUD Y MANIPULACIÓN SOCIAL
Por: Arturo Alejandro Bribiesca Gil
Con un fuerte abrazo a la familia Garibay
Villagómez, ante su irreparable pérdida.
En un chequeo médico de rutina, platicando con el doctor sobre mi presión arterial, que al momento fue de 130/80, me dijo que estaba relativamente bien, lo que generó que yo le externará que mi creencia era que lo normal era 120/80. Esto llevo al galeno a abundar y explicarme que conforme a ciertos parámetros hasta hace poco predominantes, mi presión era considerada como prehipertensión, pero que conforme a nuevos parámetros internacionales se podría considerar esa presión como hipertensión en fase uno.
También me explicó que la prehipertensión no era una enfermedad como tal, solo un llamado de atención ante la latente posibilidad de desarrollar, ahora sí, hipertensión, por malos hábitos (sedentarismo, tabaquismo, obesidad, alcoholismo) principalmente; por lo que la prescripción era seguir una vida saludable en términos generales, cosa que siempre me pedía, y que esperaba estuviera haciendo.
La charla despertó mi curiosidad, y mi preocupación obviamente, por lo que me encomendé a San Internet para encontrar paz o directriz ante estas inquietantes noticias.
Lo que encontré fue que a finales de 2017, en Estados Unidos, el Colegio Americano de Cardiología y el Grupo de Trabajo de guías para prácticas clínicas de la Asociación Americana del Corazón, publicaron una nueva Guía para la Prevención, Detección, Evaluación y Manejo de la Presión Sanguínea Alta en Adultos, la cual cambio las pautas para clasificar la hipertensión arterial.
La pauta previa establecía que 120/80 era normal; entre 121 a 139/81 a 89 era prehipertensión; entre 140 a 159/90 a 99 se consideraba hipertensión fase uno; y, de 160/100 para arriba era hipertensión en su fase 2. Mientras que la nueva pauta mantiene 120/80 como normal; pero, de 121 a 129/80 es presión elevada; de 130 a 139/81 a 89 se clasifica ya como hipertensión fase uno; y, de 140/90 en adelante lo es en fase dos.
Como pueden ver, esta nueva clasificación eleva la cantidad de pacientes con hipertensión, pero no significa que el problema haya crecido, solo se cuenta distinto. Es muy probable que la determinación haya sido tomada sobre parámetros médicos, sin embargo, un servidor, lego en medicina, creo que el factor fundamental para cambiar las pautas, fue de carácter sociológico preventivo; esto es, que a través de esta nueva medición, despertando el temor y el instinto de supervivencia, se pretenda inducir cambios en el comportamiento social, encaminados a estilos de vida más saludables.
Mis 4 lectores se estarán preguntando qué demonios hago hablando de salud, así que aceleraré el camino al meollo social de mi idea. Cuando sostuve la plática con el médico, lo primero que se me vino a la cabeza fue una comparación con medidas públicas que los gobiernos suelen tomar en otros temas, como control de comportamiento social general, para generar bienestar social, que por pura razón no se lograría, siendo un gran ejemplo de ello: la energía eléctrica y sus costos.
Si dicha energía nos fuera regalada, la mayoría de la gente dejaría de comprar focos ahorradores, no buscaría nuevas alternativas de generación de energía, gastaría más luz, etcétera; lo que sin duda no sería benéfico para el gobierno, ni para la sociedad, mucho menos para el planeta. El costo de esta, en niveles decentes, es el que hace posible que tengamos, en general, un comportamiento social adecuado, con visión sustentable.
Como podemos apreciar, en ambos casos, parece que funcionamos mejor manipulados que ante argumentos y consejos de bases sólidas, lo cual no es ninguna novedad, pero, a pesar de ese enfoque pesimista tan efectivo, no dejó de aspirar a vivir en una sociedad más racional, con menos constructos parroquiales. Díganme iluso, pero no irracional.