Rebeca Méndez, el muelle y su historia de amor en San Blas
SAN BLAS, Nay., 25 de febrero de 2018.- En 1997, cuando Fernando Olvera compuso la canción En el muelle de San Blas, no había muelle y la loca no existía, pero hoy hay un muelle y una versión oficial del extravío de Rebeca Méndez Jiménez al perder al amor de su vida.
La fama mundial del muelle de San Blas no fue por la canción de Maná, sino porque durante la colonia fue el puerto más importante del Océano Pacífico y porque durante la guerra de Independencia atracaba ahí la Nao de la China.
Además aquí estuvo la primera aduana del país conocida como La Contaduría porque ahí se contaba todo lo que entraba y salía del país, desde y hacia Asia, la cual está en ruinas, pero hay planes para reconstruirla.
Hoy está de moda porque es parte de la Riviera Nayarit y la playa de Tepic, la capital del estado, desde donde en solo 25 minutos se llega por una autopista recién inaugurada, junto con el muelle en el que destaca una estatua a la loca de San Blas.
Evaristo Guzmán, guía de la Secretaría de Turismo, cuenta que Olvera viene con frecuencia a San Blas por la protección a las tortugas, a través de su Fundación Selva Negra, y conoció la historia de Rebeca en la que se inspiró para componer la canción que se convirtió en una de las preferidas de los seguidores de la banda pop.
Cuenta el guía que Rebeca estaba enamorada de un músico que no era del agrado de la abuela que amenazó con matarlo, por lo que la familia de él lo mandó a vivir fuera del país.
La pareja estudiaba en la Ciudad de México y se iban a encontrar el dos de octubre de 1968 en Tlatelolco para participar en la marcha, pero él no llegó y ella pensó que lo habían desaparecido y asesinado porque nunca lo encontró y no supo que ese día él partió al exterior.
Ella estaba embarazada y sus emociones se trastocaron al grado que su familia la internó en un hospital, pero no era una loca de atar e inclusive ayudaba en las tareas de la institución como la adquisición de las provisiones y, como manejaba dinero, un día se escapó y vino a San Blas, donde cada domingo se vestía de novia e iba al templo y luego a la playa.
Al menos esa es la historia que reconstruyó la hija de Rebeca, luego de que conoció la canción de Maná y que ahora es parte del atractivo de este muelle y del pueblo, junto con sus pacíficas playas en las que se sumerge la sierra.