Así no, presidenta
No es cierto que la oposición, cualquiera que sea ésta, haya apoyado una aventura militar intervencionista por parte de Trump en nuestro territorio como lo dijo la presidenta Sheinbaum este lunes 23 de diciembre en su comparecencia mañanera. Lo más que se puede encontrar es un tuit de un exdirigente del PAN, Marko Cortes que refiere al asunto y del que no puede inferirse ni apoyo al intervencionismo ni mucho menos que sea la postura de la oposición, ni siquiera del PAN. Pero la presidenta se engancha, lo hace con Trump y lo hace con quien le de cuerda desde su oficina para confrontarla con la oposición.
Muy grave porque sus palabras significan que ser opositor es ser traidor a la patria. Se trata de manipular los sentimientos de los mexicanos para asociar lo inaceptable a la oposición, una postura de intolerancia y la antesala a la represión: estar en contra de México no es permisible y eso da licencia para no sólo para le exclusión, sino para mucho más.
Esta en casa la fragilidad de México con EU por razones de inseguridad; fue la política de abrazos y no balazos que significó la complacencia del gobierno federal y la connivencia de gobiernos locales de Morena. En la perspectiva del vecino hay que actuar unilateralmente. No pueden soslayarse las expresiones de quien va a ser secretario de Estado, Marco Rubio, quien tiene la convicción de que el gobierno de López Obrador tenía un acuerdo con los grupos dedicados al narcotráfico y a la exportación de fentanilo. Esta idea es generalizada en EU, no sólo en los duros que gobernarán a partir del 20 de enero.
Considerar a los narcotraficantes como terroristas da licencia al intervencionismo. Es cierto, como lo ha señalado la presidenta Sheinbaum que el presidente Trump ha expresado combatirlos en el territorio norteamericano. Pero no puede excluirse las acciones en territorio nacional con la cobertura legal que ofrece el combate al terrorismo, una escala en la permisividad que se arrogan las autoridades norteamericanas.
Es discutible que los grupos criminales sean terroristas bajo una descripción estrictamente técnica porque no existe una causa política, social o religiosa que los mueva a acciones contra la población civil. Sin embargo, los criminales han escalado en su actuación y, efectivamente, la sociedad en su conjunto se ha visto afectada. Ahora, a la luz de los resultados y su consecuencia se advierte el error monumental del gobierno mexicano de no actuar con determinación. Además, invocar las causas originarias generadoras de violencia y criminalidad no solo remite a condiciones de desigualdad o atraso, también, y más que todo, a la impunidad de por medio, a la ausencia de autoridad y la incapacidad del Estado de proteger a sus ciudadanos y de sancionar a quien violenta la legalidad.
Con el nuevo gobierno ha habido un cambio obligado a la manera de enfrentar a la violencia y al crimen organizado. Las detenciones se multiplican y también la confiscación de droga. Llevará tiempo para tener buenos resultados y no debe descartarse, incluso, que en un primer momento la violencia se incremente. Lo más preocupante es que se insista en lo que no ha dado resultado, esto es, la pretensión de que una policía nacional es la respuesta suficiente.
Para la pacificación y la transición a la legalidad se requieren al menos dos elementos que no están presentes en la estrategia del gobierno: por una parte, fuerzas de seguridad local y municipales confiables. El presupuesto les quitó recursos. ¿Cómo responsabilizar a los gobernadores y alcaldes si se les reduce el de por sí escaso dinero para la seguridad?; por la otra, un sistema de justicia penal confiable, imparcial e independiente, justo lo que no podrá ofrecer el nuevo sistema judicial.
La presidenta ha dado continuidad a la presidencia militante, esto es, someter al gobierno y al Estado al servicio de una causa política y partidista. La incapacidad para asumir un código de inclusión e imparcialidad es una de las expresiones inequívocas del deterioro de la democracia y de las libertades. Lamentable para el país continuar por esa misma senda. La oposición y más por la triste condición que ahora presenta, merece es respeto, lo mismo que el que disiente, pero eso no existe en el vocabulario del obradorismo, ahora en el segundo piso, agobiado en sus paranoias y sus pulsiones autocráticas