“El milagro de la vida y México”/Santiago Heyser
Quizás sea fácil de comprender el instinto animal para aparearse; de hecho lo vivimos lo humanos que nos reproducimos a lo tarugo y a cada rato.
Decía que el apareamiento o unión carnal entre un hombre y una mujer, aclaro, sigo siendo de los antigüitos que piensan que es asunto entre un hombre y una mujer para cuestiones de procreación, aunque respeto lo que cada quién quiera hacer con su cuerpecito en función de la demanda del mismo para buscar placer, compañía o ternura, pero decía, el sexo es el motor de la vida que impulsado por el placer reforzado por el instinto de dar continuidad a la especie, nos lleva al apareamiento que genera vida cuando se hace entre un hombre y una mujer. Lo mismo pasa con los animalitos, nada más que en una dimensión más natural, sin segundas intenciones, ni intereses ocultos, sin motivadores sociales ni competencia con las amigas, sin presión social ni familiar y sin el interés de controlar o poseer… Entre los animalitos es simple instinto, con el mismo motivador de placer, pero sin involucramiento emocional ni de planificación de vida. Y sin interés ni compromiso más allá del que la naturaleza les indica para juntos proteger, educar y alimentar a los críos. Para los animalitos es simplemente cumplir su rol de vida y aparearse para la reproducción, para dar continuidad a la especie; en forma natural y con el ingrediente genético para buscar la mejor pareja, no la más linda, ni simpática ni rica, solo la mejor para tener los hijos más fuertes y sanos posibles de tal manera que generación tras generación, la descendencia mejore para que los genes se sigan transmitiendo por muchas generaciones dando una especie de permanencia o trascendencia instintiva a los padres a través de la herencia genética.
¿Y a qué viene todo esto?... Pues a que la Kaira, mi perrita Pastor Belga, alcanzó el ciclo de reproducción al empezar a ovular y estar lista para el apareamiento, para lo que su cuerpo generó feromonas que indican y atraen al macho mostrándole que está receptiva y fértil para que se dé la unión y de la unión la combinación de semillas (Macho –semen-, Hembra –óvulo-) que al fertilizarse (unirse) dejan a la hembra embarazada con vida dentro de ella.
¿Y a qué viene todo esto que me está distrayendo de mi domingo familiar?, estarás pensando estimado lector… Pues a que no imagino a menos de que haya un Creador, ¿cómo la naturaleza dotó a la Kaira de esa respuesta corporal diseñada amorosamente para generar vida y dar continuidad a la especie?... Y ahí no acaba: resulta que después de sesenta y tres días la perra tuvo sus cachorritos sola: ¿Dónde aprendió que al parir debe comerse la placenta para evitar infecciones y limpiar a los perritos, para que fuera de la bolsa que les envuelve durante el embarazo puedan respirar? NPI (Ni puta idea), por eso, en algo tan común y sencillo como el tener perritos (sucede diario, en todas partes y a todas horas), no pude más que maravillarme del milagro de la vida y como siempre preguntarme: ¿que guía a la naturaleza de los animalitos para saber que hacer sin haberlo hecho nunca?… Y ahí no termina la historia.
Una vez nacidos, el milagro de la vida se manifestó en otra de sus expresiones: ¡La Ternura! El cuidado con el que Kaira cuida a sus cachorros es ejemplar, les limpia ¡Sí!, como lo oyes, la perra se come su pipi y su popo para mantener limpio el lugar y pulcros a los cachorritos, libres de riesgos de infecciones sanitarias, a base de lengüetazos. Una madre comiéndose los desechos de sus hijos para cuidarlos de enfermedades y mantenerlos higiénicos; si ya de por si me traía maravillado el milagro de la vida con el apareamiento, embarazo y parto, el cuidado amoroso le da un tiente que parece rebasar todas las expectativas que puede generar el argumento del instinto por sí solo y empieza a rayar en el amor; el amor de una perra por sus cachorros que le lleva a cuidarlos, alimentarlos y defenderlos ¡Todo un milagro! ¡Otro milagro!, pero ahora de una dimensión sentimental y emocional diferente ¿Será que los animales sienten amor?, no lo sé, pero si no es amor se le parece mucho y debería ser la conducta natural de cada padre y madre ¡Hasta en los humanos! Ya quisieran muchos de nuestros niños recibir el cariño acompañado de paciencia sin límite, cuidados y ternura que reciben los cachorritos de Kaira, porque estoy seguro de que si todas la madres humanas cuidaran y educaran a sus hijos con el amor, ternura, cuidado y dedicación con lo que lo hace la perra, este planeta y este México serían diferentes, porque tendríamos ciudadanos responsables, padres amorosos y personas sanas capaces de amar al prójimo para así reconstruir la República para tener un mejor País… ¡Así de sencillo!
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador