Resguarda templo de San Agustín reliquias de Juan Bautista Moya
MORELIA, Mich., 17 de enero de 2024.- El templo de San Agustín que se encuentra en el centro histórico de Morelia, alberga los restos mortales de quien fuera un protector y benefactor de la región de Tierra caliente, se trata de Juan Bautista Moya, Apóstol de la Tierra Caliente.
Si bien este recinto religioso es recipiendario de distintas reliquias de santos, es esta una de las más veneradas. Está situada en un nicho ubicado en el pasillo izquierdo mirando de frente al altar. Ahí en una caja de madera protegida por una reja metálica, se encuentra esta reliquia de la fe.
Juan Bautista Moya y Valenzuela fue un fraile de la orden de los agustinos quien fue muy importante para la evangelización y las misiones en la región de la Tierra Caliente de México. Cuando era niño sus padres le vieron vocaciones intelectuales, por lo que decidieron meterlo a la Universidad de Salamanca, donde mostró habilidades en lenguas e inclinación por la vida religiosa.
Debido a ello decidió meterse al convento de San Agustín en Salamanca donde inició su noviciado en 1522 y fue en Navidad de 1523 que lleva a cabo su primera profesión religiosa. Es ahí cuando toma el nombre religioso de Juan Bautista. En 1528 es ordenado sacerdote.
El primer viaje hacia la América por parte de los agustinos se realizó en 1533 y entre los frailes estaba considerado Juan Bautista Moya para llegar a la Nueva España. Sin embargo, por distintas situaciones no pudo hacerlo en ese entonces, pero finalmente pudo viajar en 1536 en el segundo traslado de la orden agustina a la Nueva España.
Tras desembarcar en Veracruz, recibió indicaciones para trasladarse al sur, y así hizo, le tocó estar en el área de Tlapa y Chilapa, y una vez que aprendió el idioma náhuatl fue trasladado a Huachinango donde inició su trabajo evangelizador en 1544, y ya empezaba a tomar fama de realizar milagros.
Una vez que estuvo en distintas zonas del país, él mismo pidió trasladarse a la zona de la Tierra Caliente para proseguir con su actividad evangelizadora. De esta manera partió hacia la provincia de Michoacán, al poblado de Guayangareo donde se construía el convento de la orden. En ese momento ya se le daba el nombre de Valladolid a esta región.
Siguió yendo hacia el sur porque sabía que su llamado estaba en esas tierras calientes que rodeaban el río Balsas. Así llegó a Tacámbaro primero, lugar considerado como la puerta a la Tierra Caliente. Siguió bajando a Tuzantla, después llegó a Huetamo, a San Lucas y así llegó hasta Pungarabato, que hoy es Ciudad Altamirano. Ahí se estableció en 1555 y fue su área de trabajo.
Una vez en esa región se dedicó a reunir espacios apropiados a los pobladores que estaban dispersos, también fundó comunidades en lugares más adecuados, buscó ahuyentar la idolatría sembrando la conciencia del Dios único. Entre su labor estuvo levantar Iglesias, escuelas y hospitales. En medio de este trabajo también surgieron eventos asombrosos que daban fuerza a su prestigio como un ser de milagros, un ser santo.
A lo largo y ancho de la Tierra Caliente de Michoacana se saben historias de su santidad, se conocen sus milagros, y por toda esta vida ejemplar que llevó en esa región fue conocido posteriormente como el Apóstol de la Tierra Caliente, llevando el evangelio al estilo del personaje quien escogió para llevar su nombre, es decir San Juan Bautista.
Una vez que se sintió agotado y enfermo, quiso pasar sus últimos días en Valladolid. El fraile de 64 años falleció el 20 de diciembre de 1567 con olor de santidad tras una vida al servicio del evangelio. Hoy sus restos son visitados por miles de fieles en el templo de San Agustín, en Morelia.