Familiares de connacionales en EU: la otra cara de la moneda
MORELIA, Mich., 20 de marzo de 2017.- Entre la incertidumbre y la indignación viven familiares de connacionales que radican en Estados Unidos, donde, a la de por sí complicada condición de indocumentados, desde enero pasado se sumó la hostilidad del gobierno de este país con la llegada de Donald Trump y sus políticas anti-migrantes, frente a un gobierno mexicano “blandengue”, dicen.
“Su hijo más chico lloraba todas las noches, durante 6 años”
Han pasado 19 años desde que Luisa María Valencia Naranjo se despidió de su hija Angelina, madre soltera de tres hijos a quienes dejó bajo su cuidado, pero con quienes logró reunirse en Atlanta después de seis años de no verlos.
“Ella se fue en 1998; mi esposo y yo nos quedamos con los niños, la extrañaban mucho, sobre todo el más chico, lloraba todas las noches, nada lo consolaba. Así estuvo seis años, hasta que mi hija pudo llevárselos a los tres, en el 2004”, relata Luisa María, quien, con la mirada metida en la banqueta, enmudece mientras se limpia algunas lágrimas.
Originaria de Uruapan, vecina de Gabriel Zamora, Luisa María, de 67 años, asegura que lo último que le preocupa es que su hija, quien envía dinero cada dos meses, deje de hacerlo, sino que lo que le tiene “con el alma en un hilo” es el hecho de pensar que su hija y nietos vayan a ser deportados, sin que se garanticen sus derechos.
“La verdad es que lo que nos manda mi hija para mi esposo y para mí sí es de gran ayuda, no es mucho: 6 mil dólares al año; pero eso es en lo que menos pensamos; lo que nos preocupa es que nos los vayan a tratar mal allá aquellas personas de ese país, porque aunque ellos hablan inglés y todo, no tienen papeles y que los vayan a deportar y les hagan algo”.
En opinión de Luisa María, el gobierno mexicano ha sido “blandengue” para defender a la comunidad migrante, que, de hecho, se encuentra en esa situación ante la falta de oportunidades de empleo en México, por lo que una de sus grandes preocupaciones es el futuro que tendrían sus nietos en nuestro país: “el país de la desesperanza”, afirma.
“Ellos siguen de ilegales porque a mi hija la agarraron dos veces cuando intentó cruzar, y está como castigada, pues de ilegal, no puede arreglar; pero allá mis nietos, los tres estudian, uno de ellos está en segundo año de medicina; otro es mecánico y le va muy bien, y otro trabaja en la construcción. Mi hija y su esposo se dedican a la limpieza de oficinas, les va muy bien, aquí no tendrían nada qué esperar”, comentó.
“Los extraño tanto que he llegado a desear que los deporten”
Marisol Vera Munguía, ama de casa de 49 años, recuerda la última vez que, en 1982, vio a su único hermano, Samuel, siete años mayor para ella, y quien, ante las condiciones de pobreza en que vivía en Villa Madero, decidió irse a Estados Unidos con familiares que tenían en Chicago.
“Los extraño mucho, a él y a muchos primos que hace años que tampoco veo; he llegado a desear que los deportaran. Aunque en su caso ha logrado arreglar un poco su situación y ahora es residente, veo difícil que lo hicieran, toda su familia prácticamente tiene todo en regla, pero uno no sabe con ese loco de Trump”, narró.
A decir de Marisol, debido a que las necesidades de su hermano son muchas, ya que padece serios problemas de salud, y la ausencia de un compromiso familiar directo en México, ya que sus padres murieron cuando ellos eran muy jóvenes, han hecho que sea poco el dinero que llega a enviar al año.
“En ocasiones especiales manda algunos dólares para algunos sobrinos o en Navidad para mí, pero es cosa de nada, y no esperamos dinero; nos conformamos con que tenemos comunicación, hablamos al menos una vez a la semana, y lo que queremos es que él y toda su familia esté bien, el dinero es lo que menos nos importa”, señala Marisol.
“Si deportan a mi hijo me quedaré sin un sustento”
Alberta Solís Ruiz, originaria de Lázaro Cárdenas, madre de 8 hijos, asegura que Juan Luis, el más chico, con 42 años, es el único que, desde Denver, “ve por ella”, mediante envíos de 200 o 300 dólares que le hace llegar cada uno o dos meses a través de una cuenta que le maneja una nieta, aquí en Morelia.
“No es mucho, pero es suficiente para que yo no me muera de hambre; mi esposo falleció hace muchos años y me quedé yo con unas hermanas, pero ya uno va de paso, y quién va a ver por mí si mi hijo se regresa, o si me le hacen algo; que yo sé, por una sobrina que le lee el periódico o por lo que dicen en la tele, que está maltratando mucho aquel gobierno a nuestra gente; y los políticos de acá no hacen nada por ellos”, comentó.
Un dejo de resentimiento asoma cuando Alberta señala que, “por culpa de la pobreza en que vive la gente aquí en México” su hijo Juan Luis tuvo que irse a Estados Unidos hace 22 años; “no creo volver a verlo, y estoy segura de que me voy a morir sin conocer a ninguno de sus hijos ni a su esposa, que, según he visto en fotos, es muy guapa”, dice Alberta.
En enero de 2017 asumió el poder del gobierno de Estados Unidos el republicano Donald Trump, quien desde su periodo en campaña manifestó abiertamente su desprecio a la comunidad migrante, no solo de México. Además de la construcción de un muro en la frontera con nuestro país, ha advertido que hará deportaciones masivas de indocumentados.