El reino de Dios/Santiago Heyser Beltrán
La semana pasada escribí sobre el Dios de Einstein, mi Dios; hoy comparto reflexiones de un amigo.
Escribí que el Dios al que se refería Einstein era el Dios descrito por Baruch Spinoza, un dios amor que festinaba la vida y nuestra naturaleza, incluida la sexualidad, un Dios que desea disfrutemos del mundo, de sus dones, que nos quiere contentos, que no amenaza, que ama. A ello me respondió mi cuate Luis: “Mi querido Santiago: Yo también creo en ese Dios. Pero le falta algo: Un sentido de compromiso con los demás. En este Dios sólo se presenta a quien nos dice que seamos libres, que no tengamos culpas, que apreciemos la naturaleza. Pero poco se dice que estamos hechos para acompañarlo en la maravillosa aventura de cooperar para que se construya el REINO DE DIOS. A eso vino Jesús, y a eso nos invita. Creo que puedes completar tu idea de Dios en el que crees.”
¿Construir el reino de Dios?, ¿qué acaso no es el Universo, como creación, “El reino de Dios”?, ¿o hablamos de convivir en el amor y el respeto los unos con los otros?, porque eso enseñó Jesús: “amaos los unos a los otros” ¿O es el reino de Dios una estructura humana que se considera depositaria de “las verdades divinas” y de un pensamiento único que impone en el nombre de Dios cancelando libertades y el derecho a cuestionar o pensar diferente? ¿O acaso, como hipótesis, vino Jesús a despertarnos, a enseñarnos a usar los dones del Señor para vivir en paz y armonía para que a través del amor alcancemos la plenitud personal, mediante el uso del don de la razón?... Yo te preguntaría estimado lector: ¿Ya superamos la edad media y el periodo inquisitorio donde el pensamiento libre y el cuestionar verdades se castigaba con cárcel o muerte?, ¿o seguimos en esa etapa y cuestionar es herejía o pecado y se castiga con desprecio o excomunión?, por ejemplo: El Universo se calcula con una existencia de 13,800 millones de años, la tierra con 4,500 millones de años y la raza humana con 50 mil años; Jesús vino hace 2 mil años, es decir, la raza humana vivió sin recomendaciones divinas 48 mil años, el 99% de su existencia, por lo que es válido hacernos dos preguntas: 1.- ¿Por qué Dios no consideró necesario mandar a su hijo durante 48 mil años?, y, obvio, 2.- ¿Fue Jesús hijo de Dios?, si lo fue: ¿Qué valor tiene su sacrificio si sabía de antemano que la expiación duraría solo tres días y terminaría al lado de Dios Padre sentado junto a su gloria?; los presos de Guantánamo, por decisión inmoral y arbitraria de los gringos, sin juicio y sin sentencia llevan años sufriendo tortura y muriendo ignorados, ¿y qué me dices de un enfermo de cáncer que con dolores indecibles sufre años antes de morir? ¿No es acaso más mérito ese sacrificio o más profundo y duradero ese sufrimiento?... Ahora bien, si Jesús no es hijo de Dios… ¡Qué inmensa obra! ¡Y cuanta valía la de su vida y sus enseñanzas!; el valor y trascendencia de la vida de Jesús y su obra como simple mortal se magnifica y adquiere más sentido ¡No!, no te encabrites conmigo estimado lector, no niego ni afirmo, solo digo que debemos cuestionar como ejercicio natural de la capacidad de raciocinio que el Creador, para quienes somos creyentes, puso en cada uno de nosotros… “Construir el reino de Dios” es un invento humano, ya que Jesús hijo de Dios o no, al proponerlo lo hizo como hombre y como tal sujeto a interpretaciones y percepciones; quizás la expresión “El reino de Dios” sea una forma de decir que vivamos en armonía y concordancia con nuestra humana naturaleza, obra del Señor, para alcanzar la felicidad y por ende la plenitud, que es lo que señala Baruch Spinoza en su interpretación de Dios. En lo personal no creo en “El reino de Dios” sustentado en la oración, en inmolaciones, en mandatos o en prohibiciones, prefiero regirme por la Ley Natural que por venir del Creador es Ley de Dios (Tomás de Aquino); pensemos: ¿para qué rezar si Dios sabe todo?, visto así parece ejercicio inútil; pero ¿qué tal si con las capacidades que cada uno tenemos, obra del Creador, pensamos, nos organizamos y trabajamos amorosamente para reconstruir nuestra deteriorada sociedad y que todos puedan vivir con la dignidad de personas, sin miedo y unidos por el amor al prójimo? Creo que nos iría mejor y el resultado se parecería un poco a “El reino de Dios ideal”. Tampoco creo en los templos como casas de Dios, ni en quienes se dicen sus representantes, ministros o elegidos; para mí toda la Creación es “El reino de Dios” y cada uno de nosotros, porque no creo en intermediarios y porque al ser iguales y sus hijos, tenemos una relación personal con El, por lo que es más factible encontrar a Dios dentro de nosotros que un templo construido de piedra por humanos iguales a nosotros,… que pasan la charola.
Finalmente, no sé si: “cooperar para que se construya el reino de Dios” implica sacrificio, porque no creo en ello; en lo que sí creo es que en el “servir” y colaborar con nuestros semejantes hay un satisfactor humano muy poderoso; por lo que si servimos, no hay sacrificio ni sufrimiento en ello, sino el gozo de vivir en lo personal y de convivir con tus semejantes cómo los seres sociales que somos de acuerdo con nuestra humana naturaleza, lo que confirma mi creencia en el Dios de Einstein descrito por Spinoza… ¡Así de sencillo!
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador