Toque de nano sabiduría
NAVIDAD EN UN MUNDO EN AGONIA
En un mundo kafkiano, donde desaparecen principios y valores espirituales y materiales se opaca la luz de Navidad.
Vista panorámica
Se quiere borrar a Dios, sus riquezas de sabiduría y felicidad. Es lo que pretende el agnóstico cerrado y orgulloso.
Es la imposición de un gobierno autoritario y como en la dictadura comunista, opresora del pueblo sabio, opositora de la dignidad humana y de las libertades hasta querer borrar la palabra Navidad, por sus ideas retrógradas y absurdas.
Se ocupan con frenesí de sus reformas impuestas al pueblo, innecesarias, inútiles para acabar con la corrupción del poder judicial, sin ir a la raíz del problema.
Los grandes del Narco llenan la esfera política y noticiosa, grandes anti héroes asesinos como Osiel Cárdenas y como los poderosos carteles de el Mayo y los CHapitos.
Es doloroso y patético el estado del pueblo humilde, mantenido en la ignorancia y la sumisión para que no piense y defienda los derechos de la nación contra poderes que empobrecen y explotan. No tienen la lucidez para ver la destrucción de sus instituciones democráticas y regresión de sus avances. No tienen la autoestima para defender con la frente en alto su dignidad y sus derechos.
La realidad es crítica en todos los órdenes: en lo político, la narrativa es fantasiosa, pinta realidades maravillosas del país, la realidad es que está muy por encima, muy alejada de la realidad que es dura, dolorosa, desigual: la producción es precaria y la economía también. La desigualdad social y económica es escandalosa, injusta para las mayorías pobres.
La inflación y los salarios bajos angustian a la población, y no permiten una fiesta rica y brillante. Se vive la experiencia de la pobreza, se descuida la riqueza de las almas grandes, el heroísmo y la santidad.
Se pierde la dimensión integral del ser humano, se le mutila y se queda en el orden de lo sensible, de lo material y perecedero. Importan los bienes materiales. En la persona, se busca satisfacer las necesidades instintivas. Se cae en el consumo de bienes materiales, se busca satisfacer los deseos del cuerpo, los placeres de la carne.
No hay tiempo para buscar a Dios y al hermano en el cultivo de los placeres del espíritu y de los bienes de lo alto. El cielo se ha cerrado y desaparecen las luces de la noche de la Navidad, el canto de los ángeles y el amor eterno revestido de forma humana.
No hay tiempo ni lugar para el encuentro con Dios que desciende para buscar a los humanos y elevarlos a la dimensión de la verdad, la belleza, la plenitud, la vida nueva en un mundo nuevo.
La luz de lo alto.
Hay un pequeño resto de la gran familia mexicana que es fiel a su riqueza y tradición cultural, creyente en la fe y todos los valores de la Iglesia católica, donde está presente Cristo, el hijo de Dios que rompió las barreras de la materia y se encarnó en la historia de la raza humana creada por Dios y colocada en el planeta y el universo material.
Es el acontecimiento sublime y divino en que el Creador sale de su misterio. ¡Inaudito! El hijo único de Dios, engendrado desde toda la eternidad irrumpe en la historia. No es un mito como en las otras religiones, es un acontecimiento histórico. En un punto concreto del espacio, en el país de Israel, en un momento preciso que San Lucas tiene cuidado de ubicar en su Evangelio, Dios, con su infinito poder hace que su único hijo, engendrado desde la eternidad se venga a vivir con nosotros.
Viene a asumir nuestra condición de pecado para redimirla para volvernos a la pureza en que fuimos creados, a librarnos del extravío y la situación de pecado para devolvernos a nuestra condición primera de criaturas de Dios y a un más allá de hijos de Dios, eternos, y darnos parte en la herencia de los hijos.
Podemos vivir en esta condición de hijos de Dios y colocarlos en un más allá de alegría sorpresiva, desbordante y purísima. Podemos vivir la plenitud, la experiencia de hijos que envuelve la luz de la felicidad de Dios. Podemos aspirar a la felicidad soñada, a la fiesta más bella, a la plenitud de la hermosura, del gozo, del amor.
El espíritu de Cristo nos prepara, nos purifica, nos conduce al gran acontecimiento del nacimiento del hijo de Dios.
No es una conmemoración, un hecho del pasado. Navidad nos coloca en el “Hoy” de Dios. El nacimiento de Cristo y su salvación se hacen actuales y son un río de frescura y de luz, de vida y de gozo en el que podemos dejarnos sumergir.
Navidad es la experiencia de Cristo que se viene a nacer entre los pobres y nos trae la pureza y el gozo desbordante de la nueva vida, de la justicia y el amor.
Tu puedes entrar en la vida y el gozo desbordante de la Navidad.
La Iglesia Católica te ofrece el camino, abre senderos de luz y te lleva a la experiencia divina del Dios-con-nosotros, Emanuel.
En la fiesta de la Navidad vacíate de la basura material de los placeres de pecado y exceso del mundo, de los placeres del cuerpo animal. Deja que te inunde la presencia de Dios que te transforma en hijo y te da a gustar la vida plena, la felicidad y el amor que tanto anhelas manipuladora paz. Encontrarás el amor y la paz que andas buscando.