Itinerario Político/Ricardo Alemán
Según distintas versiones periodísticas –no desmentidas por autoridades ministeriales de Morelos--, Cuauhtémoc Blanco, el ex futbolista y alcalde de Cuernavaca, habría sido autor intelectual del asesinado del empresario, Juan Manuel García Bejarano.
La hipótesis surgió de la presunta declaración ministerial del autor material del crimen, José Fierro Escobar, quien al ser detenido en flagrancia, dijo que el ex futbolista “le pagó” 200 mil pesos por matar al organizador de la Feria de Cuernavaca. La versión cobró notoriedad, debido a que eran públicas las diferencias –de mentada de madre para arriba--, entre Juan Manuel García Bejarano y Cuauhtémoc Blanco.
Ante la acusación directa, el ex futbolista negó toda relación en el crimen –ni modo que aceptaría que mandó matar a un enemigo--, y a sus vez, acusó al gobernador, Graco Ramírez, de presionar y hasta pagar al presunto criminal –a través de la Fiscalía General de Justicia--, para tirar del puesto al ex futbolista.
En éste caso también es cierto que existe una rivalidad política insalvable –incluso publicas mentadas de madre--, entre Blanco y el gobernador de Morelos. Por eso las preguntas.
¿Quién dice la verdad? ¿Quién miente? ¿Es cierto que el matarife dijo lo que dicen que dijo? ¿Es cierto que el “Cuau” pagó 200 mil pesos para matar a un adversario político? ¿Habrá llegado “Cuau” a ese nivel de locura? ¿Por qué inventaría un criminal esa versión? ¿A cambio de qué? ¿Será que el gobernador presionó al criminal para incriminar al alcalde de Cuernavaca?
Aquí no tenemos respuesta a esas y muchas otras interrogantes que, por obligación legal, debe aclarar la autoridad judicial.
Lo que si sabemos –porque es público entre la clase política morelense--, es que el ex futbolista es otro ejemplo del fracaso de políticos independientes o improvisados. Queda claro que un futbolista inflado en la egolatría de ídolo nacional, al que dan una pizca de poder público, resulta en un enfermo de poder. Y es que el poder “atolondra a los inteligentes y enloquece a los tontos”.
Como todos saben, el “Cuau” es un analfabeta funcional –que no conoce la “o” por lo redondo--, que no sabe y menos entiende que en la democracia representativa el alcalde es electo para servir al pueblo y que, por tanto, es un empleado del pueblo.
Al “Cuau” le han echo creer que el cargo de alcalde es una más de sus propiedades y que el dinero público es suyo y lo puede gastar a su antojo, sin dar cuentas a nadie. Y también cree que es “el virrey de Cuernavaca” y, por tanto, sus decisiones son divinas y no deben ser contrariadas.
Esa ignorancia de los básicos del poder, de la responsabilidad pública, aunado al culto a la personalidad y a su origen de fajador callejero, dieron como resultado un alcalde locuaz, frívolo, engreído, enfermo de poder y que a todos trata como sirvientes.
Y si al potaje se agrega que no pocos de sus amigos y “soplones” tienen presuntos vínculos con el crimen organizado, el coctel es de una explosividad impredecible, capaz de cualquier cosa, incluso de llegar al crimen.
Por eso la pregunta que muchos se hacen en Cuernavaca. ¿Es el “Cuau” un idiota útil o un asesino?
Al tiempo.