Afilar; oficio noble al filo de la ciudad
06 de julio de 2017
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20:04
Luis Felipe Reynoso/Quadratín
MORELIA, Mich., 05 de julio de 2017.- Don Carlos camina la ciudad de pitido en pitido. Ya no anda en bicicleta afilando cuchillos, tijeras y demás objetos punzocortantes, ahora lo hace a pie y lleva sobre un pequeño diablito, un motor que gira una piedra afiladora que le permite hacer su trabajo. Eso sí, es un trabajo que hace a domicilio porque debe conectar su equipo al enchufe del cliente.
"No tengo idea cuanto tenga este oficio, debe ser muy viejo, es un servicio que si bien no es muy necesario, es muy común", señala el afilador que no se quita los lentes oscuros mientas habla.
Dice que originalmente se ha dedicado a otras actividades, por lo que el oficio de afilar es casi una consecuencia de la falta de empleo "y esas cosas". Hace algunos años era comerciante ambulante; "soy de los reubicados del Centro Histórico", dice con cierta resignación.
Prosigue: "yo vendía ropa ahí en Antonio Alzate, nos reubicaron pero definitivamente a algunos les funcionó a otros no. Yo ya me dedique más bien a desempeñar estos oficios, porque anduve en los tianguis pero no salió gran cosa, me quedé sin capital y empecé a buscar otras opciones, y me acordé que yo tenía esta habilidad, porque tenemos que sacar adelante las necesidades del hogar", relata mientras se limpia el sudor de la frente y los cachetes. Aunque ha llovido, el calor persiste.
Cuenta que hay cuchillos que se pueden llevar más tiempo y hay otros que "de volada salen". "Es que es bien impredecible el trabajo, no nomás son cuchillos, también se pueden trabajar tijeras, machetes, navajas, hachas, dagas, y uno que otro puñal", se carcajea divertido.
"Ya voy para siete años desempeñando este oficio que me parece muy noble", dice, y afirma que toda la ciudad es de él, algo que lo hace reír a carcajadas nuevamente. Después se pone serio y continúa: donde hay chance, si no no. Hay fraccionamientos donde sí dan acceso, por lo mismo de la inseguridad" dice con un tono un tanto chilango y es que don Carlos nació en la Ciudad de México.
"La gente muchas veces no sabe si uno anda desempeñando un trabajo honesto y muchas veces tiene la desconfianza, pero con el tiempo que tengo yo trabajando pues se va uno aclientando, más que nada" explica el hombre moreno por el sol y por la vida misma.
Recuerda que antes los afiladores andaban en bicicletas con una piedra de esmeril, sin embargo a él le pareció más práctico cargar el motor en ese diablo, lo adaptó y así es como recorre las calles de la ciudad; "pues es que ya la ciudad está bien irregular, entonces yo ya para andar en una bicicleta, pus no, uno se expone mucho", explica y agrega que él prefiere subirse a la 'combi', y desplazarse a su lugar de trabajo, porque es más práctico así solamente jalar el carrito, "ayer anduve en la de Abastos" dice refiriéndose a las colonias que circundan el Mercado de Abastos.
Don Carlos indica que él trabaja a domicilio; necesita conectar su motor a la luz, "algunos clientes sí me dicen que el gasto de la luz, que esto y que l'otro y entonces yo les digo que no tengo de otra, y que si quiere entonces pus... ¡la mayoría son gente!", afirma para salir de su propia confusión.
"Por lo regular dejo descansar las áreas unos 20 días, pero como la ciudad ya está muy grande, voy a las orillas, tons casi casi cuando regreso a una colonia, ya se pasó ese tiempo", refiere el hombre que lleva casado 42 años; "eso ya no es amor sino maldad".
Dice que por lo pronto este es su oficio y no sabe qué va a pasar mañana, "a lo mejor me vuelvo artista", ríe a carcajadas otra vez, y sentencia con cierta seriedad: "tú y yo somos milusos, tú ahorita eres reportero, mañana quién sabe", la reflexión cala.
Dice que esto es como todo, hay días muy buenos y días muy malos; "y ni te voy a decir cifras porque luego me agarran los malos o los de Hacienda" expresa y vuelve a reír divertido. Explica que la temporada de lluvias es la más complicada para ejercer su oficio, ya que va por la vía pública.
"Yo cuando empecé, yo me sorprendí porque había personas anteriores a mí que cobraban entre 50 y 60 pesos por un cuchillo, y yo dije: 'no pos soy de aquí'. Sin embargo recula y dice que hay que ser conscientes, por lo que él cobra entre 15 y 20 pesos por pieza a afilar, "ya dependiendo de otras cosas y el grado de dificultad, pues se les incrementa un poquito, pero ¡naaa! es simbólico, procuro ser consciente", asegura.
Saca su silbato de carrizo que adaptó para dar esos cinco tonos; unos muy característicos de su oficio, para que no lo confundan con el vigilante, expone divertido, "es para que dé...", dice al tiempo que lo coloca en su boca y termina la frase con el típico sonido.
Explica que compañeros que tienen más tiempo en el oficio suelen traer los silbatos de metal, "pero aquí no los conseguí, lo único que conseguí fue esto", manifiesta mientras lo coloca otra vez en su boca.
Don Carlos se despide. Empieza a perderse poco a poco por la calle mientras un perro le ladra. Él, despreocupado, continúa soplando el silbato y anunciando a su paso su servicio afilador, enfilándose hacia otras calles.
Queda claro que sí tiene la habilidad Porque además de saber colocar los instrumentos ante la piedra afiladora para que queden muy bien, debe ser paciente, caminar mucho, debe enfrentar rechazos, ahuyentar perros y evitar la lluvia, todo ello manteniendo una buena actitud ante la vida.