Energía política/Arturo Alejandro Bribiesca Gil
Durante el régimen de partido hegemónico en nuestro país (1929-2000), la gran demanda de la oposición al PNR-PRM-PRI, fue la apertura democrática plena, siendo esto elecciones limpias, equitativas y respetadas, sin intromisión gubernamental, con las cuales tenían la certeza de que podrían arribar al poder para cambiar las cosas que, a su juicio, se hacían mal. La apertura fue gradual y lenta, inició con la creación de los diputados de partido en 1963 y culminó con la alternancia democrática en el año 2000.
Entre estos años (1963-2000) se dieron varias reformas político-electorales de gran trascendencia para el desarrollo democrático del país. La reforma política de 1977 dio mayores espacios a la oposición, entregando, mediante la creación de los diputados plurinominales (100), el 25 %, como mínimo, de la integración de la Cámara de Diputados federal (400); por su parte, la reforma de 1986 amplio el número de diputados plurinominales a 200, entregando, como mínimo, el 30 % de la composición cameral (500) a la oposición; posteriormente, las reformas electorales de los noventa (1990, 1993 y 1996), entre otras cosas, crearon y consolidaron el órgano responsable las elecciones federales y el garante jurídico de sus resultados, lo que ahora son el INE y el TEPJF.
Es importante señalar que desde el inicio del régimen hubo críticas (fundadas) y voces disidentes, sin que estas cobraran mayor auge, en gran parte por la eficacia del Partido-Gobierno para satisfacer muchas necesidades y darle estabilidad al país. Dichas críticas no estaban centradas en la conducción del país propiamente, sino en el autoritarismo y la falta de libertades políticas.
Los problemas del régimen se agudizaron a finales de los años setenta, a causa del desastroso manejo de la economía durante los gobiernos populistas de Luis Echeverría y su amigo López Portillo. Al llegar la década de los ochenta, se acabó la capacidad de cubrir tantas necesidades como era necesario para mantener la tranquilidad social que permitía ciertos excesos, e impunidades, de la elite en el poder.
El crecimiento de inconformes nutrió a la oposición, la cual ganó fortaleza física, territorial y económica para luchar por espacios públicos. Para la elección de 1988, la izquierda logró conformar un frente opositor fuerte, nutrido de ex integrantes del régimen y de militantes de partidos pequeños, así como de amplios sectores desprotegidos de la población, golpeados cada día más por las recurrentes crisis económicas; Así mismo, el PAN, la eterna y leal oposición, se alimentó de clasemedieros y empresarios cansados de las ya mencionadas crisis económicas; sacudiendo ambas fuerzas políticas el statu quo. La efervescencia política fue tal, que el régimen perdió legitimidad y se mantuvo en el poder solo 12 años más, periodo en el que fue cediendo más y mayores espacios a la oposición.
En toda esta loable y aplaudible lucha de la oposición, su discurso, si bien iba acompañado de críticas a políticas públicas, a casos de corrupción y al mal gobierno en general, no eran estos tópico el tema central del mismo, sino solo sustento en la lucha por espacios públicos. La oposición exigía cambio de capitán y tripulación, no de rumbo, ya que el rumbo solo podía y debía ser corregido por ellos.
El cambio democrático sucedió hace varios lustros, y sin embargo el país sigue sufriendo de excesos públicos, corrupción e impunidad, cometida ahora no solo por gobernantes del viejo partido hegemónico, sino también por los de otros partidos (PRD, PAN, PVEM, etc.). La exigencia de democracia se cumplió, pero sin beneficios para la sociedad en general, solo se amplió el volumen y origen de la elite gobernante, dividiéndola en muchos más grupos en constantes disputa del poder, por el poder.
Más de 30 años de energía política de la oposición fue gastada en conseguir la oportunidad para probar que los que hacen política en México son esencialmente iguales (con sus valiosas excepciones en casi todas las trincheras). No dudo que tendríamos otro México si la energía política de los detractores del ancien régime hubiera sido canalizada a combatir la corrupción y la impunidad. Pero no fue así. La energía se usó para discutir los nombres y apellidos de quienes continuarían con los excesos y desaciertos, y lo peor, sin muchos de los aciertos.
No pongo en duda la buena voluntad de muchos actores políticos de la oposición, sin embargo, hoy no estaríamos al borde la regresión si el reclamo hubiera sido: O mejoras o te quito, y no: quítate para enseñarte como (como creo). Estoy convencido de que, así como gradualmente el régimen aceptó ir cediendo espacios, con la misma gradualidad se hubiera ido acotando sus excesos, hasta llegar a niveles tolerables, que no aceptables.
En fin, el caso es que la discusión llegó y así como se logró la apertura democrática, hago votos por que se logre la depuración de la elite en el poder, y si bien no se consolide un cuerpo político de beatos, si uno de hombres y mujeres temerosos de la ley y amantes de su pueblo.