Charros/Fernando López Alanís
“Vestirse de Charro es vestirse de México”. Estuve en Zitácuaro, población oriental del Estado de Michoacán, México, para asistir a una charla sobre la historia de la charrería en esa población, la cual además de ilustrarnos a quienes ahí estuvimos, nos deleitamos con sabrosas anécdotas y nos ayudó a comprender mejor ese sentido profundo de nuestra nacionalidad.
El expositor, maestro Javier López Nateras, ha vivido esa historia, pues desde los once años, cumplidos por allá a principios de los años de 1960, se subió a un caballo y con su padre, don Pepe, y su tío, don David, formó parte del grupo fundador, “Asociación de Charros José María Morelos”, que llegó a tener una presencia importante en las competencias charras donde se presentó. Un hermano suyo, Rafael, por esos años llegó a ser “Charro Completo”, es decir, que fue un triunfador en todas las suertes de la charrería. Ha sido el único charro completo de Zitácuaro, y el único michoacano que lo logró en aquellos años. Por su parte el maestro Javier se especializó en una suerte muy peligrosa: el paso de la muerte, que consiste en pasarse en plena cerrera “a pelo” de un caballo a una yegua bruta y mantenerse en ella hasta que deje de reparar.
La presentación del maestro Javier López incluyó explicaciones sobre el traje charro “de faena” y de gala, sobre la silla de montar, las espuelas, la reata, y algo que siempre a todos nos enamora: “la escaramuza”, evoluciones y suertes a caballo donde las mujeres lucen sus habilidades y su valentía. Al final un charro nos dio una demostración del “floreo de la reata” y para cerrar con su pareja bailaron “El Jarabe Tapatío”, ¡Ajúa!
En miles de poblaciones de México hay una historia que contar sobre charros y caballos. Zitácuaro tiene la suya: sus jinetes pelearon por la Independencia y protegieron la “Suprema Junta Nacional” (1812), primer ensayo de gobierno democrático en el naciente México; combatieron por La Reforma (1857) y contra la Intervención Francesa (1964): fueron de aquellos Guerreros Chinacos que carentes de recursos, hambrientos, sin uniformes, llegaron a formar, gracias a su coraje y valentía, ejércitos que disciplinados llegaron a triunfar en las guerras que emprendieron por la libertad y la dignidad de su pueblo. ¡Honor a ellos!
La exposición del maestro Javier López incluyó los Valores de un Charro, que me parece debemos tener siempre presentes todos los mexicanos, pues en realidad forman parte de nuestra esencia nacional: “en cada charro, un hermano” (en cada mexicano, un hermano, de ahí) la solidaridad y el trabajo en equipo, valientes hasta la temeridad, gallardía, honradez y honestidad hasta el sacrificio, independientes pero obligados por la amistad hasta “quitarnos la camisa por un buen amigo”, religiosos sin fanatismos, amor a la familia, cumplimiento cabal de los juramentos a la Patria Mexicana; por eso un charro saluda siempre con respeto a la Bandera Nacional, y de pie, la mano en el corazón y descubierta la cabeza siempre escucha y canta el Himno Nacional. Son guardianes y un fuerte reducto de nuestras tradiciones y de nuestro honor como mexicanos.
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