Observador ciudadano/Enrique Bautista Villegas
La conclusión del acuerdo entre los partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática, y Movimiento Ciudadano, para conformar el llamado “Frente por México” sin duda constituye un triunfo de los dirigentes de las tres organizaciones políticas. Sin embargo, en el camino quedaron los esfuerzos de algunas organizaciones ciudadanas que intentaron participar en la construcción de esa coalición partidista. El registro del “Frente por México” parece marcar de manera definitiva el rumbo que tomarán las elecciones presidenciales de julio del año entrante. Es previsible que difícilmente el surgimiento de algún candidato independiente incida en forma significativa en el proceso electoral. Desde ahora queda clara la presencia de tres candidatos teóricamente fuertes; aunque se prevé que en el camino la contienda se cerrará entre dos de ellos.
La constitución del Frente por México pone de manifiesto algunos efectos nada menores:
Genera la mayor fractura al interior del PAN de que se tenga memoria; partido que durante algunas décadas se erigió en la única oposición política con registro al partido hegemónico, es decir el PRI.
Las circunstancias en las que se genera la división del PAN hacen suponer que la misma es drástica y no podrá subsanarse fácilmente. Las causas de la misma no son solo de ahora; estas se generaron desde que Felipe Calderón, como Presidente de la República, solía imponer sus criterios unilateralmente en el manejo del partido, generando descontento en ciertos grupos que desaprobaban su intervencionismo autoritario. Este hecho resultó en que los grupos que pensaban diferente, entre ellos algunos militantes de sepa y los neopanistas que hoy dominan el partido, contribuyera a generar las condiciones que hoy han resultado en esta fractura.
Por el lado del PRD, los efectos que la constitución del Frente por México generará, supone que también se darán ciertos efectos en su vida interna que se irán haciendo más perceptibles en los meses siguientes. En lo inmediato queda claro que las tribus internas que han dominado en forma totalmente pragmática a ese partido a partir del 2000, alejándose totalmente de sus principios originales que lo presentaban como un partido de izquierda, comprometido con las causas de la población de menos recursos, han finalmente consolidado su hegemonía.
Este estado de cosas tampoco se generó de manera espontánea; la conversión del partido en un organización en la que se impuso el reparto de cuotas fue paulatina, dejando de lado los ideales partidistas. La fractura interna del PRD se hizo manifiesta de tiempo atrás con manifestaciones como la renuncia y alejamiento de fundadores y líderes importantes del partido: como Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, un gran número intelectuales reconocidos como progresistas o de izquierda, y desde luego de Andrés Manuel López Obrador.
Aun cuando a primera vista no pareciera, es previsible que la “mezcla del agua y el aceite”, que se materializa con la formalización del “Frente por México” desemboque en la desbandada de buena parte de los militantes con que contó hasta ahora el PAN, y los que aún le quedan al PRD. Los primeros para apoyar a Margarita Zavala, si logra erigirse y sostenerse como candidata independiente, o a José Antonio Meade, si no lo hace. Los segundos para migrar a Morena para apoyar a Andrés Manuel López Obrador. Y es que muchos de los ciudadanos que han mostrado su beneplácito en las encuestas de estos días por la materialización del Frente por México son personas sin partido que ven a bote pronto la integración de esta coalición como vía para sacar al PRI de los Pinos. Sin embargo una gran mayoría aún no se percata de que los líderes de la coalición buscan también evitar que López Obrador gane la elección presidencial, mas por fobias personales que por diferencias ideológicas. En la medida en que estos ciudadanos sin partido que ven de entrada como una opción viable al Frente por México, caigan en cuenta de que carece de principios sólidos, programa, y una ideología congruente, seguramente voltearán a las opciones que consideren más convienen al país.
Por otra parte, la candidatura de Jose Antonio Meade en el PRI, a los ojos de los priístas de viejo cuño que veían a su partido como una opción de centro con compromiso social, constituye una imposición de parte del ala neoliberal de esa organización política. En los hechos, ven con preocupación cómo el grupo compacto constituido por egresados de universidades privadas y con posgrados en universidades estadounidenses se han ido apoderando del manejo de las políticas publicas en los temas: económico, financiera, monetario, primero, y energético, educativo y social, en este sexenio, desplazando en el camino a los egresados de las universidades públicas, para beneficiar exclusivamente a los grupos de poder económico y empobrecer a las grandes mayorías de la población del país. Les preocupa y repugna que ahora este grupo les imponga a un candidato a la presidencia sin antecedentes ni militancia formal partidista, y cómo el equipo compacto que se está formando a su alrededor, los excluye e ignora como si fueran un cero a la izquierda, según lo reza el refrán.
Este hecho pudiera ser el preámbulo de un gran sismo en el PRI, que resulte en que buena parte del voto priísta busque una opción más cercana a sus ideales dentro del espectro de las propuestas de los otros candidatos presidenciales; y es opción pareciera ser la de Andrés Manuel López Obrador.