Diálogo/Mateo Calvillo Paz
PARECE QUE LOS POLÍTICOS ESTAN JUGANDO
Mateo Calvillo Paz
Parece que toman la presidencia como un juego, los medios los han hecho niños. No hay madurez en las decisiones ni gravedad ni juicio moral.
En México, La crisis no es de dinero sino de hombres.
Sin la reforma de la persona, de la clase dirigente y del pueblo, las reformas y acciones serán sólo palabritas.
El pueblo ya está harto de escuchar promesas y reformas, “ejes” y acciones políticas, las palabras suenan huecas.
Hay valores que se aceptan en los discursos pero en la realidad los actores se guían por capricho, por conveniencia en un absoluto relativismo moral.
Es el caso de este valor que es la verdad, conformidad de la mente con la realidad, teniendo como marco de referencia los principios.
Los servidores públicos mienten, se contradicen con toda desvergüenza, no tienen palabra.
El Bien Común no cuenta, los políticos buscan el bien egoísta, partidista, de su grupo. Ahí está el grupo Atlacomulco, que suena a atraco mucho.
El país está derrumbándose en la descomposición social. ¨¿Dónde están los hombres que se guían por principios, leyes en el estado de derecho?
Moralmente estamos en ruinas y vamos hacia el caos social que se traduce en desorden y muerte, violencia que vierte la sangre, una ola que nada detiene cuando la gente tenga hambre y no haya fuentes de trabajo ni salarios ni dinero con que pagar gasolinazos e inflación.
Ese desastre final para tantos hermanos asesinados y tantas familias desarraigadas, enlutadas, ya llegó.
¿Estamos exentos de los escenarios de hambruna, muerte, terror? Un tiempo yo veía muy lejos la situación de Colombia con el crimen organizado, que ya rebasamos. Ahora hay quienes no piensan que nos puede alcanzar la suerte de los venezolanos o de los sirios de Alepo.
Se necesita la reforma moral de los actores políticos y sociales que han perdido legitimación. Por tanto, sus frutos son vanos.
Cualquier ciudadano con criterio, al escucharlos, sonríe con escepticismo, no les cree. Tal vez ellos mismos ya no creen lo que predican o tal vez sí porque caen en su propio juego de su retórica fantasiosa y falaz.
Negar la terrible situación que estamos padeciendo impide tomar los problemas en mano y encontrar una solución. Le estamos haciendo al tío Lolo.
En la perspectiva humana, si hay solución por imposible que parezca. Requiere grandes esfuerzos y sacrificios a los que los hombres inmorales y convenencieros o los hombres “fresa" no son capaces de acceder.
En la perspectiva de la fe, la victoria es segura aunque el sacrificio nadie no los quita, para alcanzar la gloria hay que recorrer el camino de la cruz y subir al patíbulo. Es la lógica natural.
La esperanza es invencible, se convierte en fe-certeza si vamos en alianza con Dios.
La Iglesia tiene un papel delicado, complejo, difícil. Debe estar en la jugada, leer los signos de los tiempos, responder a las necesidades de los pobres y los que sufren con audacia evangélica, tomando la debida distancia de los poderes del mundo, de cualquier color.
Para los pastores, representantes de Cristo, la línea está marcada, los problemas se iluminan con luz meridiana. Hay que seguir la enseñanza que Dios Reveló: la autoridad está constituida para proteger y servir a los débiles, a los humildes.
Para los laicos y los pastores también está claro: hay que convertirse. Hay que dar la espalda a un mundo de corrupción, impunidad, egoísmo, soberbia, regido, no por los principios del evangelio, sino por el capricho, las ventajas perversas, el oportunismo.
Hay que convertirse al modelo del Evangelio como aparece en el Sermón de la Montaña: desprendimiento de las riquezas materiales y placeres brutos, la libertad para hacer el bien y entregar su vida para que los demás tengan vida, la rectitud, el cumplimiento de la ley de Dios y de los hombres, el amor heroico.
La solución es simple y clara, pero en la práctica que oscura, larga y difícil aparece.
La Iglesia es la institución que tiene la misión de hacer el mundo nuevo, sin corrupción. Es aceptada, tiene credibilidad, a pesar de las limitaciones de los católicos y del ataque mal intencionado de sus enemigos.
Siempre ha acompañado en los momentos más críticos y dolorosos de su historia. “Recuerden, -proclamaba el Papa Francisco en la Catedral de México- que las alas del pueblo ya se han desplegado varias veces sobre otras vicisitudes”.
Y animaba confiado: “Sepan suscitar la esperanza de nuevas metas”.