Fronteras entre los vivos y muertos se desvanecieron este 2 de noviembre
ZONA LACUSTRE, Mich., 2 de noviembre de 2024.- Las fronteras entre los mundos de los vivos y los difuntos se han desvanecido y, por una única ocasión en el año, pueden reencontrarse.
Este reencuentro es el centro del ceremonial de la Noche de Ánimas, que en la zona Lacustre se vive entre flores y velas, entre dulces y frutas, pero, sobre todo, entre el amor por los que partieron y ahora retornan y el respeto por las tradiciones.
Tzurumútaro
A las puertas del panteón de Tzurumútaro, próximo a Pátzcuaro, la fiesta reina, con música de banda y pop, personas que bailan y beben y comen, puestos que ofertan bebidas y hot dogs y enchiladas, sin dejar de lado la cerveza y las frituras, y decenas de carros y camiones de los que descienden los paseantes, nacionales y extranjeros.
Adentro, entre las tumbas coloreadas de amarillo y naranja por las flores de cempasúchil y las flamas de las velas, el ambiente cambia, la música deja paso a la charla de los familiares en guardia junto a loa sepulcros, la comida es, sobre todo, atoles y tamales para sobrellevar el frío de la noche y la madrugada, y el baile es sustituido por un lento caminar.
Al lado de su madre, Ernesto Salvador vela a los pies de la tumba de su abuela, padre y hermano, a la espera de ese reencuentro anual con sus seres queridos ya fallecidos.
"Eulalia, Cirilo y León, aquí estamos con ellos, les pusimos en la tumba sus flores de cempasúchil, su Coca y su cerveza, sus velas, lo tradicional, no nos vamos a quedar toda la noche, porque mi mamá está cansada, pero sí estaremos un ratito, con ellos", explica.
Rodeado por cientos de personas, sumido en las palabras que se pronuncian en múltiples idiomas, Ernesto Salvador afirma que la tradición de la Noche de Muertos, en Tzurumútaro, está viva y vibrante.
"Todos los años nosotros estamos aquí, y las familias traen a sus pequeños, todos los años los visitantes vienen desde muchos lados, de todas las edades, porque como la Noche de Ánimas en Michoacán no hay dos", refiere.
Arocutin
Considerado uno de los ceremoniales más bellos de la región y mejor conservados, Arocutin, en Erongarícuaro, llama a golpe de campana a sus ánimas.
Al pie de la iglesia de Santa María Natividad, el camposanto se extiende en un esplendor amarillo y naranja, donde imperan el silencio y el recogimiento.
A poco más de las 3 horas del 2 de noviembre, el cementerio aún luce lleno de personas que velan los sepulcrosnde sus familiares y custodian su paso por este mundo.
"Abuelitos, tíos, tías, nuestros familiares ya fallecidos, los esperamos en vela, hasta que amanezca", explica Alejandra, habitante de Arocutin.
Las tumbas son decoradas con velas, flores de cempasúchil y frutas, coronados con un arco de flores y se instala la fotografía del difunto.
"Es la tradición de nuestra comunidad, en las casas preparamos todo, para venir ppr la tarde y en la noche empezar la vigilia", reitera.
Cuanajo
Pequeños y grandes caballitos de madera, cargados de ofrendas, se pasean por Cuanajo. Están dedicados a las ánimas de los fallecidos en el último año, aquellos que por vez primera harán el recorrido del panteón a su hogar terrenal.
En la vivienda de la familia Zirangua, aguardan a Marcos, el padre, decenas de ofrendas, montadas sobre caballitos de madera, si las trajeron los hombres, en canastas, si fueron mujeres.
Flores de cempasúchil y papel picado cubren el cielo de la pequeña calle donde habita la familia Zirangua, y desde el exterior se observa la afluencia de familiares, amigos y vecinos que acuden con frutas, papel higiénico, jugos, y flores, cuya cuantía demuestra el aprecio hacia el difunto. Y son recompensados con tamales, para los que se han matado cuatro puercos, y atole, bien caliente para pasar la noche fría en Cuanajo.
"Estamos esperando a Marco, mi papá. La tradición es que el primer año las ánimas se esperan con ofrendas en canastas o caballos, colocadas en un altar en la casa, para recibir a la persona, que encontrará el camino a casa con el olor de las flores de cempasúchil", refiere Griselda Zirangua, habitante de Cuanajo.
En la casa de Marco Zirangua no hay música, ya que esta se pondrá hasta el 2 de noviembre; sin embargo, si fue el deseo del difunto, la música se deja oír desde el inicio del ceremonial.
La comida, consistente en tamales de salsa roja y carne de puerco, se prepara en un predio aledaño, al amor de la leña, ya que se debe tener alimento que ofrecer a los visitantes que acudan durante el ceremonial y poco después.