Día del Padre, celebración agridulce en cementerios morelianos
18 de junio de 2017
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19:41
Fátima Alfaro/Quadratín
MORELIA, Mich., 18 de junio de 2017.- En el Día del Padre, las familias de Morelia celebraron a una de las figuras fundamentales para el desarrollo de las personas, a quien con su esfuerzo y dedicación dentro y fuera del hogar contribuye al sustento y la educación de los hijos; sin embargo, para muchos está festividad está teñida de una coloración agridulce, al haber partido su padre o abuelo y reposar en el cementerio.
Desde temprana hora, el Panteón Municipal de Morelia abrió sus puertas a los deudos de los padres jóvenes y mayores, recientemente fallecidos o que suman décadas descansando en el camposanto, para que puedan brindarles un homenaje, acompañarles y, especialmente, mantenerles vivos en el recuerdo.
"Me da tranquilidad y gusto venir a verlo, aunque sea así, ya muerto, porque es una necesidad venir a saludar a la familia", explicó José Valentín Hernández García, instalador de mamparas.
Con las manos aún afanadas en la limpieza del sepulcro de su padre y em compañía de su familia, José Valentín Hernández refirió que acostumbra visitar a su padre, que partiera en 2003, cada Día del Padre y Día de Muertos.
"Hacemos la limpieza de la lápida, arreglamos el pastito, ponemos flores, eso es lo que hacemos", expresó Hernández García.
Las reuniones familiares que se concretan en el camposanto bien podrían tener lugar en la sala de una vivienda, en el jardín o en el comedor, debido a que el padre, el abuelo, está presente y recibe este tratamiento de parte de sus hijos y nietos.
"Hace 19 años que mi papá murió y desde entonces le visitamos todos los días del Padre y de Muertos. Venimos a verlo, comemos con él y nos estamos toda la mañana hasta la noche. Nosotros sentimos que está con nosotros y eso nos da paz, tranquilidad y nostalgia", manifestó Angélica Hernández Espinosa, de ocupación maestra.
Un refresco de cola abierto ante la lápida del padre de Angélica Hernández, que luce rodeada por todos los integrantes de su familia, inclusive aquellos que no llegara a conocer, como el pequeño nieto y el caniche que éste abraza, constatan que la muerte no ha sido impedimento para preservar la unidad familiar.
"Veo a mi papá cada ocho días, aseo su tumba, la limpio, para después estar un rato con él; si es día festivo, como ahora, le llevó música, de algún conjunto o músico de por aquí", agregó José Reyes, de oficio panadero.
Hace tres años que partiera el padre de José Reyes, y su familia acude con regularidad al Panteón Municipal a visitarlo para mantener vigente su memoria.
No todos los padres y abuelos corren está suerte: al lado de las suntuosas tumbas siempre impecables, las lápidas y los sepulcros lavados y las humildes tumbas de tierra donde un ramo de claveles o una cerveza son muestras del amor de una familia, existen lápidas rotas, inscripciones funerarias ilegibles por el paso del tiempo y el descuido, cristales rotos, entre otros desperfectos.
Atribuidos a la ingratitud de un hijo, la lejanía que le impide cuidar del sitio de descanso de su padre, la falta de tiempo y dinero para mantener en mejores condiciones el sepulcro o, simplemente, la desaparición física de quienes fueran sus deudos, estás tumbas abandonadas son muestra que ante la muerte no valen diferencias o privilegios.
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